El boulevard de los muertos

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La señora Virginia Dodson no sabía que llevaba más de treinta años muerta, por lo que todos los días repetía la misma rutina.

Primero, se levantaba cinco minutos antes de que su despertador sonara para descorrer las apolilladas cortinas de su apartamento, mirando distraídamente su alrededor. Después, se dirigía a tomar una ducha y arreglarse para tomar su desayuno en la misma cafetería que concurría desde hace varias décadas. Y cuando finalmente tomaba el último sorbo de su taza de café, dejaba unas cuantas monedas a modo de propina y la cuenta, para marcharse tranquilamente a caminar por el boulevard, hasta que se sentaba en una banca a observar a las personas que paseaban enfrente de ella. Una vez que caía la noche, volvía a su departamento, verificaba que todo estuviera como lo había dejadoantes de irse, y se retiraba a su cuarto, esperando a que amaneciera.

Era claro que Virginia estaba conforme con su vida, y, eso era razón suficiente para no hacer nada que la alterara. Pero, aquel día era diferente: Había despertado con una sensación extraña, la cual, le decía que algo no estaba bien.

Ese día dudó mucho en levantarse de su cama, y, cuando finalmente lo hizo, le tomó más tiempo aún el descorrer las cortinas. Pero, al abrirlas notó que no había sucedido nada de lo que ella esperaba. No, Virginia no esperaba que sucediera nada diferente, nunca lo había hecho, entonces, ¿por qué lo haría ahora? Así que, instantáneamente se tranquilizó, y se ordenó a sí misma a continuar con el resto de sus planes.

Pero, la sensación seguía ahí: ¿Había algo diferente?

Antes de irse, se detuvo para examinar minuciosamente que todo en su apartamento estuviera con el mismo orden de la noche anterior. Y, luego de varios minutos, se dio cuenta de que no había nada diferente. Acto seguido, salió de su apartamento y se dirigió a la cafetería. Pidió el mismo desayuno y se tranquilizó de veraquel lugar tan familiar. Al menos seguía siendo el mismo lugar para ella. Sin embargo, luego de unos cuantos minutos, la mujer notó que, había dos personas que nunca había visto ahí. 

Inmediatamente se dirigió a su mesa, sin dejar de sentirse sorprendida, decidida a que en el momento en el que el mesero viniera a atenderla, aprovecharía para preguntarle por aquellos desconocidos. Pero, poco a poco se percató de que aquel día, por alguna razón, el mesero que sabía su orden no estaba. ¿Sería esa la razón de su sensación? "¡Eso lo explica todo!" pensó para sus adentros, mientras sorbía la última gota de café que quedaba, poniéndose de pie, complacida por su rápido descubrimiento.

A continuación, se dirigió al boulevard, para seguir con su rutina. Y, cuando finalmente terminó su recorrido por el lugar, se apresuró hacia lo que ella consideraba como "su banca", mientras se disponía a examinar a las personas que pasarían por ahí: En cinco minutos pasaría aquel muchacho con su bicicleta, el cual parecía andar siempre apurado, y, en unos cuantos segundos debería pasar aquella niña tomada de la mano de su madre, la cual siempre seguía a Virginia con la mirada, mientras se despedía agitando las manos. Y, era cuestión de tiempo para que el panadero pasara impregnando el aire con su carrito. En cualquier momento la señora Dodson podría confirmar que, el sentimiento de extrañeza con el que se había despertado desaparecería.

Virginia estaba esperando pacientemente hasta que se vio interrumpida por una voz. Un poco irritada por haber sido distraída de su tarea habitual levantó la vista, para encontrarse con la de un hombre.

—¿Me puedo sentar?

Virginia le dijo a regañadientes que sí.

El hombre no espero más y tomó asiento en el otro extremo de la banca. Ante esto, Virginia volvió a mirar atentamente su entorno, buscando a todos los personajes que siempre veía, pero, no podía evitar pensar en que nunca había visto a aquel hombre por el boulevard.

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