2.La huída

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DAVINA
Berlín, Alemania
4 de enero

Suspiro antes de sentarme junto a la camilla, bajo la mirada de mi padre. Sus ojos verdes me buscan, encontrando el azul de los míos, un reflejo de lo que solíamos ser. La habitación está impregnada de un olor a desinfectante que me hace sentir aún más atrapada.

—¿Estás bien, Davi? —pregunta él, su voz cargada de una preocupación que parece un eco distante.

—¿Tú lo preguntas? —respondo, conteniendo la frustración.

—Lo siento —murmura, pero sus palabras caen pesadas en el aire, vacías de significado.

—Tus "lo siento" ya no se escuchan como disculpas desde hace años. —La verdad me quema en la garganta, y puedo sentir el nudo formándose de nuevo.

—Esto es lo que tenemos, mi vida es esto y sé que... —no lo dejo terminar.

—Me voy a ir —aviso, sintiendo el peso de la decisión en mis hombros. Sus palabras se ahogan en un silencio denso. —No puedo vivir así, esto no es vida. Quizás para ti y para mamá lo sea, pero no lo es para mí. No quiero que lo sea para mis hermanos, así que, por favor, haz algo. Rompe el círculo.

—Davina...

—Me voy por la mañana —digo, tragando el nudo que se ha formado en mi garganta.

—¿A dónde? —Pregunta, y aparto la mirada hacia el suelo, donde las baldosas blancas reflejan la luz fría del hospital.

—Me lo reservo para mí.

—No me alejes.

—Tú siempre te alejaste. Me alejaste. Tu trabajo siempre estuvo por encima de mí, y ahora también lo está por encima de Aiden y Amelie.

—No, las cosas no son así... —se defiende, pero su voz carece de convicción.

—Ni siquiera les diste tu apellido. No te he visto ni una sola vez pasando tiempo con ellos. Pero sabes a quiénes sí he visto pasar tiempo con ellos.

—Nena... —toma mi mano, y su calidez se siente extraña, como un recordatorio de lo que alguna vez significó.

—Vladimir estuvo siempre, no como tú... Incluso Alec fue mejor padre que tú, y él ni siquiera tiene hijos.

—Davi... —una lágrima rueda por su mejilla, y por un instante, me siento culpable.

—Y aún así te amo, papá... —me inclino, dándole un beso en la frente, un gesto que me duele más de lo que puedo expresar, para después salir de la habitación.

Una vez cruzo las puertas, me dejo caer al piso, recostando mi espalda en la pared detrás de mí. Sujeto mi pecho, sintiendo cómo el llanto me atraviesa como una ola. Cada respiración es un esfuerzo, y la tristeza se convierte en un peso en mi pecho.

—Vina —escucho a Alec correr hasta mi lugar y arrodillarse a mi lado mientras toma mi mano y la lleva a su pecho. —Respira conmigo.

En la sala, logro ver a Cassian, hablando con su esposa Aretha y su hijo, James. Al verme, no se acercan, pero sus miradas son pesadas, llenas de preocupación.

Y lo único que alcanzo a hacer es irme contra el pecho de Alec mientras lloro, sintiendo la suavidad de su camiseta y el latido constante de su corazón.

—¿Qué pasa? —me cuestiona, masajeando mi espalda con cautela.

—Necesito salir de aquí.

—Bien.

Me ayuda a levantar y antes de guiarme a mi auto, habla con Cassian.

Los minutos siguientes son silenciosos mientras me lleva a mi apartamento. Al llegar, ambos subimos y me siento en mi cama, mientras él se queda de pie viéndome con atención.

Furia (Killers #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora