°•seis

5 4 0
                                    


      HAY MOMENTOS dónde queremos que todo a nuestro alrededor desaparezca; pocas veces me sentí de esa manera, pero cuando sucedía el sentir y el peso eran tan grandes que hasta me impedía respirar a veces.
Cuando era una niña de seis años me sentí así, también cuando cumplí los siete y a los diez años intenté desaparecer solamente yo.

Pasamos por situaciones que no queremos repetir, pero parece que el universo está en nuestra contra y se repite casi como una maldición.
Aunque puedo decir que ahora eso no es tan grande; tal vez por el acostumbrado dolor dentro de mi y porque ya soy lo bastante mayor como para saber sobrellevar las cosas de una mejor manera...
Si, no desaparece, pero lo llevamos mejor.

Y así es como me siento justo ahora mientras el espejo completo que tengo en mi habitación me ayuda a detallarme toda. No soy alta, tampoco de baja estatura; realmente mido uno con sesenta y cinco, mi cabello tiene una extraña liga entre rulos y lacio; la mayoría de las veces se ve como un desastre. Así qué me esfuerzo en usar las mejores cremas y tratamientos para mantenerlo sano y aplacado; justo ahora cargo una coleta alta y por mi frente caen unos mechones en ondulaciones, son apropósito para hacerme ver más juvenil. Cargo un vestido de mangas por encima de los codos, de cuello tipo circular, ajustado en toda la parte superior de mis senos hasta mi cintura, dónde un cinturón dorado hace contraste con el color verde pino y me hace también una cintura más pequeña. Luego el vestido cae tipo campana con plises hasta justo por debajo de mis rodillas. Tengo puestas unas zapatillas doradas con correrás finas y de tacón pequeño y cuadrado que me hacen ver las piernas un poco más delgadas.

Mi piel es más clara que la de mi mamá, un poco bronceada, mis ojos son pequeños como si fueran algo rasgados, de un color marrón claro; llegando casi al ámbar. Cejas pobladas pero bien definidas, mis labios son extraños, no son finos, tampoco carnosos, pero tienen esa forma de arco que a muchos nos gusta. Mi nariz es un poco grande más sin bultos ni forma extraña. Me gusta mi nariz... Siento que me otorga unos rasgos más elegante en cierta forma. Y mi rostro es tipo ‘v’; el cual hace contraste con mi sonrisa que es realmente grande.
Mis curvan son delicadas, sin mucho que mostrar, sin mucho para ver, a cambio de mamá que es una morena despampanante... Salí más a la familia de papá.

No me considero una chica hermosa, pero sí atractiva; reconozco que tengo lo mío.

Y con ese completo análisis físico, respiro profundo tratando de asimilar que nuevamente hoy es lunes, que almorzaremos mamá, Elísamuel y yo. Que en los pasillos de mi departamento no está Omar, ni cercano a mi por las calles que voy a caminar o el transporte que voy a tomar, y Dios... Debo tomar una decisión respecto a Miguel. Que Amy está libre de una relación tóxica y aún se está recuperando de eso; también el poner más empeño en las prácticas de baile porque se acerca el encuentro entre academias y que...

Estoy bien.

Emilie Saab, se encuentra bien.

Con esos pensamientos fui todo el camino desde la parada muy temprano por la mañana, con el maletín de cuero en la mano izquierda y con el tacón pequeño de mis zapatillas sonando elegantemente por las calles de esa  húmeda ciudad. Al principio tenía en mente comprar un café para también saludar a Elísamuel; pero el señor Burpo necesita de mi ayuda urgente. Por lo que ahora estoy a paso rápido mientras ya diviso el edificio frente a mí.

—¡Emilie! —mi nombre ser gritado por mi jefe al entrar en su oficina me hizo saltar.

¿Estaba enojado?

Cuando recuperé la compostura lo detallé rápidamente, pero él solo me sonreía mientras estaba de pie frente a su escritorio y con las manos en la cadera.

—Disculpe la tardanza, señor.—dije haciendo una leve inclinación con la cabeza.

—Nada de eso—el negó—Has llegado a buena hora; soy yo quien no podía dormir.

Dime que me amas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora