Dentro de la piel

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El camino en la ruta fue más duro de lo que pensó. Emiliano no podía sacar de su mente ese momento que había vivido en la casa de Enzo, sus palabras frías y distantes, su rostro duro y su olor angustiado que parecía contrastar con lo que decía.

Apretó el volante y se concentró en la ruta. Lo último que le faltaba era pegarse un palo porque no podía dejar de pensar en el que había creído su omega. Lo peor era que sabía que iba a volver a una casa que ya no era suya, a un drama que aún lo tenía como protagonista y a una pelea de la que no podía huir.

Llegó entrada la noche y estacionó el auto con cuidado. Quizá Mandinha estaba durmiendo, lo cual le evitaría el enfrentamiento directo. Sabía que sus hijos se habían quedado en lo de los padres de ella mientras ellos arreglaban algunas cosas ahí. Para ambos era importante no afectar a sus hijos con sus propios dramas y fracasos.

Apenas abrió la puerta se dio cuenta que había luz en la sala. Caminó con cautela, intentando no hacer ruido pero cuando entró a la habitación lo único que sintió fue una tela sobre su cara. No sabía lo que era pero el olor le llegó primero. Era la camiseta de Enzo.

—Que bueno que llegaste de tu viaje, ¿cómo estaba la trolita? Decile que se olvidó su ropa...

La camiseta de Enzo cayó al suelo y cuando Emi se inclinó para agarrarla, algo se desprendió de ella. Cerró los ojos sintiendo que nada podría ser peor. Era la tanga.

—Estaba buscando mis cosas en tu sala de trofeos y me encuentro con esto hecho un bollo en el estante de los guantes de oro, ¿te pensabas que soy estúpida? ¿Qué no iba a sentir ese olor a trola terrible? —cuestionó Mandinha enojada. Emiliano no decía nada, no podía dejar de mirar esas telas ni de sentir ese olor. Un escozor le vino detrás de los ojos—. Está bien, es rico, te lo concedo. Los omegas son así, huelen bien, te seducen pero ¿después? Después te va a dejar por otra pija Emiliano, es así.

Emi se pasó una mano por la cara intentando no pensar en ese olor, no mirar ese nombre y ese número en la camiseta, no pensar cómo Enzo parecía haber hecho eso mismo que su ex mujer decía.

—No sé qué querés que te diga —Fue su respuesta volviendo los ojos hacia ella.

Mandinha pareció sorprendida cuando cruzaron miradas, como si algo de lo que vio en los ojos de Emiliano la hubiese conmocionado. Quizá se dio cuenta o percibió su tristeza. Quizá podía olerla. Los alfas nunca podían sentir por completo los olores de otros alfas. Con el tiempo y el tipo de vínculo se podía lograr una mayor percepción pero las parejas de alfas no se caracterizaban por vincularse a través del aroma.

Eso nunca fue un impedimento para las parejas de alfas, que siempre buscaron otras vías para existir y funcionar perfectamente. Y en el caso de ellos habían funcionado durante mucho tiempo. Emiliano podía sentir varios matices del olor de Mandinha y ella también. En sus mejores años se habían comprendido muy bien y habían encajado con normalidad. El problema no era que fueran dos alfas sino que para Emiliano toda una parte que ignoró durante mucho tiempo había empezado a emerger y ahora no podía detenerla. Hacía rato que quería otra vida.

Aun así, ella se llenó de impotencia por la respuesta de Emiliano y por su apariencia derrotada, la cual distaba mucho del hombre que hacía poco le había pedido el divorcio. Mandinha ya sospechaba que había alguien más, pero no podía creer que fuese justamente ese pibe.

—¿No sabes? ¿Me hablas en serio, Emiliano? —espetó ella más molesta—. ¿Vas a cambiar una familia que construimos por diez años por una trolita que te calentó en el mundial? ¿Por ese pendejo?

—No hables así de él —dijo Emiliano con firmeza. A pesar de todo, no quería que hablara de esa forma de Enzo—. Vos sabes que nuestra relación ya tenía problemas hace tiempo, gorda. No es algo que surgió ahora.

Fuck you twice | Dibu Martínez x Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora