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Las discusiones después de aquel fatídico día se desataron con frecuencia, al inicio los dos jóvenes no parlaban ni un poco, Taehyung decidió encerrarse tras las torres de documentos empresariales y Jungkook, bueno él únicamente se dedicaba a vivir su vida aburrida dentro del hospital.

Según los médicos él debería permanecer en ese lugar hasta que se descartaran más problemas en su cuerpo, los psicólogos que le atendían querían ayudarle a no perder la esperanza de que todo mejoraría, aunque en su mente únicamente creía que no había dolor más profundo que el de perder a tu hijo.

¿Qué si se sentía culpable?, Claro que sí.

¿Alguien podía levantarlo de esta pesadilla?, No, porque era la cruda y fría realidad.

Volaba tan alto como un pájaro alado de su pequeña familia y parecía que fue blanco de un cazador maligno quien le disparó directo al ala dejándolo caer duro contra el pavimento, y su criatura, aquel ser de luz su ángel muy amado fue quien recibió la bala en su corazón, arrebatando le así su corta vida.

Los siguientes meses solo empeoraron la situación puesto a qué Taehyung y Jungkook comenzaron a perder más la comunicación no se entendían por más que lo intentarán cada uno siendo apresado únicamente por sus pensamientos y sentimientos de culpabilidad.

Porque en la mente del pelinegro solo cabía la frase "¿Qué pasaría si?

Y en la mente del castaño no paraba de girar la misma pregunta, "¿Y si él hubiera visto ese carro venir su hijo seguiría vivo?".

Sin embargo la palabra "hubiera" y la pregunta "que pasaría" no existía en la vida, porque cuando está tomaba un camino nadie corregiría o cambiaría lo que te tocará cursar.

Lo intentaron, infinidades de veces intentaron seguir, aunque les resultaba desgarrador el superar aquella huella porque por donde pasarán algo les recordaba a su preciado fruto de su amor.

Su habitación seguía intacta, los juguetes que él dejo en el jardín seguían ahí, todo permanecía como ese día frío de diciembre a pesar de ya haber pasado tres meses la pareja quería creer que algún día él regresaría, querían imaginar que seguía ahí, únicamente estaban matándose mentalmente.

No había esperanza, no existía la luz radiante en sus corazones, la nube negra permanecía sobre ellos atormentando cada día más a ambos chicos.

El primer año decidieron que lo mejor sería guardar respeto a la inocencia ausente logrando por fin continuar su vida, siempre llevando en su mente y corazón al pequeño infante, creían que su amor lograría sanar las heridas y cicatrices del otro.

Olvidando que el amor no es como el que vemos en televisión ni mucho menos como en los libros, porque ambos seguían guardando ese sentimiento de dolor, por más que lo intentarán sentían que se desconocían.

Jungkook extrañaba a su Taehyung, aquel apuesto hombre que aparecía sin falta alguna todos los días a las ocho de la noche para sentarse frente a él y su crío a cenar, o aquel divertido moreno que exactamente a las diez de la noche tocaba alguna melodía para lograr dormir a su hijo; necesitaba a su antiguo Taehyung ese hombre que le dedico sus días enteros, aquel que le enamoró a través de cartas, poemas y pequeños detalles, ese que era su mejor amigo de infancia.

Llamen a Kim egoísta pero no podía pensar en algo que no fuera querer huir de esa dulce casa que al pasar de los días perdía la magia, esa que Jungkook, su hijo y él le daban.

Dos años pasaron desde el 13 de diciembre del 2018, actualmente la pareja se sentía pasar por una cuerda floja, ambos haciéndose a la idea de que no durarían más tiempo juntos, no se soportaban, no querían verse, no se amaban más.

Junio estaba a la vuelta de la esquina, la fecha más dolorosa estaba por venir, el cumpleaños de su ausente crío, ambos sentían que caerían del quinto piso, sus manos por primera vez no se veían ansiosas de tocarse, después de muchos años de conocerse parecía que ya no eran la luz del otro.

Taehyung se hundía en su culpabilidad y Jungkook se perdía en su dolor.

Ciegos de su lenta destrucción.

Intimaron bastantes veces con la ilusión de que el menor de ambos quedará en cinta, logrando fracasos únicamente, visitaron un sin fin de doctores esperanzados en que podrían tener un bebé, viajaron incluso al extranjero sosteniendo esa pequeña ilusión.

Todos aquellos hombres especializados en embarazos llegaban a la misma conclusión, Jungkook no podía tener más hijos.

Se hacía exámenes, ambos ponían en práctica las recomendaciones que les daban al pie de la letra, y solamente fracasaban.

No tenía caso seguir, ambos tenían la respuesta a tanto sufrimiento y dolor; el divorcio.

Ya no se entendían, se estaban marchitando juntos, colapsaron por culpa de un conductor descuidado, por un hombre que conducía en estado de ebriedad, por un humano fue que perdieron todo aquello que parecía eterno.

La noche transcurría con pereza, hace más de una hora que la cena que con tanto esfuerzo Jungkook elaboró estaba fría, el tictac del reloj le acompaña, la mesa redonda siendo su única compañía.

Las llamadas que le hizo a su esposo no eran atendidas desde las seis de la tarde, estar solo le hundía en la miseria.

Observa los cortes debajo de las mangas de su suéter, el bote de pastillas sobre la barra de tragos, un bonche de pañuelos debajo de sus piernas y un corazón roto y desconsolado, se murió cuando más sintió estar vivo.

Justo cuando estaba por abandonar la mesa y encerrarse a llorar en silencio en su habitación su compañero de vida apareció cayéndose y con un olor fétido, aquel que ya parecía ser su olor de cada noche.

Cambiaron de algún modo, hasta el grado de sentirse ajenos a la vida del otro.

—Tu no cambiarás, ¿Cierto?—la voz rota de Jungkook detiene sus pasos, pasaban de las doce y recién llegaba a su hogar, apestando a alcohol como ya era rutina.

—Sigues despierto, nunca te pedí esperarme, soy un adulto y si así deseo vivir no debería importarte—palabras bastante filosas escapan de sus belfos, apenas y lograba sostenerse en pie, Jungkook muerde su labio soltando los dos platos con su cena fría, el ruido de las respiraciones de ambos siendo lo único que se distinguía en aquella oscura habitación.

—No solamente tú estás sufriendo, a mi también me duele no poder tener hijos, a mí me dejó marcas el no poder haber evitado la muerte de mi hijo, porque Junghyung también era mi hijo, que nunca te diga algo no significa que no sufra—la voz sale en un hilo, las palabras de su hermana lo persiguen en su mente, se negaba quizá Taehyung podía volver, tal vez podrían seguir adelante.

—¡No me lo dices porque no quieres!, Ya te he dicho que estamos juntos en esto, ya no se que mierda quieres, ¿Piensas que podemos con esto?, Estás equivocado, Jungkook entiende que no se vive de amor, no funcionamos más, —el pelinegro traga duro pasando sus manos por todo su rostro cansado da una bocanada larga y regresa su vista nublada a los ojos de el castaño, le dolía decirlo, aunque era lo mejor para ambos— Jungkook, quiero el divorcio.

Serendipity|• ᵀᴷDonde viven las historias. Descúbrelo ahora