Capitulo 51- No confíes en él

30 0 0
                                    

Comencé a desesperarme; mi cerebro estaba trabajando mal, iba a matarlos a todos y prenderle fuego a la casa si era necesario para encontrarla; de pronto, la puerta del baño se abre y sale ella junto con el bebé, ambos bien vestidos y abrigados.

Solté un suspiro de alivio.

--Ahora qué te sucede?  Por qué nos ves así?—preguntó ella pasando a mi lado con el bebé en brazos, la seguí todo el camino con la mirada

--Dónde estabas?—pregunté tratando de calmarme, Johanna dejó al niño en la cama y me miró confundida

--Estaba en el baño, me estaba abrigando porque hace frío—explicó señalándose con obviedad

-- Por qué te llevaste al niño al baño?—insistí sin apartarle la vista, Johanna colocó sus manos en sus caderas y me dio una mirada como si fuese a golpearme

--Porque es mi hijo y me lo llevaré a donde sea que quiera! Cuál es tu problema? – se giró y agachó para agarrar un par de zapatillas, tomó asiento en la cama dándome la espalda, me acerqué a ella y me paré delante suyo

-- Yo sé que no te agrado, pero en verdad me preocupo por los dos, asique, por favor, no vayas a ningún lado sola en esta casa; es por tu bien y el del niño—casi supliqué, Johanna asintió sin darme mucha importancia, se puso el calzado y se paró, tomó al bebé en brazos, lo cubrió con una pequeña manta y caminó hacia la puerta

--Vamos a almorzar algo, tenemos un largo camino por delante—dijo apenas girando para verme, caminé rápidamente hasta ella, abrí la puerta con una sonrisa y la dejé salir primero.

Los hombres que estaban en la puerta nos acompañaron hasta el comedor de la casa, nos hicieron tomar asiento en la mesa. Unos segundos después, Max entró a la habitación.

--Qué tal todo? Todo está bien? – preguntó con una sonrisa en su estúpida cara, miró a Johanna y esa sonrisa aumentó, caminó hacia ella y se paró a su lado – Parece que te gustó mi regalo; o es que hace frío aquí?—agregó apoyándose en la mesa.

--Hace frio aquí—respondió Johanna con un tono cortés, Max asintió

--Apuesto a que estabas viviendo en un lugar cálido – dijo para iniciar una conversación

-- Si, de hecho; estaba cerca de una playa—dijo ella amable

--Que lindo, yo tengo una casa cerca de una playa; estás invitada a ir cuando tú quieras, claro que con el pequeño retoño—Max no se cansaba de tirarle indirectas frente a mí

--Te lo agradezco pero, no creo que pueda—dijo ella y luego me miró, Max desvió su atención a mi, miró al bebé y luego regresó su mirada a ella

-- No te duelen los brazos por estar todo el tiempo cargando al bebé?—preguntó él con curiosidad, Johanna lo miró confundida; -- Me he estado haciendo esa pregunta desde que te vi esta madrugada—Max levantó su mano derecha y un sujeto entró al comedor con un carrito de bebé color azul con un moño, globos y muñecos de peluche.

--Qué es esto?—le pregunté poniéndome de pie cansado de su falta de respeto

-- Tranquilo, mejor tomá asiento y dejame hacerle un regalo; ella se lo merece, ha estado trabajando tan duro y ha soportado tantas cosas—dijo Max sacando un arma de su cintura, la dejó sobre la mesa—No creas que no sé quién es ella, vamos, hay mucho de ella en internet y no hay que ser un genio para darse cuenta las cosas que ha pasado contigo; ahora mi pregunta es—agregó mientras miraba de mí hacia ella --cómo hiciste para soportar toda esa basura?—se veía confundido, yo estaba furioso y Johanna tenía miedo.

--A qué te refieres?—preguntó ella con algo de temor en su voz, se abrazó aún más al bebé

--No te asustes cariño – dijo Max y apoyó su mano izquierda en el hombro derecho de Johanna –solo tengo curiosidad y me gustaría que me cuentes como es que esta basura terminó aquí con alguien como tú?—agregó mientras me señalaba con un gesto de cabeza; mi ira estaba al límite de estallar pero, no podía moverme sin que ninguno saliera herido.

-- Yo, no lo sé – admitió ella y agachó la vista, Max sonrió con compasión

-- Te diré algo, acepta mis regalos; comamos algo ahora y cuando el avión despegue, siéntate a mi lado para conversar; te aseguro que tenerme de tu lado es lo mejor que te puede suceder, tanto a ti, como a tu familia—ofreció él amablemente, se puso derecho y caminó hasta la punta de la mesa, se sentó y agregó – Adelante, sírvanse—con un movimiento elegante de su mano.

Almorzamos en silencio y con algo de nerviosismo; Johanna porque Max no dejaba de verla y regalarle sonrisas y yo, por el comportamiento del maldito y sus hombres armados viéndome con mala cara.

Cuando finalmente terminamos, los hombres de Max nos acompañaron de regreso a la habitación llevando con nosotros el carrito del bebé y los peluches con los globos.

Abrieron la puerta, entramos y ellos detrás nuestro; dejaron las cosas allí y se marcharon.

--Qué pasará ahora?—me preguntó Johanna mientras caminaba hacia la cama y dejaba al bebé allí acostado; sinceramente, no tenía idea de lo que podría llegar a pasar ahora, no contaba con que Max sintiera algún tipo de atracción por Johanna; aunque, no sabía si era eso o solo lo hacía para fastidiarme.

--No lo sé, yo no planee esto—admití con honestidad; Johanna se quedó en silencio, se sentó a los pies de la cama, se veía triste. –Tranquila, aunque no lo haya planeado, jamás dejaré que nada malo te pase a ti o a tu bebé.—le aseguré para que se quedara tranquila, o por lo menos que tuviera algo de tranquilidad.

--Entonces, qué haremos ahora?—preguntó, ella ya estaba pensando en alguna manera de escapar y no morir en el intento para regresar con el otro.

--Seguiremos con lo que te he dicho, iremos a Buenos Aires, no le dirás nada a Max y una vez que lleguemos, será otra cosa; por el momento, te ruego que me hagas caso y no intentes nada estúpido. Si crees que yo soy una basura, él es mucho peor—dije sentándome en el sofá, necesitaba pensar bien en lo que haríamos. No voy a dejar que Max se entrometa o que ella se vaya con el grandulón ese.

Johanna no se veía muy conforme con el plan pero era todo lo que teníamos por ahora.

Después de lo que pareció una eternidad por los nervios y la ansiedad, los hombres de Max golpearon la puerta y entraron a la habitación; sin decir una palabra, tomaron las bolsas con ropa, las cajas de calzado, el carrito del bebé y los peluches y salieron del cuarto. Johanna y yo estábamos confundidos pero, creo que era hora de irnos. Antes de salir, me acerqué a ella y dije:

--Por lo que más quieras, no confíes en él ni en nada de lo que dice, entendido?—ella asintió en silencio, miró al bebé en sus brazos y salimos de la habitación.

La Bailarina del Luchador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora