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Soñé con el día en que el negocio de Jeff salió mal. Cuando las balas volaron alrededor. Le dispararon a las personas. Personas murieron.

¿Y para qué? Un idiota agente del FBI me había engañado durante cuatro años de mentiras. Mentiras que yo fui lo suficientemente estúpido como para tragarme... junto con el gancho, línea y plomo.

No voy a mentir. No fue la primera vez que maté a un hombre, pero fue la primera vez que maté a un hombre que no me apuntaba con un arma. Era un paso por el camino de la violencia donde los hombres de negocios guardaban rencores y se cobraban incluso deshaciéndose de las personas que te importaban. La única razón por la que no terminé con un bloque de cemento alrededor de mis tobillos fue porque Jeff Meyers asumió la culpa de ese disparo. De lo contrario Caruso no habría sido tan comprensivo y en lugar de una tarjeta al lado de mi cama de hospital, él me habría preparado un coche bomba o algo igualmente glorioso.

No penséis ni por un momento que Jeff me cubrió porque estaba tratando de protegerme, él tuvo que enterrar su identidad. Veréis, después de que Jeff Meyers jodiese con mi reputación, lo dejé desaparecer y no hizo ningún intento de detener los rumores de su desaparición. Era mejor que el resto del mundo dentro de este negocio pensara que él había sido otra víctima en el incendio de esa casa y borró cualquier evidencia que el FBI pudiera usar para conectarme con el trabajo fallido.

Quería culpar a Jeff. Pero el único culpable fui yo. Dejé caer mi guardia y casi morí a causa de ello. Yo conocía las reglas, y las había roto porque había seguido mi pene.

Solo que eso tampoco era exactamente cierto. Habíamos empezado con nada más que sexo para romper la tensión, pero se convirtió en algo más. Creo que Jeff estaba sorprendido de lo que creció entre nosotros, y sé de hecho que rompió más de una regla de los encubiertos del FBI. Cómo logró mantener su trabajo, especialmente después de ese último error, no tengo ni idea.

Mi único consuelo fue que ninguna de las personas involucradas fueron amigos cercanos o incluso allegados. Mi gente sabía que no debía llegar a un acuerdo con alguien que estuviera verde.

Jeff podría haberme seguido a cal y canto, pero nunca había aprendido las verdaderas entradas y salidas. Porque yo no lo dejé. Por lo menos tuve suficiente de mi ingenio para mantenerlo lo suficientemente lejos para que no se imaginara cómo moví esos artículos justo delante de él. De lo contrario, habría estado en esa celda de seis por ocho con la que Jeff me amenazaba, en lugar de en una pintoresca casa de campo, en un pueblo en medio de la nada llamado Durstrand.

El eco de los disparos me siguió desde el sueño, y me quedé allí, mirando el techo. Pasé una mano sobre las sábanas frescas y arrugadas en el lado de JungKook de la cama. ¿Cuánto tiempo llevaba levantado?

Hubo otro estallido. Y otro.

El resto de la niebla de mi cerebro se desvaneció, y me di cuenta de que los disparos no estaban en mi sueño.

Levanté los pantalones del suelo y corrí a través de la casa.

-¿JungKook?

Una pierna dentro y la otra afuera. Tropecé sobre mis zapatos. Mi hombro golpeó el marco de la puerta de la cocina.

Los disparos continuaron.

De alguna manera conseguí mis pantalones puestos mientras corrí hacia fuera por la puerta trasera. JungKook estaba de pie junto a la fogata con una pistola en la mano. En un lejano muro de piedra respaldado por una pila de fardos de heno, las botellas de vidrio rojo explotaban ante el fuego rápido.

Si no hubiese estado tan desprevenido, podría haberme dejado admirar su postura.

-JungKook -dije deteniéndome a su lado. Mi primer instinto fue agarrar el arma, pero lo sabía mejor.

 En Ausencia de Luz || JinKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora