Carta al olvido

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—Primeramente, deben saber que la memoria es un proceso mental esencial en el desarrollo delas personas: Es por medio de la memoria que se da el funcionamiento del resto de procesos, pero, olvidar no es malo...—exclamó la especialista, desde el otro lado de su escritorio, ojeando los distintos papeles que sostenía en la mano—. De hecho, es algo completamente necesario. No podríamos llevar una vida normal si recordáramos absolutamente todo lo que sucedió en nuestra vida.

—¿Y entonces...?

—Tendremos que hacer exámenes para concluir que la situación que está viviendo el señor William son señales de Alzheimer.

—Sigo aquí.

—Sí papá, lo sabemos—exclamó mi hija, asintiendo con la cabeza, distraídamente—. ¿Hay alguna cura, o, una especie de tratamiento? En caso de que el diagnostico sea positivo, claro.

Me volteé para mirar por la ventana, analizando con presunto interés la carretera frente al hospital, tratando de ocultar la preocupación y el desánimo que sentía ante la mirada de mi hija, aunque, era perfectamente consciente de que ella estaba mucho más preocupada que yo.

—Sigo aquí...—dije, sin saber muy bien por qué.

—Sí. ¿Existe algún tipo de cura para ese tipo de demencia?

—Lamentablemente no. Actualmente no hay tratamiento ni una cura, pero, existen algunos medicamentos que ayudan a retrasar el proceso en los primeros años. Pero, es uno de los temas más investigados biomédicamente...—explicó con entusiasmo, mientras tecleaba, sin ser consciente de las miradas impacientes de mi hija, o de lo ausente que yo la analizaba—. Es muy probable que en algún momento se llegue a encontrar un tratamiento eficaz para este tipo de demencia, y mejor aún, una cura.

—Pero no próximamente.

—Eso nadie lo puede asegurar.

—Puede ser—zanjó mi hija. 

—Es mejor tener la esperanza de que encontrarán una solución, algún día— comentó, y con un rápido movimiento, la especialista tomó todas las hojas que se habían impreso y se las tendió a mi hija, mientras ella las tomaba y las introducía dentro de una carpeta—, antesde no tener motivación alguna.

Y, mientras Sara se dedicaba a leer todo el contenido de las impresiones, yo intentaba tomar un atisbo de lo que decían, aunque todos mis intentos fueron en vano. 

—Esos documentos, señorita Suárez, son algunos procedimientos y pruebas que llevaremos a cabo para darle un diagnostico a su padre. Dentro encontrará la fecha y la hora en la que deberán volver aquí, y las instrucciones que deberán seguir, en dado caso de que sean necesarias.

—¿Un diagnóstico?—pregunté con distracción.

—Sí, señor William. Un diagnóstico.

—Pero ¿eso no lo puede deducir usted? —exclamé, poniéndome a la defensiva, pese a que sabía que eran parte del protocolo.

—Puedo hacer un pequeño dictamen, señor, pero no podría ser lo suficientemente exacto y concreto como debería, puesto a que habría muchos factores que estaría omitiendo.

—¿Y qué implica esto? —comentó Sara, señalando la carpeta.

—El diagnostico consistirá en diversas evaluaciones y pruebas: Se tomará en cuenta los antecedentes médicos de su padre, y se evaluará el estado mental y psicológico. Todo es parte de este proceso. No obstante, siempre tendrán el derecho de no hacerlo, o, obtener una segunda opinión.

Ante esto, bajé la cabeza, resignado: Pese a que existía la posibilidad de obtener una segunda opinión, e inclusive una tercera, un poco más positiva, presentía que todos llegarían a la misma conclusión, por más que ambos quisiéramos que cambiara. Sabía, muy en el fondo, que el olvido estaba creciendo, haciéndose cada vez más grande y atemorizante. Entendía que el olvido invadía poco a poco mi existencia.

El boulevard de los muertos y otras historiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora