Capítulo XIV

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Clara

Estoy tan ida que las lágrimas salen sin esfuerzo. Llevo días secuestrada por alguien que creía que podría llegar a ser algo más que amigos. Los recuerdos me atormentan cada vez que pueden, con mis padres antes de las peleas sin sentido, pasando momentos de calidad con mis amigos, las risas en clase y el inolvidable atardecer. No hay día que no me arrepienta de aquel atardecer.

No puedo ni ver el sol por las ambiguas tablas que tratan de ocultar la ventana, solo se aprecian destellos que se muestran débiles, poniendo triste por algo tan banal.

De pronto entra Matthew o como se llame con una bandeja de ¿desayuno? Más bien parecen las sobras de la cena o lo que se comería un animal.

—Come—coloca la bandeja sin delicadeza en la cama.

—No quiero nada que venga de ti, pensé que eras un buen chico y resultaste ser un infeliz, ¿siquiera tienes 17?

—Soy mayor que tú por unos cuantos años, pero no es relevante así que come—ordena.

— ¡No comeré nada! ¡Quiero ir a mi casa! ¡¡Ahora!!—exijo.

Él se acerca y me agarra por el cuello casi dejándome sin oxígeno. —No comas nada— recoge la bandeja de mala gana- volveré en la noche—sale de un portazo.

Matthew

Clara está muy insoportable, la recordaba más dócil. La noticia de su desaparición hizo eco en todos los canales de noticias, por ser estudiante del Morgan Institute. Después de esos sucesos el mismo día, el instituto se encontraba bajo el
ojo público. Todos estaban al tanto del suicidio de Steve y la desaparición de Clara.

Toda la institución se encontraba de luto por el atleta. Deceso que desencadenó una serie de denuncias de maltratos, abusos e incluso tentativas de homicidios a personas que él abusaba. Esto causó todo escándalo con reporteros y policías de por medio.

Conduzco a la casa del difunto para dar mis condolencias, observo que están desmontando la carpa del velatorio, intento acercarme para dárselos, pero alguien me detiene agarrándome del abrigo para dirigirme lejos de la casa.

—Suéltame antes de que yo intente zafarme— digo con inquietante calma.

— ¿Qué haces aquí, buscas problemas? —dice Zack, soltándome.

—No vuelvas a hacer eso y mucho menos seguirme o te castigaré—lo amenazo.

— ¿Cuándo podré iniciarme? Dijiste que podía matar a la persona que elijas y te estás tardando—dice.

—De hecho, no debemos alargar más las cosas. ¿estás preparado? —pregunto.

— ¡Más que listo! —dice emocionado.
Se llevará una grata sorpresa. Él no trata de entender que no puede ser como yo y nadie será igual a mí. No le enseñaré nada, más bien lo convertiré en papilla.

Zack sabe demasiado y es un riesgo a largo plazo, por lo tanto, debe morir, pero antes de que quite ese peso de mis hombros.

El juego macabro de un homicida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora