Antaño llegué a irme a la cama llorando, anhelando en lo más profundo de mi ser despertar como una princesa. Llegué, luego, a rechazar por completo la feminidad, pues al no poder poseerla creí –erróneamente– que "borrarla" de mí sería lo más apropiado o sanador. Hoy me doy cuenta que aquella que siempre quise ser estaba oculta en mi cabeza, y que cada día me abro un poco más de mente con el fin de dejarla salir un poco más. Primero sale su cabello, luego sus caderas, sus labios y sus ojos. Se va armando como un rompecabezas que en el espejo es mucho más difuso. Maldito objeto reflectivo.
En resumen, sí. Soy una chica que, por más arrebatos de desquite pueda tener, es una idea que es pilar en mí, y aunque quisiera derribarla, sería lo mismo que golpear mi caja torácica. Soy una chica, pues reconocerme como trans me es un término muchísimo más político al denotar ciertas ideas por sí sólo: el mero hecho de ser y decir qué es mi ser, genera una respuesta automáticamente sorpresiva en el otro, sea para bien o para mal. Bajo ningún concepto me gusta generar una querella entre alguien y yo, pero si presentarme directamente como una persona queer es mucho más eficaz para descartar gente innecesaria, bienvenido sea.Tampoco me gusta que se piense en mí o en las palabras de estos textos como gritos ahogados y desesperados, salidos de la desgarrada boca de una víctima de la sociedad… Yo no soy ninguna víctima, no soy una pobrecita, tampoco soy militante de nada. No pienso activamente en un cambio, pues la cualidad de cambiar el mundo no reside en mis acciones sino en mi percepción. Soy más bien una persona corriente, un integrante de esta especie, no soy un alienígena ni alguien que ha venido a hacerles cuestionarse todos sus conocimientos previos sobre materias estrechas al género o la sexualidad. Soy solo yo, alguien que encuentra goce en abrirse un poco y juntar sus pensamientos en esto, sea lo que sea.
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Por él me suicido
Non-FictionNi lo idílico de mi ser ni toda mi ilusión pasarán al olvido.