Algarrobo

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Lo que digo sobre la percepción de un cuerpo es de lo más importante. Todos tenemos algún desencuentro con nuestra forma, es normal. Pero hemos de preguntarnos a nosotros mismos si esos miedos irracionales son por una causa ajena a nuestro parecer, o simplemente es una pieza que nuestra alma nunca aceptará ni nunca querrá aun si le damos de tributo toda la catarsis que requiera. Hay cosas que no podemos sobrellevar, que simplemente queremos extirpar, y no deberíamos reprimir esto porque los demás no opinen igual.
Hablando del "devenir probable", estoy refiriéndome a una idea del "yo" futuro e inmutable. Es aquella idea de una persona que, como un muñeco, se dejó corromper por los años y las decisiones que el destino tomó en contra de él. Nuestro devenir probable es aquella persona que seremos si no tocamos nada, la consecuencia de las decisiones ajenas sobre nosotros sin nuestra propia intervención, como el hierro que se oxida sin quererlo. La única cosa que nos separa de caer en este (acaso quisiéramos), es el yo idóneo. El yo idóneo puede servir de manera referencial para trazar rutas que, culpa del devenir probable, se seguirán torciendo a su beneficio. El objetivo de estas dos posturas de nuestro ser futuro es el de equilibrar nuestras acciones: el no querer y el desear son, sintéticamente, engranajes que van en distintas direcciones y mantienen nuestro sistema funcional, creando una suerte de péndulo que nos hará oscilar entre lo que seremos y lo que queremos ser. Ambos ideales pueden ir cambiando a lo largo del tiempo, pero nunca llegarán a concordar, es imposible que nuestros objetivos se vuelvan realidad porque dejarían de ser lo que antes eran, sufrirían acaso una conversión y el yo idóneo sería el yo probable, mientras que el devenir probable pasaría a ser el devenir idóneo. Podemos ver ejemplos claros de lo idóneo y lo probable al principio de este texto, en el que remarco claramente que mi idea de mujer no es acorde a vestirse con pollera mas es algo que yo hago e incluso persigo. Quizá pueda respaldarme en decir que es algo similar a una consecuencia, pero me atrevería a decir que es una misoginia internalizada que solo me afecta a mí y a nadie más. Ataco cada aspecto de mis decisiones aunque en los demás me sean indiferentes. Es, en esencia, la hipocresía humana. No debemos tenerle miedo a la ambigüedad de nuestras ideas, es existencial tener una constancia opuesta. Lo más importante es advertirla y derrocarla de principio pues, en mi caso, logro observar que mi objetivo de vestimenta es algo que recae en la idea de cómo debe vestir una mujer, y el miedo excesivo a ser confundida con otra cosa por no verme como quiero que los demás me perciban. Parte de mi conclusión es reconocer que las faldas son hermosas y todos tienen el derecho si no es la obligación de disfrutar de su superioridad estética y confortable.

Por él me suicido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora