Capítulo 10: Cita I

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Marco se estaba arreglando el cabello después de ducharse. Eran las dos y media de la tarde y tenía que estar a las cuatro en casa de Jackie para recogerla. Eso le dejaba un margen de una hora y diez minutos para prepararse, salir y llamar al timbre de su casa con cinco minutos de sobra, por si acaso.

La noche anterior dibujó un mapa de los puestos y las atracciones que había en la feria del muelle, utilizando las tijeras dimensionales para ver todo desde arriba. También había marcado la ruta óptima a seguir, teniendo en cuenta los tiempos medios de espera en base a la afluencia de personas. Si todo salía bien, tal vez podrían dar un pequeño paseo de regreso por el parque, compartir un helado y antes de la hora de cenar Jackie estaría en su casa. Sin ninguna duda, el plan perfecto.

Se miró al espejo y sonrió como un galán. La tarde iba a salir a pedir de boca. "Marco, eres un genio", pensó este.

Alguien tocó la puerta.

—¿Hijo, necesitas ayuda? —preguntó su madre del otro lado.

—No, mamá.

—¿Seguro? Recuerda que fui yo quién te cambió los pañales, así que no hay nada de lo que avergonzarse.

—¡Mamá! —protestó este al notar como sus mejillas se encendían.

—Está bien. Ten cuidado y no te mojes el yeso.

Ducharse con la bolsa protectora del yeso resultaba muy aparatoso, pero había conseguido ingeniárselas para estar limpio sin llegar a mojarlo. Tenía experiencia de la última vez que tuvo una fractura. Aunque en esta ocasión sospechaba que su brazo no se convertiría en un tentáculo monstruoso. O al menos eso esperaba.

Apartó ese pensamiento de la cabeza y se centró en la cita.

Ya podía quitarse las gasas del rosto, así que se libró de ellas. Se echó un poco de desodorante, algo de colonia y un toque de gel para el cabello. Se vistió con unos vaqueros informales, una camiseta negra con estampado de Mackie Hand, el colgante de Mewni y la sudadera de siempre, llevando suelta la manga izquierda, debido al yeso. Volvió a repasar la lista una vez más y luego la guardó en uno de los bolsillos de la sudadera. Comprobó cartera, celular, llaves y tijeras. Estaba listo.

Antes de salir, sus padres se ofrecieron a llevarlo a casa de Jackie, varias veces, pero Marco las rechazó todas. No quería aparecer en casa de Jackie por mano de sus padres. Y lo que era más importante, si lo llevaban, llegaría con más tiempo de sobra del esperado, y eso le arruinaría los esquemas.

Caminó tranquilo a casa de Jackie. De hecho, redujo aún más el paso para llegar faltando los cinco minutos que había estipulado, y tocó el timbre tan solo unos segundos después. Justo como lo había planeado. Daba placer que todo saliera según lo previsto.

La puerta se abrió y Marco ya tenía la vista fija a la altura de los ojos de Jackie y el saludo preparado. Sin embargo, no fue la chica quién lo recibió, sino una camiseta blanca de tirantes, un collar de concha marina en el centro, como el que solía llevar Jackie, y una playera. Alzó la vista y se encontró con el rostro moreno de un señor de mirada tranquila y cabello rubio y ondulado que le llegaba hasta el cuello. Era la primera vez que lo veía de frente, pero no cabía duda, era el padre de Jackie.

Eso no estaba previsto.

—Hola —saludó este entre tartamudeos—, señor. Soy Marco, y he venido a recoger a su hija.

—Sí, tu debes ser el novio de Jackie —dijo con gesto adusto.

—En efecto.

El señor se lo quedó mirando durante unos segundos que a Marco le parecieron eternos.

Jarco - Un amor malditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora