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El taxista me dejó al final de la calle de JungKook. Esperaba que la caminata me diera tiempo para poner todos mis pensamientos en orden, pero era como tratar de recoger mil palillos con los dedos de los pies. Corrección... Quince mil palillos, habían crecido uno tras otro.

El coche de tía Jenny estaba aparcado delante de la casa. Una furgoneta blanca con algún tipo de logotipo médico estacionada al lado. "Suministros para el hogar, oxígeno, sillas elevadoras y transporte a fisioterapia" estaba inscrito en letras azules en la parte trasera, y en el costado, las ventanas en pintadas de blanco. La puerta principal se abrió y un hombre de color salió con tía Jenny. Llevaba unos vaqueros y una camisa amarilla. Se rieron, se abrazaron, y él se despidió. No fue hasta que él salió de la calzada que tía Jenny me vio.

Su boca se abrió, y bajó corriendo por los escalones, y terminé aplastado en sus brazos. Debo haber hecho algún tipo de sonido porque me empujó hacia atrás y me observó.

—Estoy bien. —Apoyé una mano en mi costado—. Sólo un poco golpeado.

Se le llenaron los ojos de lágrimas.

—Pensamos que no ibas a volver.

—Prometí que lo haría. Siento no haber llamado para hacértelo saber. Pero para decir verdad, tampoco pensé que volvería. Tenía miedo, Jenny. No sabía, todavía no...

Ella me hizo callar.

—Estuviste en el hospital... necesitabas tiempo para sanar. Es totalmente comprensible.

—¿Cómo sabías que estaba en el hospital?

—El Sheriff Parks llamó a los locales de allí. No pudieron decirle mucho, el FBI no estaba compartiendo información. Pero ese hombre, Hines, estuvo en las noticias. Lo arrestaron. Dijeron que hubo un tiroteo.¿Es eso lo que te pasó?

—Nada tan emocionante. Es una herida punzante. Rodé sobre un trozo de metal mientras me escondía bajo un banco.

—Aun así, tiene que doler. ¿Cuánto tiempo estuviste en el hospital?

—Salí esta mañana.

Miró por encima de mi hombro.

—¿Dónde está tu camioneta?

—Me fui acordando seguir las órdenes del médico, y él no me dejó conducir, así que tomé un taxi desde el aeropuerto. Pensé que podría volver y buscar después la camioneta en un par de días. Podrías tener que darme un aventón.

Ella sonrió.

—Dios, SeokJin. Estoy tan feliz de verte. —Se dirigió hacia la casa.

La detuve. Necesitaba preguntarle. Necesitaba saberlo antes de entrar. Pero si me decía lo que yo temía, no estaba seguro de poder subir esos peldaños. Ni siquiera podía decir con certeza que no daría la vuelta volviendo hasta el final de la calle y llamando al taxista.

Creo que la tía Jenny lo sabía, porque me tomó por el codo y me dirigió hacia la casa. La dejé conducirme como un alma perdida por la puerta principal.

—Lo está haciendo muy bien. Anne piensa que es porque lo trajimos a casa. Va a terapia física dos veces por semana, bueno, tres veces desde que se lastimó el tobillo.

Me detuve.

—¿Cómo se lastimó el tobillo?

Apoyó las manos en sus caderas.

—Sospecho que tropezó con ese maldito cachorro que recogió. La estúpida criatura está siempre bajo sus pies.

—¿No lo sabes?

 En Ausencia de Luz || JinKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora