Capítulo 9: "Grownies"

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No había animales, ni aves y muy pocos insectos. El cielo estrellado que antes se podía apreciar, dejó de verse porque los altos y anchos árboles lo tapaban todo.
Fueron hasta la zona de camping que no quedaba muy lejos y vieron a una familia acampando. Belly le preguntó a una señora si podía hablar su idioma y ella asintió. Le advirtió que le comunicaron que éste bosque era peligroso y debían irse de inmediato. La familia atónita asintió y comenzaron a recoger sus cosas a paso de tortuga. Ya no sabían cómo decirles que se apresuraran que quizás tenían poco tiempo. Esta familia consistía en la madre, el padre, un adolescente y una niña. Eran Extranjeros intentando tener un lindo fin de semana. En un segundo, un ruido parecido a un silbido agudo, tan agudo que podría romper tímpanos retumbó en el bosque.
Una mini bomba cayó cerca de ellos, éste sonó tan fuerte que alertó a todos. Se escondieron detrás de los árboles más anchos y la bomba explotó.
Los chicos ya tenían sus mejores armas en manos apuntando a aquella oscuridad misteriosa. A pesar de la oscuridad, se podían distinguir sombras correr.
El joven que se había escondido con Jack le dijo entre susurros que iba a una escuela especializada en armas. Así que Jack le dio un arma. No estaba del todo seguro si hizo bien en darle un arma a aquél joven, pero confiaba en que lo ayudaría.
Otras dos bombas cayeron más cerca de ellos. Pero éstas eran como barriles que al explotar expulsaba un humo verde.
Los viajantes se miraron y asintieron.
Comenzaron a disparar y lanzar sus propias bombas que habían adquirido del ataque terrorista en el coliseo, sólo que eran más pequeñas.
No podía verse nada, entre el humo blanco y el verde. Cuándo comenzó a desaparecer un poco aquél arcoíris de dos colores, el olor era insoportable, provocaba dolor de cabeza.
En eso, tres criaturas –No humanas- saltaron frente a ellos con unas miradas no tan amigables.
Grownies, Así se llamaban.
Eran criaturas similares a los zombies pero grises, más salvajes y más activos.
El joven mató a uno de un solo tiro en la cabeza. Los demás se sorprendieron.
-Te dije que sabía de esto.
Los gritos de todos retumbaban por el bosque. Era una película de terror.
De pronto más Grownies aparecieron entre todos los extremos que los rodeaban, se habían dispersado.
La mamá estaba bajo la protección de Belly, la niña bajo la protección de Sabrina y el adolescente y el padre, protegidos por Jack, aunque éstos sabían protegerse por su cuenta, el padre también se había unido a ellos.
Los Grownies se iban duplicando y el bosque calmo que era antes, ahora era un campo de batalla.
Belly se había quedado sin balas entonces se escondió junto a la madre para sacar otra arma del bolso, pero no había tiempo, un Grownie saltó sobre ellas y les dijo algo en un idioma muy pero muy difícil de entender, algo como un sinfín de letras mezcladas. Éste no soportó que la madre y Belly gritaran, así que arañó el rostro de la madre dejando una gran cicatriz roja y muy espesa de sangre. La dejó sin palabras, había entrado en un shock temporal, sus oídos hacían un “piip” interminable. Belly quien había visto la situación horrorizada sin poder ayudar, ya que la otra enorme y delgada mano con uñas filosas de dos metros de largo iba a posarse en su rostro también pero afortunadamente pudo esquivarla. La esquivó y le dio una patada en la cara a la horrible criatura. Al mismo tiempo estiró su mano al bolso que había quedado lejos, sujetó y tironeó. En una milésima de segundos tomó la primera pistola que encontró y le disparó en el medio de las cejas al Grownie –Que en realidad no tenía cejas-  y que por poco terminaba con su vida.
-Eso se ve horrible, ve al baño, yo te cubro y enciérrate allí, toma esto por si acaso –Replicó Belly ofreciéndole otra arma. La madre estaba temblando. Por escalofríos, por la ansiedad que le provocaba sentir su sangre chorrear y porque su familia iba a quedar ahí en el peligro. Pero tenía náuseas y no iba a poder seguir allí. Corrió al baño de tal forma que sentía que estaba volando. Se encerró pero eso no bastó.
Sabrina luchaba a muerte. No por su vida, sino por la de la pequeña que miraba con ojos vidriosos rogando que todo lo malo pasara en un pestañear. Sabrina imaginaba que era ella de pequeña, eso le daba más coraje.
Sacó un arco y flecha y con tres flechas disparó a tres Grownies que amenazaban del lado de Jack. Él le sonrió, sus labios delgados y voluminosos susurraron: Gracias Sa… Pero antes de terminar la oración gritó:
-¡CUIDADO SABRINA!
Justo en ese momento, tres, tres horribles Grownies saltaron sobre ella. Sólo sobre ella. Luchó con todas su fuerzas, logró esquivar todos los posibles arañazos que la amenazaban, dos de los tres cayeron desplomados por obra magnífica de Jack. El restante había evitado la bala. Pero como sus enormes manos sostenían la cabeza de Sabrina, ella cerró los ojos. Sentía que era su último respirar. Su último segundo, con vida. Comenzaba a alucinar, podía jurar que había sentido ya estar dentro del estómago del horripilante sujeto.
EL Grownie abrió su enorme boca, deseoso de cenar cuando fue interrumpido por Jack, quién lo empujó al piso y le daba piña, tras piña.
-Aléjate de ella, maldito. –Su puño se había llenado de una sangre de color azul que largaba la mandíbula de la criatura.
El padre y el adolescente habían quedado a cargo del encubrimiento y de la niña que cada vez estaba más asustada. Por fortuna ellos hacían un buen trabajo y eran de enorme ayuda.
El chico que seguía golpeando y golpeando al ya desconcertado sujeto, Sabrina lo sujetó del brazo y le pidió que lo dejara, ya estaba muerto.
-Es que me desconcerté al verte entre sus manos ¿Estás bien?
-Muchas gracias, sí estoy bien.
No hubo tiempo para seguir hablando, cinco Grownies los rodeaban furiosos.
Ambos pegaron sus espaldas y con sus pistolas poco a poco terminaban con los sujetos.
El bosque de guerra volvió al silencio habitual que lo caracterizaba. El padre, el adolescente y la niña corrieron hacia donde estaban ellos.
-¿Han visto a mi madre? –Preguntó el adolescente casi suplicando.
-Lo siento, no la hemos visto, ella estaba con nuestra amiga –Jack miró a todos lados- Tampoco sabemos dónde está.
Sabrina se paralizó. Su amiga. Su hermana. ¿Dónde estaba?
Comenzó a trotar sin dirección. No sabía a dónde se dirigía, pero confiaba en que su amiga le daría una señal.
-Sabri, espérame –Dijo Jack corriendo detrás.
Llegaron a los baños. El silencio que de pronto había cubierto el bosque era temible.
Belly. Belly estaba en la puerta del baño.
-Be… ¿Belly?
Ella estaba parada mirando a algún lugar fijo, llorando, luego miró a sus amigos. Una mano se posó en su hombro izquierdo. Dos Grownies sujetaron de los brazos a Jack y Sabrina.
-Llegaron tus héroes que no harán más que lamentarse –Era una Grownie, una Grownie mujer. Aparentaba ser la reina de ellos. En su cabeza tenía una enorme corona de ramas con piedras parecidas a diademas. Tenía un vestido hasta el piso de color verde con cinturón. Su piel también era gris. Y por lo que se habían dado cuenta, sabía el idioma de ellos.
-¿Quién es usted? Por favor deje a mi amiga –Rogó Sabrina.
-Soy Iris, la reina de todo este bosque enorme y no va a ser tan fácil, querida –Observó por detrás de sus hombros- Mataron a todos mis hombres y quieres que te entregue a tu amiga así sin más. Soltó una carcajada falsa.
-Pero ellos querían matarnos, ¿Qué quería que hagamos? ¿Qué nos maten?, No, nosotros no nos rendimos, por favor, suelte a nuestra amiga y dejaremos de molestarlos.
Iris chasqueó la lengua pensativa.
-Bien, pero deberán hacer algo por mí antes, sino no volverán a ver a su querida amiga.
-¿Qué es? –Exigió Sabrina.
Iris esbozó una sonrisa, miró a Belly que estaba inmóvil y volvió su mirada a ellos.
-Hay una joya. Una joya muy muy preciada que la quiero hace tiempo.
-¿Y qué se supone que quiere que hagamos?
Iris le lanzó una mirada fulminante a Sabrina.
-¿Y qué va a hacer, idiota? Quiero que me la traigan si desean que su amiga siga con vida y junto a ustedes.
-¿Por qué hace esto? Nosotros vinimos en paz al igual que la familia que está allí –Señaló a la familia que eran sostenidos también por los Grownies.
-Eso no me importa, este territorio nos pertenece y estamos hartos de que nos molesten –Sonrió malignamente- Hasta ahora ustedes tienen suerte, hay personas que no la tuvieron -Rio malvadamente- pero siento que ustedes pueden ayudarme en esto. Traigan mi joya y seremos felices.
Los chicos dieron un fuerte bufido. Se miraron y asintieron seriamente. Era la única alternativa.
-Bien, ¿Dónde está esa joya? –Inquirió con mala gana el chico.
Iris sonrió plácidamente. Le encantaba tener influencia sobre los demás. Era de saberse, es una reina.
-Palazzo Massimo alle Terme, ese es su destino, me traerán la joya más valiosa de allí, no es difícil encontrarla, está separada de todas y en una hermosa vitrina dorada. Mi joya es de color verde Benetton. -Iris usaba el término –Mi- como si ya fuese de ella para incentivar a los chicos- tienen 48 horas para traérmelo, de lo contrario su amiga no abrirá más los ojos.
-Bien, su majestad, con su permiso nos iremos a buscar la ubicación de su museo y le traeremos su joya –Luchó para sacarse al Grownie de encima- ¿Le pediría a sus “hombres” que nos suelten?
-Chicos –hizo un gesto con la mano y volvieron a ser libres.
Jack y Sabrina le prometieron a Belly que todo iba a estar bien y que volvería a ser libre más pronto de lo que imagina.
Belly asintió y sollozando señaló el baño.
-Lo siento mucho, no pude salvarla.
La familia colapsó.
Entraron mientras los Grownies se retiraban junto a Belly y la reina.
Allí estaba la madre. Pero claro, no como ellos quisieron.
La niña se quedó afuera bajo el cuidado de Sabrina.
La dos lloraban, lloraban demasiado.
Sabrina por su mejor amiga y la niña, por su madre.
La madre no respondía. Estaba sumida en un sueño profundo. Uno en el que, por desgracia, jamás despertaría.
La sangre. Su sangre estaba por todos lados. La sangre del rasguño y de algún que otro ataque.
Se había desangrado y nadie la pudo ayudar. Cuando Belly intentó hacerlo, fue secuestrada.
Había muerto. Y nada era más doloroso que eso.
Jack salió, miró a Sabrina y asintió con tristeza. Ella se secó las lágrimas y le dijo con todas las palabras más suaves y bien escogidas a la niña, que su mamá, ya no estaba. Era difícil, demasiado difícil. A Sabrina no la habían contenido muchas personas cuando sus padres murieron, entonces lo único que podía sentir era que a esa niña que consolaba, era su reflejo de pequeña.

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