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BEATRICE


El silencio dejo de ser tan incómodo,  cuando llegamos a mi piso, me daba pánico entrar. Volverían todos los recuerdos. Lucke paro mi mano de la cerradura.

—Ven a mi casa esta noche—vi como hacia acto de control de algo que no llegue a comprender en ese momento.

—Lucke—susurre.

—Ya te has quedado más veces—puso en su cara una sonrisa para nada alegre en verdad.

—Todo ha cambiado ahora...—hice una pausa pensando en la siguientes palabras—. Ahora ya no somos esos críos, hay más.

—Bei, me da igual, solo quiero verte bien, acepta venir, no te voy a dejar sola—trago grueso y luego sujeto con mucha más firmeza mi mano y tiro de mí hasta estar en frente de su puerta.

Entramos, todo estaba en perfecto orden como siempre. Su aroma se extendía por toda la estancia. Aspire con delicadeza, como si quisiera guardar su olor profundamente en mi memoria para siempre. Pero yo ya sabía siempre que se trataba de él. Aun teniéndole a mucho metros. Su presencia siempre la notaba.

—Lo siento—soltó de la nada hasta acercarse totalmente pegado a mí.

No me había dado cuenta antes, que en los segundos que pensé en su fragancia no nos habíamos dejado de mirar.

—¿Por qué?— titubeé.

—Por hacer esto— acorto todo centímetro que nos quedaba por tocar.

Sus manos sujetaron mi cara y sus labios se estamparon con los míos.

Sentí su sabor de nuevo en el paladar, ese beso era necesitado. Como si estuviera contenido y se acababa de soltar y hubiera explosionado en nuestra boca.

No sé en qué momento me encontré en su habitación. Pero sabía que estaba bien sujeta a sus brazos que me agarraban del culo cuando caminamos hasta ella.

Me sorprendí al no ver el color de las paredes igual, pero rápido ate cabos. Este era su piso ya, era un piso de soltero, sus padres ya no vivían ahí. Lucke se había adueñado de la antigua habitación de sus padres.

Mi culo se apoye en el cómodo colchón. Su mirada brillaba cuando se separó de mi para recuperar el aliento.

Estábamos a punto de atravesar la línea de los límites que teníamos marcados. Ambos lo sabemos. Después de lo que pasara a continuación no iba a ser igual.

—¿Estas totalmente segura de esto?— pregunto mientras su respiración intentaba tranquilizarse.

Nunca había estado más segura de nada, sabía perfectamente que esto era lo que quería lo había deseado mucho tiempo atrás.

—Sí— dije en un susurro  audible.

La ropa callo poco a poco entre besos, su lengua recorrió cada herida, sujetaba con firmeza a la vez que delicadeza mi cuerpo contra él. El calor inundo mis mejillas, cuando atrapo esta vez uno de mis pezones con su boca, cerró los ojos saboreándome. Quizás me sentía en las nubes, porque flotaba mientras todo mi cuerpo de deshacía y me dejaba llevar.

No tardo en volver a mis labios. Como si quisiéramos pertenecer eternamente allí. 

Sus manos agarraron aún más mis caderas que se fueron abriendo lentamente al mimo momento que se colaba en el espacio que dejaba.

Su miembro se hundió lentamente en mí, gemí de dolor al igual que placer. Se quedó un momento quieto, observando mis ojos que solo se veían por la luz que entraba desde la ventana.

—Bei— susurro con placer, miedo a la vez. No lo sé muy bien.

No me dio tiempo a pensar más porque con un asentimiento leve de mi cabeza continuo sus embestidas, al principio muy lentas. Pero se fue incrementando, todo se convirtió en fuego. Éramos una hoguera que no se quería apagar en la chimenea.

Mi cuerpo se llenó de una electricidad que no puedo explicar y explote en una sensación demasiado agradable. La misma sensación inundo a Lucke en ese preciso instante. Sus músculos se tensaron hasta que se dejó caer a mi lado.

Apoye mi cabeza en su torso desnudo. El silencio se tornó. Y una lagrima traicionara resbalo de mi ojo derecho, que no pasó desapercibida para él. Pero no se movió, como si estuviera procesando todo lo que acababa de pasar.

—Bei, te juro por un momento que casi le mato—dijo grueso, sincero.

—Lo sé— deje que las palabras salieran escuetamente de mi boca.

—Por ti haría cualquier cosa—dijo cerro los ojos.

No quise añadir nada más. El sueño nos venció demasiado pronto o demasiado tarde para las horas que serian. Mañana por supuesto no iría a trabajar.

Es un error quererte (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora