—Ahora estás en el borde.
—Lo sé.
—Al menos ya llegaste hasta aquí.
—Sí—respondí, mientras miraba mis pies en el borde. A pocos metros de ellos se encontraba lo profundo.
—¿Qué harás después de esto?
—¿A qué te refieres?
—Ya llegaste hasta aquí. ¿Y ahora qué? ¿Qué pasará después?
—Todavía no lo sé.
—Aún tienes tiempo para decidirlo.
—¿Qué crees tú que deba hacer?
—No creo ser el indicado para responder esa pregunta ¿Vas a saltar?
—Aun no puedo decirlo con seguridad—contesté con frustración.
—Ahora estás en el borde—repitió la voz con tranquilidad—. Y debes decidir sobre lo que harás después. Desde mi perspectiva, tienes dos opciones: puedes saltar y ver qué hay en lo más profundo, o puedes volver sobre tus pasos e irte, no pasa nada. Al menos tienes tiempo para decidirlo.
—Debo decidirlo—comenté, aunque la voz esta vez no respondió, así que simplemente añadí—. ¿Crees que cuando llegue al fondo, a lo más profundo, veré algo más? ¿O me encontraré sólo con la oscuridad?
—Cuando llegues a lo profundo del agua podrás descubrirlo. Pero, supongo que debe ser un sitio muy oscuro, aunque, también existe la posibilidad de que veas los rayos del sol filtrarse a través del agua, aunque no lo sé con claridad. Creo que podrás ver el agua de colores; sería más agradable de esa forma.
—Lo entiendo—respondí, mientras me acercaba un poco más al borde.
—¿Saltarás?—repitió la voz.
—Todavía no lo sé. Estoy decidiendo.
—Bien...
—¿Y si me quedo en el fondo? ¿En lo profundo del agua?
—No creo que quieras quedarte, en algún momento tendrás la necesidad de salir.
—¿Y si no quiero salir? ¿Y si me quedo en lo más profundo?
—Supongo que me quedaré para acompañarte. Aunque, no creo que quieras quedarte—y, tomando una pausa, agregó—. Si llegas al fondo, estoy seguro de que inmediatamente tendrás la necesidad de salir.
—Estás muy seguro de eso, ¿no es así?
—Sí. Porque lo he visto. Te he visto.
—¿Y si te equivocas? ¿Y si me gusta más estar en lo profundo del agua?
—No estás hecho para estar en el fondo. No estás hecho para quedarte en lo profundo.
—No se sabe nunca-respondí, aunque sabía que la voz no se refería a eso exactamente. De hecho, no sabía a qué se refería en su totalidad.
—¿Saltarás?
—Creo que sí. Creo que debo saltar.
—Hazlo entonces—y como si se le hubiera ocurrido, agregó—. Si saltas, podrás decirme si mis suposiciones eran acertadas o no. Aunque siempre puedes volver.
—¿Por qué quieres que salte?
—Tú decidiste que querías hacerlo antes que yo. Además, no es la primera vez que lo has hecho.
—Pero no he saltado tan profundo. Me asusta.
—En fin... No debes quedarte en el fondo. Puedes volver a subir.
—Sí, lo sé. Es que...—titubeé, sin dejar de mirar el agua—. Estoy atrasando las cosas ¿no es así?
—No. Sólo te atrasas a ti mismo. Como dije, todavía tienes tiempo para decidir.
—No me estás ayudando...
—Mi intención nunca fue esa.
—En fin...—respondí—. Creo que lo haré ahora. Aunque...
—Tienes miedo.
—Sí.
—Bueno, sólo recuerda por qué quisiste saltar en primera instancia.
—¿Y si lo olvido?
—Sigues en el borde—fue su única respuesta.
—Saltaré ahora.
—Hazlo entonces-comentó la voz con un deje de decepción. Fue lo último que oí, antes de que todos los sonidos se amortiguaran por mi caída en el agua. Al abrir los ojos, noté cómo los rayos del sol se filtraban a través del agua, la cual se movía levemente por el peso que acababa de recibir. No había nada más. Sólo estaba yo. Y, poco a poco sentí cómo mis pies llegaban al fondo, chocando con el suelo. A los pocos minutos, noté cómo el agua me hacía subir poco a poco hacia la superficie, impregnando mis pulmones de aire.
—¿Puedes escucharme?—Inquirí.
—Te escucho—contestó la voz.
—No hay nada más: todo está en calma.
—Sí
—Solo estoy yo.
—Sí... Ya no estás en el borde.
—No. Ya no.
—Ahora estás en lo profundo-comentó la voz, mientras dejaba que el agua se moviera a mi alrededor—. Estás en lo profundo y estás flotando. Ahora flotas.
—Me parece que sí...—respondí, mientras tomaba bocanadas de aire—. Ahora estoy flotando...
—¿Y qué harás ahora? Ya llegaste al borde, y decidiste saltar. Y una vez que saltaste, llegaste al fondo, hasta lo profundo, para posteriormente salir a la superficie... Y, ¿después?
—Debo nadar. Creo que debo llegar a la orilla.
—¿Y después?
—Lo descubriré una vez que haya salido de aquí.
—Te acompaño—fue la única respuesta de la voz, mientras me dejaba llevar por unos minutos más por el agua.
—Gracias.
—Sabes que nos volveremos a encontrar, ¿cierto?
—Sí, lo sé.
—Pensé que lo habías olvidado.
—No creo que pueda hacerlo. Aun intentándolo sé que siempre estarás ahí. Siempre estás ahí.
—Siempre estaré ahí-repitió la voz, mientras me volteaba y comenzaba a nadar hacia la orilla—¿Había colores?
—Todo se iluminaba por los rayos del sol, así que sí, se puede decir que había colores.
—Al llegar hasta lo más profundo ¿Tuviste miedo?
—Por eso estás aquí, ¿no es así?—Inquirí, mientras me arrastraba a la orilla y me ponía de pie—. No, allá abajo no tuve miedo.
—Entiendo.
—Pero en el borde sí, sentí miedo. Tenía miedo de saltar.
—Por supuesto.
—No esperabas que saltara.
—Yo nunca espero nada, no se sabe nunca qué pasará...—fue la única respuesta, y después de una breve pausa agregó—. Nos veremos pronto y lo sabes, ¿verdad?
—Estoy seguro de que así será—dije, mientras me despedía de la voz y volvía sobre mis pasos, sin dejar de sonreír.
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El boulevard de los muertos y otras historias
FantasyCuando morimos, ¿adónde vamos? Virginia Dodson no sabía que llevaba muerta más de treinta años, así que todos los días repite la misma rutina, hasta que una mañana descubre una sensación extraña. ¿Hay algo diferente? ¿Y qué es? Al salir de su aparta...