3. Parca (2)

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Antes de ser percibido, se volvió en búsqueda de cobertura junto a la rueda trasera de su caravana.

Los gritos y gruñidos exacerbados, furiosos y coléricos del zombi Parca inundaron sus oídos, recordándole que no iba a deshacerse de él así nada más. El monstruo cruzó la puerta de salida con celeridad y echó un vistazo hacia la zona trasera de la caravana, como si hubiese sabido todo el tiempo dónde se encontraba Junior.

Por fortuna, el instinto de supervivencia le llevó a resguardarse debajo del vehículo a tiempo. Y allí fue cuando Junior dejó de respirar. A su alrededor las cosas no marchaban nada bien. Sentía la muerte asechándole, rozándole los pies e intentando reclamarle.

Echado bocarriba, empezó a mover los hombros y la espalda para arrastrarse con lentitud y extremo silencio hacia el centro de la caravana, pero en el menor movimiento, percibió un sutil sonido de arrastre en la zona de su cinturón. La funda de su arma chocaba con el asfalto.

Intentó doblar el brazo para quitar la funda, pero automáticamente sintió un feroz pinchazo de dolor. Al parecer la caída había dejado repercusiones musculares severas y ese movimiento que había hecho casi le hace saltar lágrimas hacia afuera.

Resopló, y acto seguido, sintió el gruñir de los monstruos revolviendo los alrededores de su caravana. Echó una mirada al más preocupante, el zombi Parca, quien era sencillo de identificar porque largaba unos alaridos guturales agudos para cagarse encima y sus pies se desplazaban con una urgencia alarmante de un lado a otro.

Junior sabía que para salir de ahí tenía que arrastrarse un poco más hacia el centro. Allí había una trampilla que iba a la zona superior y podía meterse de vuelta al coche. Aunque llegar ahí no sería fácil, su posición, ahora mismo, estaba pegada a la rueda derecha trasera del vehículo, con el hombro peligrosamente a la vista. Algo que quería evitar cuanto antes.

Tenía que moverse. Primero torció el hombro, luego la cadera, poco después ejerció presión con la pierna, levantó ligeramente el cuerpo, y se arrastró hasta que las rodillas le chocaron con la carrocería del vehículo.

«Criiik».

El sonido de su arma le heló los huesos. De nuevo tuvo el impulso de cortar su respiración y contemplar a su alrededor. Había algunos pies zapateando por ahí que prefería, por su paz mental, no contabilizar. También estaba el Parca, quien se había dado una vuelta completa al vehículo, agotando las primeras opciones en su caza.

Tenía que intentarlo de nuevo, ahora que estaba lejos. Exhaló suavemente y se arrastró.

«Crik».

Nunca pensó que podría odiar tanto su arma como lo estaba haciendo ahora. Ese sonido resultaba imposible de acallar. Por suerte, los demás zombis que empezaron a aglomerarse alrededor de la caravana le otorgaban un poco de ruido ambiental para ocultar ese horrible restallido metálico.

¿Pero por cuánto tiempo? Cada segundo que pasaba era determinante. Sabía que los zombis peculiares como un Parca suelen ser más avispados. Este no iba a abandonar el sitio hasta no descubrir dónde se había metido su presa.

Tenía que acortar más distancia hacia la trampilla, así que volvió a moverse, intentando empujar un poco más su cuerpo.

«Criiikkik».

—¡Arhhg! ¡Aarccck!

Su corazón, su cuerpo, su mente, todo... se detuvo.

Aquel sonido había sido demasiado fuerte y un zombi se había percatado de ello. Echó un vistazo panorámico hacia cada rincón. Buscando entre todos esos apestosos pies cadavéricos, aquel de tono grisáceo y dedos alargados, pero no lo encontró...

Zeta: El señor de los Zombis (Reboot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora