°•ocho

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    EXISTEN momentos en nuestra vida donde entramos en un bucle de pensamientos extraños; un bucle de pensamientos que solo se acercan a nosostros por temporadas quedándose como huéspedes frecuentes de algún hotel en fechas vacacionales.

Tal parece que en mi mente habían llegando las vacaciones para que estos pensamientos invadieran mi cabeza. Eran esos momentos donde todo se vuelve un poco más difícil, más complicado; dónde nosostros nos convertimos en nuestro propios enemigos. Hoy sábado yo me encontraba de esta manera ya que no me sentía suficiente, que todo lo hacía mal... Cada paso en la coreografía se veía terrible en el espejo y los pies me pesaban un montón.

—Van a ser las diez, Emilie. Será mejor que te vayas.— Gabriela entró nuevamente a la sala de baile mirándome con las cejas fruncidas y los brazos cruzados.— No entiendo por qué estás haciendo esto; mañana tenemos el ensayo y te necesito con fuerzas.

—Lo lamento. — apagué el reproductor de música para tomar mi bolso junto con la botella de agua —Tal vez solo estoy nerviosa.

— Aún falta mucho para el concurso, ¿qué es lo que realmente tienes?— ella se acercó a mi con una postura más relaja, mirándome con preocupación.

—No lo sé... Solamente siento que todo me está saliendo mal.— pasé la vista por el lugar solo para no ver su rostro.

—Todos pasamos por esos momentos; pero tampoco quiero que te gastes las piernas y los pies antes de los ensayos, sino no vas a rendir — colocó una mano en mi hombro — No es bueno para ti, ni para tus compañeros.

Asentí a sus palabras y luego con una despistada corta salí de la academia. Viéndome en la calle a tan altas horas y sola, provocó que un miedo empezara a surgir dentro de mí, ¿cómo rayos se me ocurría venir a practicar tan tarde?
Aunque estaba en mi momento de desear la soledad para no socializar con nadie, eso tampoco implicaba caminar sola por unas calles oscuras y sin señales de alguna persona con valores y modales, por lo que apuré el paso estando muy vigilante e incluso cada tanto volteando la mirada tras mi espalda.

En tan poco tiempo habían pasando muchas cosas y la seguridad que me había costado construir por años se fue en una sola noche. Odiaba recordar una y otra vez lo sucedido con Omar, pero superar cosas así no eran de la noche a la mañana, o en un mes. Así que mientras caminaba solo pensaba en:

«¿Qué hago si Omar viene tras de mí?, ¿qué hago si aparece de repente y yo sola por estas calles?».

No era fácil, la verdad es que no era fácil.

Estaba tan concentrada en ese preciso instante con mis pensamientos, que el susto y el brinco que di cuando una motocicleta aparcó a un lado de mi, casi me hace caer sobre mi trasero.

—Lo siento, te llamé y no respondiste— La voz de Elísamuel llegó a mis oídos como el ruido de la corriente en las olas del mar... Relajante.

—¿Me llamaste, cuándo? — logré decir cuando sentí mi corazón más calmado.

—Justo ahora, pero parecías distraía.

Asentí a sus palabras y solté un casi imperceptible suspiro.

—Voy a mi casa.

—Es demasiado tarde. Ven, sube.—pero no me subí, ni siquiera di el primer paso.

¿De dónde había salido este hombre?
¿Y esa motocicleta? Parecía la del un rockero, pero él solo cargaba unos jean azul oscuro y una camisa de botones beige.

—Emilie, sube, que ya es tarde. Yo te llevaré.

Con torpeza lo hice colocando mis manos sobre sus hombros para sostenerme.

Dime que me amas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora