Capítulo XII

49 6 8
                                    

12. Matt en acción.

Con un movimiento de cabeza saludo al guardia de seguridad antes de ingresar a la biblioteca

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Con un movimiento de cabeza saludo al guardia de seguridad antes de ingresar a la biblioteca. Y, tan solo con poner un pie dentro, no puedo controlar las emociones que me invaden. Tal vez pocos pueden decir que tienen recuerdos en una biblioteca, pero yo tengo más de los que puedo contar. Aquí leí mi primer libro, me reí con mis padres, fortalecí la relación con aquella niña… son recuerdos borrosos, pero son muy buenos, casi tanto como los que tuve alguna vez en una cancha.

Desde que sufrí el accidente me resulta extraño cómo el cerebro decide almacenar los recuerdos, pues a aquellos que te hieren, que dejan indefensos, los trae con una nitidez perfecta, como si el tiempo no hubiese transcurrido; pero a aquellos que posiblemente te hacen bien, quedan en los más profundo de tu cabeza o aparecen distorsionado o, peor aún, lo que en un pasado fue emocionante, en el presente se vuelve triste y desolado. Por ejemplo, los recuerdos buenos de España ya se convirtieron es imágenes grises y quizás en un futuro ya no existan. Cada noche en donde mis ojos se cierran y cada mañana cuando abren no dejo de preguntarme si algún día olvidaré el dolor de perderlo todo.

Camino por los pasillos, sintiéndome un niño de nuevo. La única diferencia de aquella biblioteca que conocí hace años es que agregaron una sección de librería en la planta baja, donde hay una mesa larguísima de los libros populares del momento.

Subo por las escaleras a paso lento hasta llegar al espacio para leer en paz. La parte de arriba es sector es exclusivo para la lectura, hay sillas y sillones en todos lados, la tranquilidad reina y lo único que se escucha es una leve melodía. La iluminación es bastante buena, el ambiente en general es bueno.

Me acerco al sillón que está en la parte más solitaria del sector y, al sentarme, me es imposible no sentirme como el Gonza del pasado. Solía pasar mucho tiempo en la misma ubicación, claro que nunca solo, siempre estaba conmigo aquella niña. Ambos leíamos juntos los mismos libros, incluso solíamos interpretar los diálogos, bajo la mirada de adultos que nos creían locos, pero ahí estábamos nosotros, recreando escenas que ni entendíamos con claridad.

De repente, un grito agudo se escucha a las afueras. Como curioso que soy, no tardo mucho en estar en la puerta.

—¿Qué fue eso? —pregunto al guardia.

—Un chico perseguido por niños —responde como si aquella oración no le causara risa.

—¿Chico?

—Ahí viene de nuevo.

Un adolescente moreno, vestido con remera de Spider-Man, corre como si su vida estuviera en peligro. Me parece ridículo que solo haya medio metro de distancia entre él y los niños hasta que noto que no puede usar sus manos, pues ellas cuidan como oro a una cámara de fotos.

Cuando veo al perro que va a la par, caigo en cuenta de quién es. El amigo, novio, conocido o lo que sea de la chica de sonrisa falsa.

—¡No podrán alcanzarme, soy tan rápido como Quicksilver!  —grita, extrañamente, feliz. Sin embargo, como si la vida estuviera en su contra, se tropieza con sus pies, cayendo justo frente a mí. La cámara no sufre ningún daño, pues cae en mis manos.

Casualmente Destinados #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora