El ambiente empezó a cambiar drásticamente cuando cruzó el umbral de la puerta. Su mirada se fue en ascenso y su mandíbula, en descenso. No podía creer lo que sus ojos, azules y cristalinos, le estaban mostrando.
Levantó la mirada, y decidido a aprovechar todas las oportunidades que se le presentaran en la vida, avanzó hacia el futuro con determinación y valentía.
*****
Las pisadas de Junior y el soldado llenaban los estrechos pasillos con sus ecos toscos y pesados. Ramírez caminaba a la delantera con prisa, iluminando el camino con su linterna, mientras que Junior iba por detrás, intentando seguirle la marcha.
Junior caminaba en silencio, el recorrido era un verdadero laberinto conformado por pasillos y escaleras, con múltiples salidas y entradas que parecían conducir a diferentes partes del refugio.
La humedad y la tierra predominaban en el hedor ambiental, como si estuvieran en un espacio subterráneo, aunque no fuese así. La única luz provenía de la linterna de Ramírez, y alguna que otra ventana parchada que colaba sutiles estelas de luz transformando algunas sombras en el interior.
Los pasillos estaban flanqueados por puertas, algunas eran de madera y otras de metal, aunque todas estaban cerradas con cerrojos y cadenas o bloqueadas por escombros.
A medida que avanzaban, el laberinto se volvía más complicado y estrecho. Tenían que bajar por escaleras empinadas, atravesar corredores angostos y girar en ángulos cerrados para luego volver a subir.
—Seguro piensas que eres la santa personificación de la bondad con lo que hiciste. ¿Eh? —cortó el silencio Ramírez, atravesando otra puerta—. Eres solo un estúpido. Jamás debiste entregar esa tarjeta. ¿Crees que él te recordará? ¿Qué te visitará? Le doy una semana. No volverás a saber de nada él.
—Vaya... —dijo Junior—. ¿Así de clasistas son?
—No tiene que ver con estatus, imbécil. No tienes ni idea de lo que te espera. O él se olvida de ti... o tú te mueres. Lo que suceda primero.
—Pensé que la única diferencia entre las naciones era «numérica».
—El presidente siempre dice eso. ¿Quieres la verdad? En Áurea somos autosuficientes. No necesitamos salir al exterior a buscar provisiones. Ya lo tenemos todo. En Escarlata las cosas son muy distintas...
—Aprecio tu preocupación, pero creo que podré adaptarme.
—Sí... —escupió el soldado—. Es lo mismo que dijo el último cadáver que enterré ayer.
Finalmente, después de varios minutos, llegaron a una sección del laberinto que parecía mejor iluminada. El soldado se detuvo frente a una puerta de metal oxidado que tenía un panel a su lado con una ranura en la que deslizó su propia tarjeta de identificación.
La puerta chasqueó y se abrió.
—Listo. Sigue recto y llegarás a la puerta de la nación.
Junior pasó el umbral con la palabra «gracias» en la punta de la lengua. Palabra que se tuvo que tragar cuando el soldado cerró la puerta con brusquedad a sus espaldas.
Al salir, se encontró con una calle similar a la que había en la puerta de la nación Áurea.
A su mano derecha y hacia el final de la calle pudo ver la misma reja que delimitaba el ingreso, y a su izquierda, pegado a otra muralla con un formato similar al de Áurea, pero más modesto y con una franja gruesa de tono rojo pintada en su parte superior, se encontraba la puerta del refugio que le albergaría...
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Zeta: El señor de los Zombis (Reboot)
Science Fiction¡Atención! Esta historia es un reboot total del universo de Z el señor de los zombis. «El mundo, como lo conocíamos, no volverá... Ilusos sean aquellos que busquen retornar... Porque una nueva ley, el señor de los zombis, regirá». Luego de casi u...