•° díez

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   UNA SEMANA, una semana había pasado desde aquella salida que tuve con Elísamuel Sáenz. Desde ese día la bandeja de mensajes de mi móvil siempre portada un mensaje de él; en la mañana, en la tarde, por la noche, siempre estaba él.
No era estresante ni agobiante, de hecho se comporta atento y educado... Aunque los coqueteos no pasaban desapercibidos.

¿Cómo le respondía yo?

Digamos que mis respuestas eran más serenas y serias, a veces le respondía a sus coqueteos, pero lo que me detenía en cierta manera de seguir completamente el juego de sonrisitas, mensajes bonitos y aceptar otra salida; era nada más y nada menos que Graterol Hugo. El que por cierto estaba justo frente a mí mientras leía un mensaje de Elísamuel con rostro inexpresivo.

—¿Trabajo? — su pregunta me hizo mirarlo atenta. Hoy estaba extrañamente más guapo y se comporta más distante... ¿Habrá pasado algo?

—Algo así. — suspiré tomando mi taza de café para darle un sorbo lentamente mientras lo analizaba y dejaban el teléfono nuevame dentro del bolso—He estado un tanto estresada. Háblame de ti, te noto un poco extraño...

«¿Podríamos hablar antes de que te vayas?». Recordé el mensaje.

El abrió sus ojos en sorpresa para luego sonreírme con la esquina de sus labios, sus ojos no lo hacían.

—Han estado pasando muchas cosas, la verdad.

Aquí tenía otro dilema...
¿Debería de escuchar las palabras de Hugo?
¿Debería de ser atenta y ser su hombro de consuelo?
¿Debería ser una consejera?

Eran preguntas que justo ahora me estaba haciendo y que antes no pasaban por mi mente en ningún momento; es que no sé si sea buena idea acercarme a Hugo de esta manera. Desde que comenzamos con los encuentros sexuales había dejado claro que los temas personales, serían siempre temas personales. Jamás quise tomar el riesgo de conocer más de Hugo y que en algún momento mi corazón comenzara a sentir cosas no solo por su cuerpo... Ahora, ¿Debería de cambiar ?
La cuestión es que no lo tenía muy claro a parte de que el miedo se inauguraba en mi ser.

Hugo comenzaba a confundirme.

—¿Ocurrió algo con tu esposa?—pregunté desviando la mirada para no encontrarme con la suya; sabía que mi pregunta lo había tomado por sorpresa. Era riesgoso mirarlo ahora.

—No. Lo que pasa es que pospusieron la firma de papeles para la próxima semana— asentí por toda repuesta aún sin conocer el motivo de su acongojo. —Y ya ha pasado tres veces. No quiero sospechar porque fue ella quien me pidió el divorcio... Pero a veces siento que aún quiere seguir con este infierno.

Se llevó las manos a su cabello peinandolo hacia atrás con afligción, soltó un suspiro pesado y me miró a los ojos por unos segundos.

—Simplemente quiero ser libre de una vez por todas.

—No se que decirte— entrelace mis dedos un tanto nerviosa, el solo sonrió y negó.

—Es suficiente con ser  escuchado.

Y aquí estaba mi miedo, que la comodidad creciera en él para luego tomarme como confesionario. Sentí un escalofrío subir por mi espalda que casi me hace pegar un brinco en la silla de la cafeteria. Sí, la misma donde trabaja Elísamuel.

¿Demasiado descaro ?

En mi defensa no fue idea mía. Hugo insistió tanto que hasta el señor Burpo me terminó dando permiso mientras me guiñaba un ojo picaron.

Por Dios, no...

Podía sentir de vez en cuando la mirada del otro sobre mí, a mis espaldas; estaba tratando a Hugo con más sequedad de la normal, y es que no sería nada agradable ver cómo acepto los coquetos de otro chico teniendo con el que salí hace una semana detrás de mi preparando cafés.

Dime que me amas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora