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LUCKE

Me arrepentí de todo aquello en el minuto uno en que la realidad llego a mis ojos, Beatrice era una fruta prohibida para mí.

Aun así caí en la tentación. Era mi mejor amiga era la persona a la que debía proteger no destruir. Sabía perfectamente el efecto que tenía entre las mujeres.

Todas acababan envenenadas, todas desean más, toda la que probaba conmigo quería repetir. No todas lograban entrar en esas en las que yo repetía. Si se trataba de trabajo, era muy profesional y muy pocas veces me pedían intervenir.

Ella merecía más que una persona que trabajaba viendo a mujeres y a hombres gozar en la cama mientras los guiaba para que los dos consiguieran placer, o el hecho de entender bien sus cuerpos en la cama.

El sexo es un arte que pocos tienen, porque todos piensas con el placer y no ven que hay un gran mundo y ese es el problema de muchas parejas.

Estuve toda la tarde después de que se fue recordando cada suspiro y cada gemido, recorrí las marcas de sus uñas en mi piel.

Desesperado me eche una copa de vino blanco. Esta noche era el estreno de una nueva pareja en el local que era dueño, no podía faltar.

No tenía ganas de nada, solo de correr, llamar a la puerta de Beatrice y volver  a hacerla mía hasta que su cuerpo no aguantara más.

Me obligue a prepararme y aparcar los problemas con el trabajo.

Cuando llegue, todo el local empezaba a llenarse. Todavía tenía la sensación de ansiedad en el pecho.

Cuando unos cuantos conocidos me pararon, empecé a relajarme un poco. El ambiente me empezó a distraer, desde la zona de detrás contemple parejas que empezaban a jugar. En todas esas miradas de excitación solo podía ver la de Beatrice conmigo.

Nunca había deseado tanto a una mujer, era dulce, tierna, mimosa. Amable era todo lo que encajaba en mí pero no en el ámbito profesional.

El amor en este trabajo era prohibido. Una de las chicas si insinuaron pero esa noche rechace toda invitación.

Solo esperaba a que llegara la hora de la presentación, y me largaría a descansar.

Cuando llego el momento, la pareja me saludo y salí a hacer el mayor teatro de mi vida, siempre disfrutaba de mi trabajo esa noche solo actuaba que disfrutaba.

Nada más empezó a esposarla mi móvil vibro con fuerza en mis pantalones, ya había estado ignorando toda la noche, ya que la mitad eran notificaciones de menciones del club. Pero era una llamada y era Kayla.

Tenía también bastantes mensajes de ella, camine entre las personas rápidamente para poder alejarme lo suficiente y contestar el teléfono.

Cuando estuve fuera en la parte trasera en el último instante, acepte.

—¿Estas con Beatrice? —dijo muy alterada

—No, se fue a su casa hace más de medio día —dije intentando controlar la angustia que se abría en mi corazón.

—No ha ido a comer, llevan sus padres llamando a tu puerta y a ella, no responde — Kayla grito de terror, el terror que me estaba subiendo  también por la garganta.

—Kayla, tranquila la buscaremos —dije más para tranquilizarme a mí que para ella.

Corte la llamada, entre en el local a uno de mis empleados más fieles le explique que debía abandonar, que se encargaran de todo y de disculparse.

Llame a su madre, que lloraba entrecortadamente, me reuní con ellos en el departamento de la policía local.

Dije todo lo que había sucedido, no conté que había hecho el amor a su hija y ni mucho menos que apenas la impedí salir.

Me sentía cansado y culpable por toda la situación. Intente recordarme que si que era el culpable, de ilusionarla para nada, pero mis instintos pudieron. Siempre iba a ser ese amor prohibido, como duele al saber que no puedes luchar contra algo por lo que si quieres hacerlo.

Mandaron un equipo de rescate. Coches patrullas a limpiar cada calle de la ciudad, se descartó que la tuviera su ex encerrada ya que no había salido en todo momento del calabozo, y por más que intentaron averiguar si afuera había algún cómplice eso no era una opción.

Hacía demasiado frío, y si estaba a la intemperie se pillaría un buen resfriado. No podía parar de mirar a cada rincón mientras aferraba con cuidado las manos al volante.

Los recuerdos de su cuerpo, los recuerdos de cuando éramos pequeños, de aquellos secretos que solo eran nuestros.

Y ahí estuvo la respuesta, se encontraba cerca del parque donde se obsesiono por la lectura al encontrar un libro abandonado en un banco.

Aparque a una distancia prudente cuando la vi. Antes de abandonar el vehículo hice una llamada a sus padres y a la policía. Ya la había encontrado. Sabía bien el procedimiento, la policía tenía que asegurarse, asique quede en llevarla yo mismo a su casa y allí la inspeccionaran y declarara.

No había sido un secuestro, todo había sido culpa mía. Verla echada mirando el cielo e intentando resguardarse del frio hizo que me dirá un auto golpe mental a mí mismo.

—El mismo escondite de siempre ¿Verdad? —dije para quitar hierro al asunto.

Luego me acerque a ella y la abrace hasta que sentí que su cuerpo volvía a sentir calor.

—En este momento no te creas el héroe cuando eres el villano —dijo cuándo se despegó de mí.

Mi corazón sintió el dolor y me lo merecía.

Es un error quererte (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora