"Las mariposas se pintaron de sangre"

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Al igual que un demente sabes como romper la ventana, esconder el arma y tomar mi cintura para bailar. Apagaste tantas velas y empezaste algunas tormentas que mis deseos no pueden secar, ahora los cielos azules terminan apagando las velas con una simple palabra.

Dejaste de correr y te paraste frente a mi puerta, con esa enferma adicción de arruinar los finales felices y escribir las tragedias en las que no quiero participar. Enfrentas cada uno de nuestros duelos, no con la intención de ganar, sino con la ambición de destruirme.

Me pediste tiempo después de romper el reloj que estaba en mi pared, ¿cómo se supone que sepa cuanto tiempo quieres tomarte?

Me hiciste sentir tan estúpida que los escritos ya no suelen llenarse de lágrimas, sino de sangre, preguntándome por qué me obligas a querer morir cuando antes me sentía tan viva.

Gracias a que perdí mi reloj, las mariposas se pintaron de sangre, pobres alas rojas, pobre de ellas, pobre de mí.

Los poetas malditos nunca mueren IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora