Capítulo 34: Torneos II

54 7 0
                                    

Las pruebas de romper tablas con golpes de puño y patadas habían acabado. Ahora estaban en las eliminatorias por combate. No se trataba de derrotar al oponente, sino de marcar más puntos que él. Aunque tumbar de un golpe a alguien o sacarlo de la arena también servía para ganar. Los combates eran entre dojos, así se evaluaba a los combatientes y al dojo entero.

El primer combate de Marco fue contra un muchacho cuyo dojo estaba en la otra punta de la ciudad. Pensó por un momento que podría hallar en esos combates una forma de medir cuanto había progresado, de batirse en duelo justo con otros participantes y probarse a sí mismo. Pero no fue así. En cambio, lo que Marco halló, fue decepción.

Sonó el timbre que indicó el final del combate.

—El ganador es Marco Díaz del dojo del sensei Brantley —dijo el árbitro.

Ocho puntos a cero. Había llegado a la diferencia máxima para ganar en veinte segundos. Los movimientos de su oponente eran torpes y evidentes. Carecían de disciplina y precisión. En comparación con una batalla contra Toffee o Mina, aquello no era nada.

El muchacho que perdió salió de la arena cabizbajo, con los hombros colgando y arrastrando los pies. No podía evitar sentir lástima por él.

—Vaya, ese fue un buen combate —dijo alguien que se acercó a él.

Marco se giró y lo reconoció. Se trataba de Cris, un muchacho de cabello negro y ojos oscuros que le ganó a Jeremy en el primer combate. Él parecía bastante bueno.

—Cris, si no me equivoco —dijo, estirando la mano para estrechársela—. Tu combate también fue bastante bueno. Creo que Jeremy soñará contigo esta noche.

Cris aceptó el gesto y le saludó con un buen apretón.

—Si yo le daré sueños a tu compañero, entonces tú le darás pesadillas al mío —dijo, señalando al chico al que Marco acababa de vencer—. Aunque no me sorprendería. Después de ver la facilidad con la que le ganaste, ahora tengo miedo de tener que enfrentarme a ti en algún momento.

—Exageras —dijo este, terminando con el saludo.

—No, lo digo en serio. Solo con verte no soy capaz de imaginarme cuanto te habrás pasado entrenando para el torneo.

—Créeme, me entrené menos de lo que me hubiese gustado. ¿Tú entrenaste mucho?

—Lo intenté. Creo que suspendí el examen de historia porque me la pasé practicando patadas y puños en el patio de mi casa.

—Vaya, eso sí que es entrenar a fondo —comentó, pensando en el empeño que debió haber puesto Cris en su entrenamiento—. Este torneo es importante para ti.

—Tan importante como para cualquier otro. Pero el simple hecho de estar aquí para competir contra otros que también se han esforzado tanto como tú, me hace sentir agradecido de darlo todo.

El árbitro llamó al siguiente concursante.

—Bueno, voy a volver con mi grupo, que tengo que apoyar a los míos —dijo Cris, señalando al banquillo en el que estaban todos los de su dojo.

—Sí, yo haré lo mismo.

—Estaré observando tus combates de cerca.

—Yo igual —le dijo, despidiéndose.

Escuchar las palabras de Cris le hizo pensar a Marco algo que no se le había pasado por la mente: ¿era justo que él participase en el torneo?

Ya estaban en la última etapa: estilo libre en la pista. En esta ocasión tenían una pista donde todo el perímetro era como el de una piscina con varias rampas y barandillas en el interior para que cada uno se luciera a su manera. Tres minutos que se volvían una eternidad, pero los cuales nunca parecían ser suficientes para sacar la puntuación que uno quiere. Ella y Leo lo sabían porque lo habían probado en más de una ocasión en la pista del parque. Ahora, era Leo quién estaba demostrando cuanto habían valido todas aquellas prácticas y caídas.

Jarco - Un amor malditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora