°•cinco

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LA POMADA estaba haciendo efecto bastante rápido, reduciendo la hinchazón de los golpes, aliviando el dolor y curándolos.
Ya estábamos a día viernes y hace dos horas acababa de llegar del trabajo; mi cuerpo entero me pedía descansar, pero sabía que no lo iba hacer del todo.

Después de lo sucedido había tenido una que otras pesadillas para que luego el sueño se me fuera por completo. Son secuelas que nos quedan y nos empiezan a calar la mente y el corazón

A veces solo quería gritar y otras tantas llamar a Amy, a mamá y hasta el propio repartidor de pizza para que se quedaran a dormir conmigo por las noches, ya que el miedo me invadía y los pasillos y rincones oscuros de mi departamento de repente poseían una melena rojiza.
Algo que había descubierto en esos días, es que cuando te sientes indefenso la oscuridad te hace cobarde.

Todos los días recibía palabras de aliento de mi madre, de mi coreógrafa, de mi amiga e incluso recibí unos mensajes del señor Lynn preguntando cómo seguía y si necesitaba algo. Supongo que él se sentía responsable de cierta manera por las metidas de patas de su hija al elegir como novio a alguien tan despreciable cómo Omar Sandoval.

Del pelirrojo no había sabido más nada; al parecer lo tenían bastante lejos de mi y su familia se sentía tan avergonzada que se habían comunicado conmigo el día miércoles para pedirme perdón por todo, y que harían todo lo posible porque el imbécil cambiara...
Quise decirles muchas cosas malas de su hijo, pero suponía que ya tenían suficiente al tener un hijo como ese desgraciado.

Ahora solo estaba llegando a casa dos horas antes de que realmente terminara mi jornada laborar porque el señor Burpo se había apiadado de mí.

Tampoco había podido bailar como era debido y eso me estaba matando. Ahora solo faltaba que me dijeran que no podía ir a la iglesia porque estaba convaleciente. Físicamente me sentía mucho mejor, pero aquella parte interna que todos tenemos ahora poseía algunas fracturas y fisuras.

Mi alma dolía.
Mi alma estaba sufriendo.

Y con todos esos pensamientos extendí mi mano al teléfono y marqué el número que realmente ya me sabía de memoria.

Pizzería la quinta dimensión, ¿En qué podemos servirle?

—Luna...—solté en un suspiro.

¡Emilie! —su gritó hizo que alejara mi oreja del teléfono ¡¿Cómo has estado?! ¡Qué susto nos hiciste pasar!

—Supongo que Elísamuel ya les dijo—me sentí un poco molesta por eso, cómo si hubieran invadido mi privacidad.

No... El no nos dijo nada-hice una mueca de confusión aunque ella no me estaba viendo.Lucas y yo nos encontramos a tu mamá en el centro, preguntamos por ti y ella nos dijo todo.

Anaís... Que bocazas.

—¿Entonces el repartidor no les dijo nada?

No. Solo pagó la pizza con su dinero y dijo que habías tenido unos problemas.

Y eso me hizo estar aún más confundida, ¿Yo no había pagado esa pizza?

«¡Por supuesto que no, idiota!». Me gritó mi consciencia.

—Mierda...—murmuré con los ojos cerrados-Ya estoy mejor—respondí a su primera pregunta—Pero estaría mejor si me traes una pizza con doble queso.

Ella rió mientras escribía mi orden.

—Cuidate, Emilie.

—Tu también.—respondí para luego colgar.

Dime que me amas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora