16. Llama escarlata (2)

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—Sí —dijo finalmente, levantando la vista con determinación—. Pueden contar conmigo.

Samantha observó a Zeta por un momento, como si evaluara la decisión que acababa de tomar. Luego, con una ligera inclinación de cabeza, sonrió y dijo:

—Entonces es hora de que conozcas al equipo. —Se volvió hacia los demás, quienes esperaban en silencio alrededor de la mesa.

Franco, el primero en hablar, se levantó de su asiento con una postura recta y dominante. Sus ojos, oscuros y penetrantes, se fijaron en Zeta, y el corte de cabello al ras le daba un aire de disciplina casi militar.

—Soy Franco Brandon —dijo estrechando la mano de Zeta, su voz era grave, seca y sin adornos innecesarios—. Me encargo de mantener a todos en línea y asegurarme de que cada misión salga según lo estipulado. No me gusta repetir las cosas dos veces, así que presta atención. Siempre.

Zeta asintió, percibiendo la autoridad natural en Franco. Al parecer era una persona que no toleraba los errores, y la severidad en su rostro dejaba claro que estaba acostumbrado a comandar.

Urso, el siguiente en presentarse, era un contraste completo con Franco. Se levantó de su silla y aplastó la mano de Zeta en un efusivo saludo. Ambos ya habían participado en un trabajo juntos, pero siempre era sorprendete verlo de pie. Su altura era similar a la de Rex, pero con un repertorio de músculos sólidos y una calva reluciente que casi brillaba bajo la tenue luz del lugar. Su sonrisa era amplia y cálida, y sus ojos chispeantes de un humor contagioso.

—Soy Urso Méndez, el «oso» del equipo —dijo con una carcajada que resonó en la habitación—. Si hay algo que necesite ser cargado, destruido o simplemente aplastado, cuenta conmigo. También soy el encargado de mantener el ánimo arriba, porque no todo puede ser tan serio, ¿eh?

Zeta no pudo evitar sonreír ante la energía de Urso, sintiendo que, a pesar de su tamaño intimidante, era alguien en quien podría confiar.

Samantha avanzó hacia una columna cercana y colocó una mano en el hombro de una mujer que había estado en silencio, observando a Zeta con ojos calculadores. Era morena, con el pelo corto y negro, rematado con puntas rojas que daban un toque rebelde a su apariencia. A ella también ya la conocía.

—Esta es Anna Ocampo —dijo Samantha, con una voz suave pero respetuosa—. Ella no habla, pero créeme cuando te digo que no necesitas palabras para saber lo que está pensando. Es una de las mejores en lo que hace, y cuando se trata de precisión, no hay nadie mejor. —Anna asintió ligeramente, su mirada era decidida y firme, y sus oscuros ojos se clavaron en Zeta. Levantó una mano en un saludo silencioso y breve.

Zeta devolvió el saludo, notando la intensidad en los ojos de Anna, una mujer de pocas palabras —literalmente— pero que transmitía una seguridad aplastante con su sola presencia.

A continuación, un hombre alto y delgado, casi desgarbado, se levantó con cierta torpeza, ajustándose las gafas que parecían estar perpetuamente a punto de caerse. Tenía un aire nervioso, pero sus manos, aunque escuálidas, se movían con una sorprendente precisión.

—Soy Boris Padilla —dijo, con una voz un poco más suave que los demás—. Me encargo de todo lo que tiene que ver con la tecnología. Si hay un sistema que hackear, un equipo que configurar o un problema técnico que resolver, soy el indicado. —Hizo una pausa, mirando a Zeta con una leve sonrisa—. Y si necesitas algunas mejoras para tu Intac, puedes venir a verme.

Zeta asintió, reconociendo que, aunque Boris parecía el más frágil físicamente, su mente parecía ser un arma afilada, capaz de abrir puertas que otros ni siquiera sabían que existían.

Zeta: El señor de los Zombis (Reboot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora