La guardiana de tumbas

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Recuerdo que cuando era un niño, mi padre me había contado la historia de cómo mi abuelo había conocido a la guardiana de tumbas.

 Aquel día era particularmente triste para mí, debido a que sabía cómo las siguientes horas estaría rodeado de rostros tristes y cantidades enormes de lágrimas, mientras nos encargábamos del funeral de mi abuela. Y, aunque en ese momento yo no lo pude comprender, conforme fui creciendo, entendí que mi padre me había anunciado la historia con el fin de que no me asustara, ni me paralizara. Era claro que yo todavía no había estado en muchos funerales, ni tampoco tenía mucha conciencia sobre el hecho de que la gente moría. 

 Al principio de la historia, creí que la guardiana era un fantasma, o alguno de esos espíritus que vagan entre las tumbas por las noches. Pero, no pude disimular mi decepción cuando me di cuenta de que era una persona de carne y hueso, y que tampoco se encargaba de todas las criptas, sino que solo de algunas en específico. De todos modos, mi abuelo aseguraba que vio a la guardiana de tumbas por primera vez en el día que él mismo denominó como el más extraño de su vida: Ese día se suponía que sería el funeral de su padre, por lo que al poco tiempo se vio rodeado de trajes negros, sollozos y conversaciones que parecían estar mucho más lejos de lo que realmente estaban. 

Y, mientras todo el grupo se amontonaba cerca de la cripta, mi abuelo escuchó que a pocos metros de él algo se movía con rapidez. Y al voltear, fue cuando la vio. Era una mujer, la cual se paseaba entre las tumbas canturreando, depositando flores sobre ellas. Pero, no fue el hecho de ver cómo sus zapatos y el cinturón de su vestido estaban repletos de flores, ni tampoco el que estuviera manteniendo conversaciones con "los espíritus", sino el simple hecho de que era la única persona en todo el cementerio que no estaba vestida de luto, tal y como se lo indicaba el brillante vestido celeste que llevaba puesto.

Por un momento quiso acercarse a ella para verificar si sus sospechas eran ciertas, y quizá para darle la razón a todas las historias que había oído sobre la historia de la guardiana, pero, al poco tiempo cayó nuevamente en cuenta de la verdadera razón del por qué estaba ahí, así que terminó por abandonar la idea. Tuvo que pasar más de un año para que volviera.

Después de aquel día, los días comenzaron a pasar uno tras otro, volviéndose prácticamente iguales para él, mientras trataba de asimilar la reciente perdida que había experimentado. Constantemente se encontraba a sí mismo mirando fijamente hacia las fotografías que estaban esparcidas por el resto de la casa, tratando de encontrar el rostro de su padre en alguna de ellas, e inclusive se detenía para examinar con detenimiento las pertenencias que habían quedado en la casa, como una nota que suponía recordarle algo, o, los apuntes que había hecho en alguno de sus libros. Y, solo a veces, se percataba de que imaginaba una situación donde, en cualquier momento el difunto aparecería en la puerta, riendo porque todo había sido una pantomima, pero, muy en el fondo, aunque no quisiera admitirlo en ese momento, su padre se encontraba muy lejos de él.

Sin embargo, también notaba como las cosas a su alrededor habían cambiado: Su madre ahora parecía más distante y callada, aunque seguía esforzándose por continuar con la vida como la conocían, mientras que sus hermanas se encerraban en sus habitaciones, llorando, diciendo lo mucho que extrañaban a su padre. Así mismo, mi abuelo escuchaba cómo sus vecinos hablaban sobre el difunto, recordando "lo que hubiera hecho" en tal situación, o algún consejo que les había dado para otra situación en específico. Y, cuando finalmente los días comenzaron a convertirse en meses, las preguntas comenzaron a llegar.

 ¿Cómo era posible que ya no viviera, si toda su vida había parecido tan saludable? ¿Estaría feliz de todo lo que vivieron juntos, o había otra cosa que les había faltado hacer? ¿Había algo que se podía evitar? ¿Podía cambiar algo? ¿Lo extrañaría, desde donde quisiera que estuviera? ¿Por qué había muerto? ¿Por qué...? ¿Por qué? Hasta que, un día, al cumplirse un año de su partida, las preguntas desaparecieron, para darle la sensación de que, tenía la obligación de visitar la tumba; aunque fuera solo una vez.

El boulevard de los muertos y otras historiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora