Roma y algo

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El amor, el amor. Concepto tan raro, inexplicable. Cada uno de nosotros tiene su idea de lo que es y lo que debería ser, aunque todas seguramente estén bastante alejadas entre sí. A mi parecer el único amor válido es el propio, pues las demás muestras de afecto hacia el otro se rigen por impaciencia y confusión. La única forma de imprimirse el amor propio no es diciendo en voz alta que nos queremos o apreciamos, sino regalándole a nuestra alma el beneficio de dudar, cambiar y decidir. Algunas elecciones las sentiremos incoherentes o desacertadas, pero eso no es más que nuestro duro juicio intentando hacernos sentir miserables. El reprimir solo hará que seamos tristes, lo que es exactamente igual en el romance.
Si le preguntas a alguien qué es el amor romántico, quizá te diga rosas y bombones. Otro dirá una familia, boda, todo cultural. Y cada vez es menos un tabú la promiscuidad que tiene gran parte de nosotros. Es que este es un tema relevante en este texto porque la sexualidad que experimento es cada vez más intensa, y he aquí que concluyo que mientras más logro amar a mi ser y regalarme muchas cosas, es más sencillo poder fluir hacia los demás sin sentir incertidumbre. No sé bien qué es lo que quiero, así como no sé qué comeré mañana, ambas cuestiones me son ajenas ahora mismo pues en el momento presente me encuentro frente a frente con otras problemáticas.
Así como logro disfrutar mucho más mi adolescencia (contra bastantes factores físicos), también lo hago con mis errores. Un fallo me era como un disparo en la cabeza, y ahora consigo pensar en él como no más que ello. Si me caigo prefiero reír, porque llorar en el piso no es cómodo. En base a experiencias anteriores de que "un tropezón no es caída", puedo entender por fin que una mala pasada, justamente, pasa. Lo que más hago ahora mismo es aferrarme a que lo que mi alma y yo misma rechazo de mi cuerpo, en algún momento, sanará. O al menos no dolerá tanto.

Mi forma de sentir a los demás también cambió radicalmente. Me gusta apreciar cosas sencillas y dejarme querer, es más lindo sentirse en una caída acompañada que en un vacío solitario.
Otra cosa que se alteró fue la percepción de mi cuerpo, y mucho. No voy a hablar de mi rostro porque es un libro entero, se podría resumir como un dibujo abstracto que cada tanto aprecio y otras veces quiero arrancar. En cuanto a mi contextura, a modo de diario: el vello me sigue siendo bastante exasperante y soy capaz de lastimarme mucho más de lo que me gustaría por culpa de él, lo que más tarde desemboca en vicios ansiosos; encontré gusto en mis caderas, me gusta ver la parte de mi pelvis y vestir tiro bajo para presumirla, es reconfortante; tengo ciertas percepciones que sé inexistentes, como creer mis brazos, pies, espalda y estómago exageradamente grandes. Y ahora, lo que más curioso me parece: lo que me generan mis pechos. Cambia muchísimo mi cabeza cuando lo digo así y no de manera singular (pecho), es casi un reinicio de software. Siento pudor en ellos, aunque antes también tenía una pseudo-sensación, ahora puedo describirla fácilmente: no me miren las tetas. Veo mi cuerpo en el espejo y, aunque sé que es imposible un cambio en el pecho porque no estoy bajo ningún tipo de ingesta de hormonas, siento un crecimiento en él y una forma más redondeada. No está, ya lo sé, pero es extraño. Quién diría que ser transgénero trae en packaging ser ilusionista, ja. Pero bueno, no puedo negar mi situación actual, aunque no es más que eso: actualidad. El momento presente es un constante pasado y lo que será es un presente en algún momento. Y presiento tener cambios médicos en mí, a poder ser pronto, es bastante pesado estar en el momento más severo de la pubertad siendo que estoy rechazando todos los cambios con reacciones hasta fisiológicas. He querido vomitar de solo pensar en mi ser levemente más velludo o masculino.

Por él me suicido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora