Vivir o morir

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HIPO

Me sentía, humillado, no había otra forma de verlo, iba detrás de Bertha encadenado llevando una carga de pieles de lobo, liebres, conejos y jabalíes en un carro. También llevábamos armas en el carro para poder comerciar donde quiera que fuéramos. Lia y Camicazi no podían parar de reír por la indumentaria a la que estaba obligado a usar. Bertha dijo que era la única forma en que podría parecer un esclavo de la tribu. Era la idea, mi misión era simplemente ver, ver sin reaccionar, sin mover un musculo porque podría poner en peligro sus vidas, porque podrían pensar que estábamos allí con un espía o algo raro. A regañadientes di mi palabra de no decir nada sobre lo que viera o escuchara. Chimuelo no podía venir con nosotros, debía ser a la manera de Bertha.

Caminamos por un día para luego tomar un barco con uno de los comerciantes de confianza de Bertha, de nombre Gunter no era precisamente el comerciante Johan, pero si que había escuchado sobre él, ya que todos los comerciantes tenían su circulo de influencia, aunque como diría él Johan no tenía la agallas para adentrarse en estas aguas, aguas peligrosas bajo los dominios de los cazadores de dragones, no solo vikingas, sino también piratas mongoles, cazadores esquimales, gente de la ribera del mar del norte y el mar báltico más cerca al continente de lo que se esperaría. Estábamos yendo a la zona más frías, previamente había islas de comercio, pero nosotros íbamos a la ciudad principal donde sucedía el mayor movimiento de comercio y contrabando, según dirían los propios tripulantes de Gunter: una zona lejos de la influencia romana.

—Recuerda que no debes decir una palabra, cualquier aquí podría cortarte la lengua por hablar sin el permiso de tu amo, en este caso nosotras —susurró Bertha mientras yo jalaba el carro con nuestras pieles para comerciar.

—Comprendo... —tragué ruidosamente, mientras Lia y Camicazi no podían evitar sonreír por ello.

—Se siente bien esto de poder tenerte en mis manos —la voz de Cami me hizo estremecerme por que me lo susurró al oído.

—Pagarás por esto —le devolví, pero Bertha estaba atenta y ya casi estábamos llegando a las puertas de lo que parecía una ciudad.

—¡Silencio! —casi nos gritó Bertha y todos solo asentimos, no era alguien a quien queríamos hacer enojar.

Los guardias nos inspeccionaron y casi que ni se percataron que yo existía, en general nadie lo hacía porque lo que vía era que cada comerciante de esa ciudad tenía esclavos como parte de su séquito. Pero lo que más me llamó la atención fue que había terribles terrores por todo lado, usados como animales de carga y transporte, se veían terribles, agotados y con una mirada que parecía que estaban a punto de morir.

El comercio era de lo más rico que había visto alguna vez, los comerciantes que llegaban a Berk rara vez traían todo lo que veía en este mercado, era una ciudad netamente comercial. Frutas de toda variedad y clima que jamás había visto en mi vida. Granos de todo tipo, verduras frescas que parecían recién cosechadas que llamaban mi atención. Hablaban de lugares que nunca había escuchado que sonaban tan lejanos y exóticos que captaban mi curiosidad, pero no podía dejar de pensar en las palabras de mi padre y de todo buen vikingo que se respetara: El mejor lugar para los vikingos es donde los vientos, el mar y el clima no pueden ser domados y estamos a la merced de Thor mismo.

Luego estaban las especies, me estaban bombardeando el olfato con toda clase de olores que me eran desconocidos, pero que estaban cautivando mis sentidos. Todo era una locura, un griterío de los vendedores por tratar de captar nuestra atención, pero yo me mantenía atento de nuestro carro para no perder ninguna de nuestras pieles o armas. Nuestro destino era el segundo nivel de la ciudad donde había espacio para el comercio de pieles y armas. No pude evitar escuchar el rugido de dragones y látigos azotando el suelo con fuerza. Sabía que no iba a poder evitar afligirme por esto, pero como diría Bertha no era algo que debía distraerme de mi papel sino quería parecer sospechoso y ponerlas en aprietos.

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