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Llegué a Toolies unos quince minutos antes de que terminase el turno de JungKook. Era martes así que los únicos que seguían dando vueltas eran los asiduos que prácticamente tenían placas con su nombre en los asientos que ocupaban.

No sé por qué, pero siempre me entristecía por los clientes que estaban comprometidos con perder cada noche de su vida encaramados en un taburete de vinilo con un vaso de cerveza en una mano.

Jessie me sonrió y tiró la toalla que sostenía sobre su hombro.

—Mira lo que arrastró el gato. —Me senté en la esquina—.¿Sediento? —Jessie tuvo un vaso sobre el mostrador frente a mí antes de que yo pudiese contestar. Tomé un sorbo. Mierda... esto mejoraba cada vez que lo probaba—. ¿Qué hay de nuevo?

Sacudí la cabeza.

—No mucho.

—Bueno, tienes que darte prisa y encontrar algo.

Levanté una ceja.

—Tengo que decirle algo a las damas de cabello azul cuando preguntan por ti.

—¿Señoras de cabello azul?

—Sí, tu club de fans.

El calor en mis mejillas no tenía nada que ver con el alcohol. Jessie se echó a reír.

—Estaba pensando que podríamos conseguir un par de fotografías, autografiarlas y venderlas. Dividiríamos cincuenta/cincuenta.

—Recuérdame asesinar al SOB27 que inventó los teléfonos con cámara. —Bebí mi cerveza y traté de ignorar el hecho de que la gente todavía me daba la mirada. La que tenían al momento en que se daban cuenta dónde me habían visto antes.

Pero cada vez que iba a la tienda de Berry, él me recordaba que podría haber sido peor.

Ni siquiera quería que mi imaginación vagase en esa dirección.

—Pensé que JungKook se iría en su bicicleta a casa.

 Un parche de espuma se pegó a mi labio. Lo limpié.

—Él iba a hacerlo. Yo sólo vine con la esperanza de que él me dejara darle un aventón de regreso a su casa.

Jessie chasqueó la lengua.

—Lo tienes mal, mi hermano. —Lo hacía—. Pero esto te sienta bien. Bien para JungKook también. Hace mucho tiempo que no lo veo tan feliz.

Bebí un poco de cerveza para tratar de encubrir la estúpida sonrisa en mi rostro. No creo que Jessie estuviese equivocado. Personalmente, no podía recordar si alguna vez había sido tan feliz.

La puerta de la parte de atrás se abrió, y JungKook apareció con una tina en la cadera. Se detuvo durante un segundo antes de precipitarse hasta el último puesto sucio. Después de vaciarlo, limpió la mesa hasta que brilló. Entonces se fue, sin decir una palabra.

Jessie recogió dinero de uno de sus clientes. Cuando se fueron, me dijo:

—¿Habéis discutido?

—No que yo sepa. —Pero por todas sus acciones, fue como si yo ni siquiera hubiese existido—. ¿Te importa? —Tiré el pulgar hacia la parte de atrás.

—No, claro, adelante. De todos modos, él casi termina allí atrás.

Dejé la cerveza a medio tomar y me dirigí a través de la cocina. JungKook se lavaba las manos en un gran fregadero cerca de donde lavaban los platos. Las sartenes y cacerolas limpias colgaban perfectamente en los ganchos de arriba de sus cabezas.

—Hey. —Saludé.

Cerró el agua y sacó una toalla de papel del dispensador, la usó hasta que estaba demasiado húmeda para ser útil, la dobló, la tiró, sacó una segunda y repitió el proceso.

 En Ausencia de Luz || JinKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora