Capítulo 11

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Pesadilla

Era el sábado 28 de junio del 2014 y un mal presentimiento me decía que ese día no iba a terminar bien. Pensaba haberlo visto entre la gente y no me había equivocado. Debí haber dicho que él estaba ahí, aunque fuese solo mi imaginación. Estaba en el suelo rodeado de gente, viendo como los pedazos de la bandera caían consumiéndose. Estaba en shock, no podía reaccionar, yo era el causante de todo ese desastre.

Los bomberos intentaban apagar el fuego, pero ya era muy tarde. Todo se había convertido en añicos con todos adentro. Un hombre me tropezó mientras corría con un balde de agua. —¡Oye muchacho, ¿Cuántas personas me dijiste que estaban adentro?! —me preguntó el policía. Yo le mostré con la mano que había cinco. —¿Cuántos atacantes había? —continuó el policía anotando lo que decía. —¿Usted conocía a las víctimas? Lo miré con mis ojos vacíos llenos de lágrimas cortantes. El me dejó tranquilo y fue a ayudar.

No entendía por qué yo estaba afuera y ellos adentro. Yo tenía que ser el único que debía pagar las consecuencias, no ellos. Observaba ese lugar que tanto apreciaba esfumándose con mi esperanza. Si yo no hubiese hecho eso, si me hubiese hecho de la vista gorda, todo eso no hubiera pasado. Todo habría terminado para mí, pero ellos estarían vivos. Me destruyeron y me reconstruí de nuevo, me aplastaron y me volví un monumento, sin embargo, ahora me siento como el polvo que dejaban mis muros desbaratados: esos que se derrumbaron y que armé de nuevo.

La gente gritaba porque los edificios de al lado estaban tomando fuego. Me puse de pie para ayudar, pero no podía, estaba adolorido y mi pierna estaba ensangrentada. No estaba seguro si era mi sangre, todo era confuso. No recordaba por completo lo que pasó, solos extractos. El cielo mostraba el nuevo día y yo estaba en la oscuridad profunda.

—¡Carlitos, Carlitos, ¿Qué pasó? ¿Qué pasó?! —La mujer se abalanzó sobre mi abrazándome. Mi cabeza iba de izquierda a derecha diciendo No. —¿Dónde está Carolina? —me preguntó Marina. Mi corazón se desgarró al escuchar su nombre. Al ver mi reacción, ella comenzó a gritar de desesperación. —¡Lo siento, lo siento! —dije levantándome sin fuerzas. Ella me miró con unos ojos llenos de dolor. —¿Carlos, Carlos? —Escuchaba a lo lejos. Mis ojos empezaron a ver negro y me fui al piso. —¡Rápido, póngale oxigeno!

Intentaba abrir los ojos, pero no podía, la luz blanca me encandilaba. Veía como miles de flashes disparándose al mismo tiempo. Me dolía el pecho al respirar, la cabeza me iba a explotar y los golpes que el desgraciado me dio se despertaban conmigo. —Ha respirado mucho humo y puede que haya una contusión cerebral —Dijo una mujer que no conocía. Completamente desorientado me pareció verlos a mi lado, desmayándome de nuevo.

«De nuevo esa sensación, no puedo estar de nuevo aquí» pensé sin poder todavía abrir los ojos. Me sentía mejor, me dolía menos al respirar, aunque estaba mareadísimo. Abrí los ojos y todo estaba oscuro. «Estoy de nuevo en el hospital, por lo menos esta vez no estoy tan mal como la otra vez» me dije en voz baja. Tenía una máscara de oxígeno y no entendía por qué estaba ahí.

Pasaron algunos minutos hasta que reaccioné y recordé el incidente. La emoción me invadió y mi corazón se aceleró a mil por hora. Empecé a gritar, una crisis de pánico me acobijó. Unas personas entraron al cuarto e intentaban contenerme. Me dolía todo el cuerpo, pero estaba tan agitado que no me importaba. Gritaba sus nombres una y otra vez. —¡Vamos a tener que sedarlo! —dijo el doctor, un doctor que ya había visto en mi precedente estadía. Pronto mis fuerzas fueron en baja y caí en la cama.

Tuve una pesadilla, una horrible sobre esa noche. Era raro, porque el maldito que nos hizo tanto daño tenía mi cara. Yo estaba en primera persona y en frente estaba mi otro yo. —¡Cálmate y bájala! —decía con firmeza, pero no de manera agresiva. —¿Qué me calme? ¿Eso es lo que me estás diciendo? —preguntó mi doppelgänger apuntándome con un revolver. Él se movía con espasmos como si estuviese drogado.

De repente todo se puso en camera lenta. Un grito venia de detrás de mí, yo volteé mi cara hacia mi derecha. Una silueta de un hombre avanzaba con retardo hacia el atacante. No podía distinguir quien era, pero sabía que era uno de los míos. Yo grité —¡Nooo! —levantando la mano hacia el que me quería socorrer y un disparo se accionó. Todo se volvió tan lento que era interminable. Vi como la bala salía del arma y avanzaba a diez centímetro por segundo, sin embargo, no podía detenerla. La vi pasar frente a mis ojos hasta impactar contra el hombre que quería salvarme.

Después del impacto todo regresó a la normalidad. Yo pude avanzarme hacia al agresor y sostenerlo con fuerza. Un nuevo tiro salió sin hacer estragos. Nunca había sentido tanto odio como ene se momento. Mientras mis dos manos sostenían las suyas, lo miraba como si estuviese en frente de un espejo. Le di un cabezazo que creo que me dolió más a mí.

Tres personas aparecieron para ayudar al que había sido herido. Igual que la silueta, los otros no tenían caras distinguibles. Otro disparo salió en dirección de los otros, no pude ver si hubo otro herido. —¡Vayan para atrás y llamen a la policía! —ordené mientras forcejeaba

Sobresaltando abrí los ojos de nuevo. Estaba en el hospital, respirando fuerte y mojado de sudor. Realicé que no era un sueño y me encontraba atado esa vez. Comencé a llorar y a quejarme, me di cuenta que ya no tenía la máscara de oxígeno. Una mujer entró a la habitación encendiendo la luz, salió de nuevo y regresó con un médico.

Los dos se acercaron tomando mis reflejos y mes signos vitales. —¿Cómo se siente? —preguntó el señor. —¿Dónde están? ¿Dónde están? —pregunté en medio de mi llanto. En la puerta vi a mi mamá quien corrió hacia mí. —¡Mi niño! —gritó ella. —¡Mamá!...

Gracias por la lectura, espero que les haya gustado. Muchas Gracias :)

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⏰ Última actualización: Mar 31, 2023 ⏰

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Matarme para no suicidarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora