Capítulo 56: Defensa II

17 2 0
                                    

Sentía el olor a sangre en el ambiente. Estaba cerca. Cada fibra de su cuerpo se lo decía. Estaba emocionada. Aquella cosa que había bajado de los cielos no podía no ser nada. La gente huyendo era prueba de ello. Eran molestos. Tanto, que decidió dar un salto prodigioso para subir a los tejados y tener una mejor vista desde las alturas. Saltó por tres edificios hasta llegar a verla. Estaba allí: una mujer de cabellos castaños ondulando en el aire, rodeada de un aura brillante y mostrando un cuerpo tan musculoso y marcado que ni los mejores demonios habían llegado a tales extremos. La desconocida estaba peleando contra varios monstruos a la vez. Ya había, por lo menos, siete cadáveres a sus pies, o inconscientes, como mínimo.

Nefraxis se mordió ambas manos, abriéndose heridas, y dejando que la sangre fluyera por sus palmas. Salía a un ritmo vertiginoso e irreal, marcado por ella misma. La sangre se fue hasta la punta de sus dedos y se extendió más allá, tomando la forma de unas garras carmesí, un poco más claras que su piel rojiza oscura.

Se dejó caer del edificio, y sus pies aterrizaron con brusquedad, pero no le importaba. Fijó la mirada en la mujer y corrió hacia ella con una sonrisa en la boca, extendiendo sus brazos a los lados y preparando sus garras para atravesar piel y músculo. Dio un salto de tres metros, trazando un arco hacia la castaña. Cuando estuvo a punto de llegar a ella intentó descargar un zarpazo, pero la mujer lo esquivó, moviendo la cabeza, y le propinó un puñetazo en el rostro que la hizo ver como todo a su alrededor se giraba y movía con violencia, hasta que sintió su cuerpo chocar contra una pared que se cuarteó por el impacto. Cayó al suelo como un trapo mojado, y se quedó inmóvil durante un momento. Le temblaba el cuerpo, y le dolía la mandíbula, casi no podía moverla. De seguro estaría dislocada. Aun así, se reía. Le causaba gracia aquella mujer. Que fuera tan fuerte y confiada, pero, aun así, tan lejos de golpear de la misma forma que Tom.

Retorció su cuerpo, emitiendo varios crujidos en el proceso, hasta recolocar las partes dislocadas en su sitio. Luego se levantó, poco a poco, y con una mano se acomodó la mandíbula. Caminó hasta el cadáver más cercano que tenía, le perforó el pecho con sus garras y las introdujo hasta palpar el corazón. Una vez lo tuvo entre sus dedos, cerró el puño, estirando los tendones y cartílagos hasta romperlos. Con su otra mano libre se cortó las comisuras de los labios y luego abrió la boca con fuerza, dejando que esas oberturas se convirtieran en grietas crecientes hasta poder abrir la boca tanto como le fuera posible. Se llevó el corazón del muerto a la boca y luego la cerró como si fuese una trampa para osos. Masticó una y otra vez hasta que se sintió satisfecha, y tragó. La carne se convirtió en sangre y la sangre se convirtió en fuerza. Sintió los labios regenerarse y sus partes debilitadas por aquel golpe recuperarse e, incluso, potenciarse.

Una vez se sintió renovada, volvió a cargar contra aquella mujer. Esta vez, sin saltos, sino de frente, ahora que los combatientes a su alrededor eran pocos y no estorbaban.

La castaña terminó de darle un golpe a uno de los que estaban luchando con ella, dejando solo a uno. Esta clavó la mirada en Nefraxis y sonrió.

—¿Así que vienes por más? —se burló esta con una sonrisa confiada en el rostro.

Nefraxis respondió con una sonrisa, enseñando sus dientes de sierra, aceleró el paso y arremetió con sus garras hacia adelante. Sus manos y las de la mujer se encontraron en un choque, entrelazando sus dedos en los de la otra, forcejeando.

—Ten cuidado —le dijo el otro monstruo que aún seguía en pie. Ni siquiera se había fijado cuál era su especie—. Es una solari.

Al escuchar eso, Nefraxis sintió un escalofrío de emoción recorrerle todo el cuerpo. Eran los guerreros poderosos de los que Ludo y Eadric tanto hablaban. Ahora estaba más segura que nunca de que debía tomar la sangre de esa mujer.

Jarco - Un amor malditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora