Capítulo XVI: La teoría del color

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"¿Qué te parece si invitas a Ellis el sábado?"

Dejó caer su lápiz sobre la superficie de su escritorio cuando su padre hizo aparición en su habitación.

Así, de la nada, soltándole una bomba.

"Estaba pensando en ti, en el hecho de que ya llevan mucho tiempo sin verse. Sé que te afecta de cierta manera porque era tu rutina. Y... no sé, ayer te escuché reír tanto mientras hablabas con él que me pareció una buena idea. ¿Qué crees?"

Liam se tomó la libertad de sentarse en el borde de su cama, desajustando la corbata en el camino. Tristan giró sobre sí mismo en su silla y quedó frente a él. Ya se le había hecho costumbre poder entablar cualquier tema de conversación sin problema alguno.

Ambos se habían sentado luego de la terapia que tuvieron juntos para estipular cómo iban a trabajar para mejorar las cosas. Hicieron una lista de todo eso que querían traer de vuelta y dialogaron el cómo lo iban a implementar en sus vidas. A lo largo de los días, fue funcionando, y no podían estar más complacidos consigo mismos.

El punto principal y fundamental en su relación era la comunicación; dejaron sus almas libres y consiguieron comprenderse con efectividad. Reconstruyeron la confianza que se quebrantó en cada esquina de esa casa, y ahora, luego de casi un mes dándole el cuidado indicado a su salud mental, la seguridad y la fe volvieron a sus cuerpos; escalando hasta llegar a sus corazones y asentándose allí sin intenciones de irse de nuevo.

Llegar a su casa luego de un día escolar se convirtió en su hora del día favorita porque cada vez que abría la puerta, allí estaba su padre, preparando la cena o colocando la mesa. Le daba la bienvenida con un fuerte abrazo y tomaban asiento juntos en el comedor para llenar sus estómagos, hablaban de todo lo que hicieron en el día y después se trasladaban a la sala para ver el capítulo de Los Simpson que daban en el canal americano que su madre compró.

Poco a poco el aura comenzó a cambiar entre ellos. Ya las paredes de su hogar no se sentían tan frías, tan agobiadoras. También el silencio fue sacado por la puerta con todas sus pertenencias y el toque hogareño volvió cuando Liam retomó el hábito de colocar sus vinilos preferidos a un volumen bajo por las tardes.

Pero, aun así, nada se comparaba a los valiosos momentos donde la aceptación que le tenía a su hijo se le desbordaba del pecho: solía buscar información sobre la comunidad LGBTQ+ para educarse y cambiar algunos pensamientos que la sociedad le inculcó, adquirió mejoras en su vocabulario, estuvo a su lado cuando quiso hablar con sus abuelos y se negó rotundamente a que él recibiera comentarios homofóbicos por parte de las parejas de sus tías.

A pesar de, no hubo nada que derritiera el corazón del rizado como lo hizo esa pulsera de hilo con los colores del arcoíris que su padre portaba con sumo orgullo y no se la quitaba para nada.

Llegó con ella a inicios de la semana, había ido a su habitación tan pronto cruzó la puerta principal y se la mostró con entusiasmo. Relatando el momento en que había ido al supermercado luego del trabajo y que la encontró en un estante de joyería. Pero eso no era todo, porque era una oferta 2 por 10 libras esterlinas, así que ambos compartían la misma pulsera.

"Sí, me gusta la idea. Además, Ellis comprende por qué no nos vemos, no te preocupes por eso, papá."

"Aun así, llevan mucho tiempo separados, casi un mes. Él puede venir el sábado, me encargaré de hacer la cena mientras ustedes comparten juntos todo el día. Y bueno, si sus padres le dan permiso, se puede quedar a dormir."

Esa última no se la espero ni en un millón de años.

"¿Q-quedar...?"

"Sí, quiero decir, ¿te parece bien?"

A través de las obras de Vincent van GoghDonde viven las historias. Descúbrelo ahora