twenty-one.

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Despertó con el cantar de los pájaros a través de su ventana abierta a la mañana siguiente

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Despertó con el cantar de los pájaros a través de su ventana abierta a la mañana siguiente. No había dormido mucho esa noche a causa del mini Wooyoung que no paraba de rondar en su mente y de la molesta música que su hermano escuchaba, cada poco tiempo se despertaba por culpa de 6IX9INE a todo volumen.

Cuando San decía que odiaba a su hermano, odiaba a su hermano.

Se tomó una aspirina acompañándola con un trago de Monster. Decir que San estaba en su peor momento era quedarse corto. No había habido ningún día en que se hubiese dormido sobrio, no desde que había salido del campamento. Su apetito se había ido junto con su energía, pero hoy iba a cambiar eso, necesitaba ordenar su vida y olvidarse del chico que una vez hizo que su corazón se acelerara.

Su cita era en dos horas e hizo todo lo posible para convencerse de que iba a ser divertido, pero en el fondo sabía que no lo iba a disfrutar. Su madre le llevaba diciendo desde los dieciocho que debía empezar a comportarse como un adulto, y el primer paso para eso era encontrar «el amor de su vida». San sabía que eso eran puras patrañas, pero nunca le replicó a su madre, no quería saber lo que le haría si lo hiciera.

Entró en la ducha con la esperanza de refrescarse, pero al acabar nada había cambiado. Nada podía ayudarlo a salir de su depresivo estado.

Excepto, tal vez, él.

«Basta», murmuró para sí mismo en el espejo. Tan solo llevaba una toalla envuelta alrededor de su cintura. Antes solía ​​sentirse bien consigo mismo al ver sus tonificados músculos y sus abdominales duros como rocas, aunque ahora parecía que no era así. Le repugnaba lo que veía.

Salió del baño y regresó a su habitación, donde la ropa estaba esparcida por el suelo porque no se sentía con ánimos como para lavarla. Sí, era repugnante usar ropa sucia en una cita, pero no le importaba en lo más mínimo. Se puso la ropa más limpia que encontró y se roció media botella de colonia por si acaso.

Era sábado por la mañana, por lo que toda su familia estaba en casa. San quería evitarlos a toda costa porque tenía el presentimiento de que se darían cuenta de todos y cada uno de sus pequeños errores. Lo sabía por experiencia.

Después de meter unos cuantos billetes en su bolsillo y coger su teléfono, bajó las escaleras con la esperanza de poder pasar desapercibido, pero para su suerte, su hermano estaba sentado en el sofá de la sala y en cuanto lo vió le hizo una mueca de asco.

—Te ves fatal.

—Al menos salgo de casa, puto retrasado— escupió enfadado. Ya no podía mirar a su hermano de la misma manera desde esa noche.

Jongin, el intento de hermano de San, se rió entre dientes. —Ah, tienes razón. No puedes perderte tu cita. Espero que te vaya bien.

San caminó hacia donde estaba sentado Jongin y lo miró directamente a la cara. —Arruinaste mi vida. Te odio y espero que te des cuenta de eso.

Camp ChoiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora