Capítulo 12: "La Joya de Iris"

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-Esto es inútil –Resopló Sabrina bajo un estrecho espacio junto a Jack, como estar debajo de una cama.
Estaban a unos pasos del museo y con unos binoculares podían ver que aún ningún trabajador salía.
-Calma, ahora saldrán, ya lo verás –Afirmó algo inseguro.
Ya era tarde y habían pasado veinte minutos del horario en el que deberían salir los trabajadores.
-Pero eso me afirmaste hace casi media hora –Sabrina estaba cansada. Sólo quería tomar esa odiosa joya, recuperar a Belly e irse a Londres. Pero no iba a ser tan fácil.
-Sí lo sé, solo hay que tener paciencia.
Y gracias a la paciencia de ambos (incluso el poco porcentaje de Sabrina) Un trabajador pisó el exterior.
Celebraron por lo bajo, faltaba menos.
Y así fueron saliendo más y más. Pero un guardia se posicionó en la entrada.
-Maldita sea –Maldijeron.
-Necesitamos el plan B.
-¿Acaso hay uno? –Sabrina comenzaba a enloquecer y verlo tan pacífico a Jack comenzaba a desesperarla porque Belly, Belly su hermana y mejor amiga quién sabe en qué condiciones estaba, por eso Sabrina estaba más apurada que nunca, las dificultades se ponían en su camino sin cesar.
-Sí, sólo sígueme.
Salieron de su escondite y se dirigieron con cautela a la puerta.
Al chico se le había ocurrido una idea, ya que no iban a poder pasar por la puerta debido al guardia, pensó en los cerámicos movibles de atrás (algo que también aprendió por su padre).
-Escúchame, Sabri, tu trabajo es distraer al guardia y yo me escabulliré dentro, prometo hacerte señas para que entres –Espetó Jack mientras cruzaban la estrecha calle como ciudadanos normales que recorren la ciudad pasada las doce de la noche.
-Está bien pero ¿Qué le digo? Mide más de un metro que yo, pensará que soy una niña perdida.
-Eso no es problema, apuesto a que no le molestará tu presencia.
Jack rodeó el museo cauto y precavido, se veía excepcionalmente apuesto cuando estaba concentrado, Sabrina lo había notado y claro, trato de seguir enfocada en lo suyo. Negó con la cabeza.
Se paró al frente del guardia que parecía tan distraído que ni se inmutó a notar a Sabrina delante de él. Su jefe lo mataría si lo viera tan despistado.
-Buenas noches, señor –Alzó la voz.
-Buenas noches, señorita, ¿En qué la ayudo? –Se sobresaltó. Por fortuna sabía inglés.
Sabrina vio de reojo a Jack detrás del museo quitar una baldosa de la pared. Aquél chico sabía mucho, ya que estaba segurísimo de que siempre estaban esas entradas secretas en paredes que simulan no tener ni una baldosa floja.
-Em, quería hacerle algunas preguntas –Replicó. Estaba nerviosa, notó que había demasiadas cámaras de seguridad por desactivar y quién sabe, seguro habría más guardias dentro. Se tensó.
-Sí, dígame.
-Bien Em, soy turista y recién he llegado. –Pensó mirando una guía inexistente de excusas- Resulta que… Desgraciadamente me iré en veinte horas y desearía poder visitar el interior del museo. ¿Qué horarios tiene?
Jack la observó e hizo una mueca de aprobación.
-Sí, a partir de las nueve de la mañana.
-Excelente, muchas gracias –Miró a Jack y como no recibió ningún tipo de señas, inventó otra pregunta –Em, perdón que lo moleste tanto pero, ¿Sabe de algún hotel? Estoy hospedada en uno pero no me gusta para nada y no he podido comunicarme con nadie, ya sabe, por el idioma.
-Claro la entiendo, podrías hospedarte en aquél –Señaló un edificio cercano, justo al frente del museo- Es cercano al museo, es costoso pero vale la pena.
Pero Sabrina no le prestó mucha atención, mientras señalaba el hotel, ella veía a Jack que ahora le indicó que rodeé el museo como él lo había hecho y que entrara por donde estaba él. Redactó todo con señas, afortunadamente ella las comprendió.
-Em, muchísimas gracias enserio fue muy amable, ahora me iré.
-No fue nada, es mi trabajo.
Sabrina rodeó el museo y entro por la pared trasera. La pared que ahora le faltaban cuatro baldosas.
-Eres excepcionalmente inteligente –Jack la esperaba con brazos cruzados. Se encontraban detrás de un muro que lo cubría todo, como un pasillo cerrado.
-El inteligente eres tú, no puedo creer que estemos dentro.
Justo a la derecha de ambos había una puerta con la palabra “Oficina” en diferentes idiomas.
Asintieron, saber lo que pensaba el otro se había vuelto habitual.
Jack agarró el picaporte y poco a poco abrió la puerta. Por fortuna o suerte, adentro no había nadie. Un pequeño espacio, con dos bibliotecas a los lados, algunas plantas, un ventanal y un escritorio con muchas computadoras.
Sabrina se dirigió allí mientras Jack hacía guardia en la puerta. Desenchufó todas las computadoras con las mangas de su suéter, no quería dejar rastros de ella y manchar de una forma u otra su futuro.
Revisó una Tablet y vio cómo las cámaras se iban apagando poco a poco. Destruyó todos los cables que encontró, si debían hacer esto, debían hacerlo bien.
-Sigues sorprendiéndome –Susurró Jack mostrando un aplauso mudo. Sabrina sonrió complacida.
-Busquemos la maldita joya –Propuso.
Llegaron a lo que parecía ser el salón principal. En el suelo había una lujosa y brillante alfombra roja. Las paredes estaban repletas de diferentes tipos de cuadros, ya sean pinturas o fotografías, referidas a diferentes tipos de temas.
Jack estaba sorprendido, no podía creer tanta belleza artística.
-No te me desvíes de objetivo –Advirtió Sabrina al ver como saliva invisible caía por la boca sorprendida del chico.
El techo era extremadamente bajo como para ser un enorme museo, de ellos colgaban candelabros de oro puro.
-No veo ninguna joya.
En la esquina casi al final del pasillo yacía una elegante escalera de costosa madera. Las barandillas por supuesto también de oro. Estaban a punto de subir cuando dos guardias corpulentos bajaban.
Jack tomó la mano de Sabrina, la tironeó y se escondieron detrás de quién sabe qué. De algo lujoso, claro.
Arrodillados juntos, no respiraban. Porque el ambiente estaba tan silencioso que cualquier ruido como el crujir vértebras o exhalar retumbaría en el lugar.
Uno de los guardias se dirigía a la oficina bostezando.
Estaban acabados.
-¡ANDRÉ LLAMA A LA POLICIA ENTRARON AL MUSEO! –Gritó.
Jack tomó apresurado del brazo de Sabrina y le susurró en el oído ¡CORRE!
Subieron tan rápido como pudieron y allí estaba. En una bellísima vitrina. La joya –de Iris- estaba delante de ellos.
El chico tomó lo primero que encontró algo parecido a una mini estatua de la Mona Lisa y la estrelló contra la vitrina provocando una lluvia de vidrios y provocando que los guardias de prácticamente toda la ciudad lo escucharan.
Agarró la joya que era del tamaño de su mano, tomó la mano de Sabrina y pensó en la mayor locura de todas. Los guardias estaban subiendo las escaleras. No había tiempo.
Miró el balcón y guardó la joya en su mochila.
-Hay que saltar –Anunció prácticamente ya estando en el aire. La ventana fue remplazada por miles y miles de vidrios rotos tras ser rota por una patada de Jack. Al parecer éste vidrio no era costoso o simplemente era muy frágil.
-Estás loco no lo haré… -Pero ya estaba saltando.
Jack rodeó su brazo derecho sobre la cintura de Sabrina y saltaron.
El cielo parecía girar y girar con la velocidad de la caída.
Pisaron el suelo que parecía no llegar nunca a tocar sus pies. Tenían raspones pero nada más grave, se protegieron bien y no resultaron heridos.
Por supuesto, ya estaba llegando la policía pero ellos ya estaban corriendo en un descampado por sus vidas.
-No puedo creer lo que hicimos –Exclamó la chica aun trotando de la mano de Jack.
-Lo lamento, no había otra alternativa –Rieron.
Las sirenas de la policía se escuchaban cada vez más cerca y retumbaban pasos detrás de ellos.
Corrieron aún más con la presión de ser perseguidos. No podían lograr ver absolutamente nada. La luna y las estrellas, sus únicas fuentes de luz los guiaban.
Los pasos se escuchaban detrás de sus espaldas y sus latidos superaban el ritmo cardíaco normal.
De pronto, debido a la escasa luz, Sabrina tropezó con una roca enorme.
-¡Sabri! –Gritó exasperado.
-Estoy bien, Jack –Se reincorporó, en dolor de sus rodillas era insoportable y podía sentir como su piel se abría dando paso a la sangre- tenemos que apurarnos.
Jack la ayudó a levantarse y esta vez corrieron de la mano aún más rápido.
Pero los alcanzaron.
Una muchedumbre detrás de ellos los alcanzó y los amenazaron.
-Alto, par de idiotas, de rodillas. –Una voz masculina habló.
Pero por fortuna o quizás por desgracia, no eran policías.
O podrían estar cien por ciento salvados o cien por ciento en riesgo.
Jack protegió a Sabrina poniéndose delante de ella. Eran demasiados hombres, y no eran para nada amistosos.
-¿Quiénes son ustedes? –Alzó la voz Jack. A pesar de ser uno contra seis, seguía imponiendo respeto con sus dos metros de altura y fuertes brazos.
-Somos quienes acabaron con los policías y quienes acabarán con ustedes –Habló otra voz.
Algunos eran calvos, otros con pelo largo, otros intermedios. Altos, otros bajos, corpulentos, otros delgados, pero lo que tenían en común era la pasión por los tatuajes y los piercings, claro, también la pasión por robar y matar personas inocentes. Jack y Sabrina se habían salvado de los policías pero, ahora sus vidas estaban en riesgo y quedaban pocas horas para cumplir las 48 horas.
-¿Por qué? No hicimos nada, por favor déjenos en paz –Suplicó amablemente Sabrina.
-Claro que hicieron algo, intentan superarnos en robo, solo porque ustedes se animaron a asaltar el museo y nosotros robamos al frente, en una tiendita de accesorios, patéticos, nos pagarán por eso. –Se acercó más- Nos entregarán la joya y sólo así serán libres.
-Obtuvimos la joya porque nos obligaron a robarla no podemos entregársela porque… -Pensó una excusa-Porque… íbamos a volver al museo, se nos cayó allá pero la policía venía, debíamos escapar –Terminó Sabrina.
Era mentira, pero darles la joya era equivalente a perder la oportunidad de recuperar a Belly. Tenían que actuar ya.
Correr. Correr y al mismo tiempo volar era su única salvación.
-Qué mentira más grande es esa.
-No, no es mentira –Comenzó Jack- Sabri, ¿Vamos a buscarla?
-Por supuesto.
-¿Qué piensan que hacen? –Se alteró el jefe de la banda.
Dos debiluchos agarraron de los brazos a ambos.
-¿Sabes qué Sabri?
-¿Qué, Jack?
-Para ser los mayores ladrones de Roma, son bastante tontos.
Al jefe se le transformó la cara. En sus últimos años siendo ladrón nadie se había atrevido a hablarle así.
-Tienes razón, se olvidan que podríamos saber defensa personal y dejarlos en el piso con solo pestañear.
Sabrina giró su brazo en la dirección opuesta librándose del brazo del debilucho, se agachó, separó sus piernas y entre ellas tironeó del pie de éste haciendo que caiga desplomado hacia atrás sonando todas sus restantes vértebras.
Jack hizo una maniobra parecida, se agachó colgando al otro debilucho por su espalda y tironeando de su brazo lo lanzó hacia adelante, volando por los aires.
Todos se quedaron mudos, excepto por los afectados que se quejaban de algún que otro hueso roto.
-¿Qué hacen? ¡No se queden mirando, atrápenlos! –Exigió el jefe pero ya era tarde. Sabrina y Jack corrían tan rápido como podían con la joya en su mochila y con destino al bosque.

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