El hombre de la calle 315

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—Es tu turno—señaló uno de los niños, mientras le tendía una canasta llena de pequeños papelitos doblados por la mitad a la niña que tenía enfrente—. Bien. Cada papel contiene el nombre de un lugar cercano a este, entonces, a la cuenta de tres, partiremos hacia allá. ¿Listos?

Cuando la cuenta finalmente llegó a su fin, todos se dedicaron a observar el nombre que se expandía sobre la hoja; algunos con cierta decepción disimulada, y otros con una creciente emoción.

—Recuerden, debemos volver en una hora, así que, traten de abarcar la mayor parte de casas que puedan—y, como si se le hubiera acabado de ocurrir añadió—. Y hagan su mejor esfuerzo.

—No se olviden de usar siempre sus máscaras. Nadie puede saber quién se oculta bajo el disfraz—agregó otro niño, guiñándole el ojo al resto, mientras bajaba su antifaz de un cráneo esquelético.

—A partir de ahora actuaremos como si no nos conociéramos. ¿Quién se oculta bajo la máscara de esqueleto? ¿Quién está debajo de esa sábana de fantasma? ¡Oh, quién! ¿Y esa persona, con el sombrero de bruja, es nuestra amiga? ¿Acaso esa persona vestida de momia será nuestro compañero de clase? ¡No lo sabemos! —exclamó el primer niño, mientras agitaba dramáticamente sus manos, sonriendo al escuchar las carcajadas de sus amigos.

Acto seguido, todos los niños comenzaron a acomodarse sus máscaras y verificar que sus disfraces estaban en la posición correcta, mientras asumían la identidad de aquello que representaban: Inmediatamente se escucharon risas grotescas, las cuales pensaban que pertenecían a las brujas; o los gruñidos de las momias al caminar...

—¿Iremos ya? —Inquirió uno.

—Creo que sí...

—¡Esperen! —interrumpió la niña—¿Dónde está la calle 315?

Todos los niños se voltearon para observar a la niña.

—¿Elegiste la calle 315? ¿Por qué?

—Yo no lo elegí, estaba en el papel. ¿Tú no lo escribiste? —Inquirió, tendiéndole el papel.

—Esta no es mi letra... Pero, si estaba en la canasta, quiere decir que deberás ir. Si no, estarías haciendo trampa.

—¿Esa no es tu letra? Entonces, ¿Quién puso el nombre ahí dentro? Sabes lo que se dice sobre esa calle...— repuso otro niño, vestido de momia, fingiendo que un escalofrío le invadía todo el cuerpo.

—No sé quien escribió el papel, pero, sabemos que, si no cumplimos con la dirección, estaríamos haciendo trampa. Así que, es mejor ir hacia allá... Tal vez yo lo escribí sin darme cuenta.

—¡Acabas de decir que no es tu letra, Max!

—Ya lo sé, pero...

—¿Qué sucede en la calle 315? —Interrumpió la niña, irritada—. Si al menos me van a obligar a ir, supongo que debería saber qué es lo que me espera allá.

El grupo se limitó a quedarse en silencio, mientras aprovechaban para acomodarse sus disfraces, mirando de reojo las bolsas y canastas que sostenían bajo el brazo, calculando cuantos dulces podrían conseguir.

—¿Y bien?

—Emma, la calle 315 está un poco antes del boulevard. Y, aunque es una calle como cualquier otra, pero,  se dice que hay una casa en específico en la cual su dueño puede conceder deseos.

—¡Oh, vamos! Estamos perdiendo tiempo valioso...—exclamó la niña vestida de pirata.

—¿Deseos? ¿De verdad? —Inquirió Emma, escéptica.

—He escuchado que basta con explicarle por qué anhelas que se cumpla eso, y él te lo concede, así, sin más. Pero, que no recibe a personas muy a menudo. Hay quienes dicen que es porque se mantiene viajando constantemente, quizá porque descubrieron su secreto, pero, también se rumora que la razón es porque puede leer las intenciones de las personas mucho antes de que lleguen a la puerta. Entonces, si el está de acuerdo con tu deseo, te lo cumple sin rechistar.

El boulevard de los muertos y otras historiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora