Tu voz era tan tranquilizante antes de escucharte maldecirme, antes de oír como decías groserías con mi nombre y lastimabas cada ventana en la que me escondía. Las piedras se escuchaban tan lejanas hasta que empezaban a lastimar mis rodillas, antes de caer sobre aquel suelo bañado de sangre. La música se escuchaba tan baja que podía escuchar las mentiras que me decías en la cara, cuando gritabas y cuando callabas.
El tiempo no podía escucharse, pero apuesto a que tiene tantas cosas que decir ahora que se está marchando. Cerré mis ojos para no poder escucharte, sentía como los gritos traspasaban las paredes aunque no me había movido de aquella marca roja en la que estaba parada. Me dirigí hacia el tocadiscos y repetí aquella canción que tus estupideces no me dejaron escuchar, me gusta más la música cuando el volumen no me permite escuchar tus mentiras.
Ahora estoy tan perdida que mis huellas rojas se han marcado por toda la habitación.
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Los poetas malditos nunca mueren III
PoetryEstaré feliz de que conozcas nuevas y delicadas fases de mi vida, de las que aprendí y de las que intento aprender. Será un largo viaje, no mueras hasta que mi historia haya terminado...