PROLOGO

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( Secuela de "La Reina de Los Caídos )

[ pura fantasía. No se basa en ningún echo bíblico, todo es imaginación mezclada con poco y nada de realismo. ]

[ no es mi intención ofender a ninguna religión, en simplemente wattpad. Tranquilos. ]

[ si no lees el primer libro, lo lamento cariño pero no entenderás nada. ]

        

EDEN



Había una vez, un jardín tan colorido y saludable que todos los ángeles gustaban de caminar por allí a sentir el aire fresco acompañado de bonitos olores que irradiaban ciertas flores. En la entrada del jardín, se podía ver un precioso camino de Narcissus amarillos que solían encantarles a cualquiera que los observe. A la izquierda las Calas blancas señalaban el camino encrucijado hacia el interior.

Rodeando la cascada de agua, y pasando el pequeño lago lleno de Anemonas, se encontraban varios caminos para tomar. Podrían tomar el camino donde las Anemonas violetas seguían, el camino de las Calas, o el de las Rosas. El de las Amapolas siempre era el más frecuente de tomar, o el de las Claveles.

Pero el único camino que te llevaba a la creadora de tanto arte era El Camino del Color Verde. Así solía llamarlo ella. Era un estrecho camino donde no había nada más que pequeños arbustos verdes llenos de vida. Si tomabas aquel camino, mientras más caminabas más podías ver la diferencias de arbustos, tanto como algunos llenos de frutos, como otros llenos de pequeñas flores.

Y en el fondo del camino, se encontraba ella.

Eva solía estar solitaria en su trabajo, con las manos llenas de tierra y el cabello recogido en una coleta alta. Siempre de cuclillas moviendo la tierra de algún fruto de su jardín.

Fue un día donde el clima estaba perfecto que Eva, recibió una visita específica.

—Hija mía.

Eva alzó la vista hacia él. Dios estaba parado con las manos detrás de la espalda, observándola con una sonrisa leve en su rostro. Ella se puso de pie rápidamente llevando los mechones sueltos de su cabello hacia atrás.

—Padre. —Se inclinó en una reverencia.

—El jardín cada día está más hermoso. Admirable, Eva.

—Le agradezco. Me han encantado la canasta de Tulipanes dorados que me ha enviado.

Dios acarició su mejilla, para luego mirar los costados. Observando los arbustos.

—Creas demasiados árboles, Eva.

—De seguro sabes que están dando frutos. Estos árboles son iguales a los que ha creado en el reino humano, padre. Dan frutos iguales de deliciosos.

Dios observó la fruta que caía en un árbol a su izquierda, tenía razón. Mismo color, misma forma y consistencia.

—No eres tú quien ha de hacer esta tarea. Me has pedido autorización en crear tu jardín basado en flores, no frutos.

—¿Qué tiene de malo, padre? —Eva se cuestionó. —Son frutos comestibles, iguales a los que creas tú. Ahora mis hermanos e hijos pueden optar por tener la elección de probarlos.

—No juegues a tener más poder del que ya tienes. Por crear frutos que pueden estar fallidos puedes intoxicar a tus hermanos e hijos.

Eva frunció la nariz.

—Lo dudo, mis frutos…

—Eva. —La detuvo. —Careces de control sobre tu curiosidad. He de recordarte que aunque seas hija mía, mi primogénita, no debes abusar del cariño que te he acogido. Quita estos árboles, te haré llegar flores más bonitas para que te entretengas.

Se inclinó depositando un beso en su frente para luego girarse, dispuesto a irse.

—No lo haré. No destruiré mi jardín.

Dios se detuvo en seco, haciendo que la vea por encima de su hombro.

—Eva... Ya te he advertido sobre tus brotes rebeldes.

—No entiendo qué está mal. —Volvió a fruncir la nariz, cosa que le molestó a su creador. Siempre lo hacía cuando esta asqueada de las injustas reglas qué le colocaban. —Los frutos son buenos. Yo misma he revisado cada uno de ellos.

El Rey EspiritualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora