Paciente del cirujano tiempo

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Dedicado a la chica que me rompe las pelotas pero que quiero mucho (tiene nombre de color)







Celeste, rosa. De vez en cuando un lila que no responde enteramente a ninguno, se vuelve un mestizo. Todo lo que se le adjudica a este –que no por su condición de mezcla deja de ser un color– es ecléctico, pues le vemos de una manera nueva. Aquello novedoso siempre será aterrador, inclusive al color mismo le generará en algún momento de su existencia pavor.
Así como no obtenemos el pudor hasta sentirnos desnudos y vulnerables ante los demás, tampoco nacemos con una extraordinaria condición intrínseca. Los juegos, vocablos y todo lo que logramos al poco tiempo de desarrollo, no son más que lo que repetimos (inocentemente) luego de ser atravesados por nuestro ambiente sociocultural. Podríamos concluir en que una educación fija determinará nuestro comportamiento, mas no es así; se han de sumar a nuestra ecuación los factores éticos y religiosos, las formas que tomamos para relacionarnos con los demás y cómo abordamos nuestra consciencia gracias a la introspección. Si se nos enseñara desde pequeños a comprender que el miedo a verse desnudo es derivado de la costumbre y no implica (o idealmente no debería significar) algo negativo, quizá la percepción de nuestra figura no se vería manchada por los estereotipos y estaríamos en calma con lo nuestro.

Si bien no llegué a demostrar indicios a temprana edad de una dualidad con mi yo idóneo y mi devenir probable (ambos conceptos en los que me explayaré luego), siempre sentí algo incongruente en mí. Podría empezar con el hecho de querer cruzarme constantemente de piernas o de sentirme desconectada de los cambios hormonales, pero iniciaré hablando de mis expectativas. Mi "yo idóneo" es, como el título indica, lo que yo esperaría en mi persona en un futuro próximo o actual. Una idea que suele entremezclarse con la realidad y me hace tener una versión distorsionada de la misma, volviéndome incapaz de anunciarme como "ella" sin sentir un choque entre los prejuicios de qué es una mujer y mi ideología de género mucho más avanzada.
Podría yo recitar y repetir que ser una chica es una cuestión que excede a vestuarios y clichés, pero habría allí una contradicción aparente: si no creo que una mujer deba demostrar cánones femeninos para que la reconozcan como tal, ¿qué es lo que me lleva a angustiarme por cuestiones banales como la forma que tienen los demás a la hora de referirse a mí, el atavío que llevo o mi vello corporal? A mi forma de ver, el género no es ni siquiera un sentimiento, pues yo no me "siento" mujer, las sensaciones se limitan a estadías momentáneas del ánimo o incluso a nuestros sentidos exaltados por ruidos, olores, texturas, etcétera. Ser mujer no es más que una rama original, un tallo de nuestra raíz maestra, la identidad, una cuestión irrevocable. Quizá sea lo que más clavado tenemos, pues es lo que más pesa en nuestra identificación ya que decidirá muchos tratos que recibiremos más allá de nuestra ciudadanía o rango etario. No hay una forma concreta de definir a un hombre o a una mujer, si hablamos de genitalia estamos siendo planos: ¿es todo lo que tenga un pene automáticamente un hombre? Es una concepción vaga, pues cual Diógenes al desplumar una gallina ante Platón, sería tan fácil como agregarle un falo a un cactus para cumplir este requisito; ¿es acaso el genoma? En ese caso deberíamos agregar otras secciones, pues un porcentaje ínfimo de la población tiene mutaciones genéticas que no concuerdan con el clásico. Aún si fueran solo dos personas con esta alteración, no importa, automáticamente son una excepción a la regla. Mi forma de ver las cosas me dice que mi concepto de mujer es una división más bien social, quiero cambiarme de casilla a la que me solía ser opuesta, aunque no con el fin de mantenerme firme a estos estereotipos de género. Al contrario, intento saborear la feminidad así como tanto tiempo me bañé en masculinidad, para determinar en qué lado del espectro me siento más cómoda, valiéndome de herramientas que me ayudan a sentirme más contenta con la decisión. Yo soy mujer por el mero hecho de serlo, no porque quiera ser llamada así y mucho menos por apegarme a los vestidos y el maquillaje, no, esas son cuestiones que disfruto en consecuencia de sentir el "derecho" de poder usarlas libre de clasificación, aunque evidentemente tampoco debería ser así. A veces me gusta jugar y pretender una figura mucho más femenina, pero como yo me vea no cambia el hecho de lo que soy por naturaleza. Aún he de aclarar ciertas dudas y decisiones, pero son cosas que solo el tiempo y la reflexión me dirán.

Por él me suicido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora