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Su nombre es Izuku Midoriya, un omega abandonado a su suerte por su familia biológica.

Solía vivir en una casa hogar de omegas huérfanos, no recuerda haber visto algún alfa ni un beta en su vida. Pero algo le preocupaba, debido a que nadie lo adoptó de pequeño, ya no tenía oportunidad de encontrar una familia, por lo tanto, al cumplir quince años, tendría que irse de ahí. La educación que recibió ahí no era de calidad y no le serviría mucho en el exterior.

Apenas entendía algo de matemáticas y aún se le complicaba leer con fluidez. ¿Qué tenía de ventaja? Bueno, nada, sólo sabía que era el niño más "aplicado" en la escuela. Estaba muy asustado por lo que vendría una vez que lo hicieran empacar sus pocas pertenencias.

¿En qué podría trabajar? No tenía ni la secundaria acabada y en ningún lugar lo iban a contratar con esas condiciones. No entendía palabras complejas y su comprensión lectora no era la mejor, ni como cajero podría ganarse la vida. ¿Dónde viviría? Para rentar alguna habitación necesitaba dinero.

-¿Qué harás en tu cumpleaños? -preguntó la pequeña niña que estaba sentada entre sus piernas mientras el mayor le hacía una trenza -Te vas, ¿Verdad?

-Sí -respondió con desánimo y se estiró para alcanzar una liga -No tengo idea de qué voy a hacer.

-Escuché que podrías trabajar como conserje -columpió sus piernas -Eso haré cuando salga de aquí.

-Aún eres muy pequeña, Eri -amarró la trenza, finalizando con su tarea -Aún puedes conseguir una familia.

Sólo faltaba una semana para que lo expulsaran de ahí. Dejó que la niña saliera al patio con sus otros amigos y suspiró con tristeza. Muchas veces deseaba salir del orfanato, pero ahora que era una realidad, estaba aterrado.

Una encargada del lugar, que cuidaba de ellos, llegó junto a él y le pidió que la siguiera a las oficinas.

-Escucha, entendemos lo que puedes estar sintiendo -habló la directora -Y sabemos que nuestros niños no están muy preparados para la vida adulta que deberán enfrentar a tu edad -lo miró con pena y prosiguió -Por eso siempre que salen de aquí, nosotros les conseguimos un trabajo y los reubicamos en algún pequeño departamento, con el suficiente espacio para ti. Algunas veces suelen encontrarse con sus amigos que salieron hace tiempo.

-Oh -asintió y sonrió un poco.

-Este fin de semana te llevaremos a donde vivirás a partir de ahora y después de que dejes tus cosas, te vamos a trasladar a tu trabajo -explicó con tranquilidad, después de todo eso era el protocolo -Así puedes estar menos preocupado, sabemos la angustia que estas pasando ante lo desconocido, pero haremos lo posible para que no sea tan difícil para ti. De ahí en adelante, ya verás que hacer.

-Gracias, señora -hizo una reverencia de noventa grados y salió de la oficina para volver a los dormitorios.

Era una gran habitación con columnas cada cierta distancia y literas viejas, cada niño tenía una caja donde podían guardar cualquier cosa, aunque a veces lo revisaban por si tenían algo inapropiado. Sí, extrañaría ese lugar, por muy triste que suene.

Los días pasaron con algo de rapidez, algunos infantes se despidieron de él antes de que subiera a la furgoneta. Cargaba la caja de cartón donde iba la poca ropa que poseía y algunos regalitos/manualidades que hacían como recreación.

El camino se mantenía en silencio, el chofer no se molestó en encender la radio. Izuku miraba por la ventana, los edificios siempre le parecían curiosos de ver, le gustaban los detalles que estos podían llegar a tener. Pararon frente a un edificio bastante... bueno, se notaba que era de un barrio algo pobre. No sabía si era de los más pobres, pero se notaba el poco mantenimiento o el poco dinero que la ciudad había invertido en la zona.

Deku... Oh, Pobre Deku [Minific Bkdk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora