Capítulo XIX: Somos arte en los ojos de la persona correcta

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Los domingos para Ellis dejaron de tener solo una finalidad y comenzaron a transformarse en un sinnúmero de cosas.

Eran páginas en blanco que esperan ser llenadas con nuevas aventuras y experiencias.

Eran como una taza de té caliente por las mañanas, reconfortante y calmante, pero también te prepara para enfrentarte a un nuevo día.

Eran como un descanso, un tiempo para relajarse, reflexionar y recargar energías agarrado de la mano de su chico.

Eran como un abrazo cálido que te hace sentir seguro y protegido antes de enfrentarte a los desafíos del diario vivir.

Eran como una canción suave que te invita a un estado de tranquilidad, desaparece todo tu estrés y tu alma solo se llena de pura felicidad.

Eran como un libro de historias, lleno de recuerdos y de sueños, en donde cada página es una nueva oportunidad para aprender, crecer y evolucionar.

Los domingos eran como una pausa en el tiempo, un momento para disfrutar de las pequeñas cosas en la vida y apreciar el presente.

Había elegido ese día de la semana en particular para ir al museo porque solía pensar que era una buena manera de cerrar una caótica semana y darle un pacífico inicio a otra, pero ahora que tenía un intruso en su vida, se estaba dando cuenta que algo tan simple se convirtió en algo muy significativo.

Golpeó tres veces con sus nudillos la puerta de la casa de los Ryder y esperó pacientemente a que esta fuera abierta mientras que el Sol de marzo besaba su piel.

Era el último día del fin de semana, lo que significaba que Tristan y él se volverían a ver. Pero a diferencia de todas las anteriores veces, esta vez estarían haciéndose compañía desde el mediodía.

Fue una petición por parte de su chico luego del increíble día que pasó junto a sus amigos. Estaba ansioso por querer contarle todo; ahora tenía a alguien con quien compartir cada una de sus experiencias. Sin embargo, no quería opacar la acostumbrada conversación artística del museo y se le ocurrió la idea de que se vieran antes para poder compartir.

La puerta fue abierta y fue recibido por Liam, quien le sonrió al instante.

Si Tristan no le hubiese avisado antes de que su padre iba a salir con unos amigos del trabajo, su impresión por verlo energético y bien vestido iba a ser muy evidente.

Su novio ha estado toda la semana intentando convencerlo para que saliera de la casa y disfrutara un poco como antes solía hacer cuando su equipo de fútbol jugaba. Liam se había negado rotundamente por miedo a volver a ingerir alcohol en algún descuido, pero su grupo de amistades le aseguraron que solo habría refrescos en la nevera para ayudarlo con su promesa personal.

Ahora comprendía mejor a Tristan cuando hace dos días atrás le dijo que le alegraba mucho ver a su padre así de emocionado por poder recuperar esa tradición.

—Llegas justo a tiempo. Ya casi me iba —entró a la casa y se dieron un corto abrazo a modo de saludo—. ¿Cómo estás?

—Estoy muy bien. Aunque algo nervioso por la presentación oral que tengo que hacer mañana.

Se despojó de su abrigo y lo tendió en el perchero que estaba al lado de la entrada.

—Te doy un consejo: ten un bolígrafo en tu mano cuando te pares al frente, es algo sutil para saciar para los nervios.

Observó al hombre pasearse por la sala recogiendo sus pertenencias y las guardó en los bolsillos de su pantalón.

—No lo había pensado. Gracias por eso, Liam.

A través de las obras de Vincent van GoghDonde viven las historias. Descúbrelo ahora