3. 𝘎𝘪𝘷𝘦 𝘮𝘦 𝘢 𝘣𝘪𝘨 𝘣𝘰𝘺

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La mañana inició tranquila y los clientes que llegaban entraban y se iban tan rápido como Minghao diligentemente los atendía.

El clima era agradable allá afuera y Minghao tenía la música puesta para el ambiente. The Temple of the King de Rainbow acompañaba el olor del café y los postres de aquella cafetería con temática astronómica que tenía un modelo del Sistema Solar colgado del techo.

Minghao se encontraba recargado en el mostrador por los codos, con un libro en la mano, Behave: The Biology of Humans at Our Best and Worst de Robert Sapolsky el cual apenas había iniciado y haría muchas referencias al respecto que Junhui tal vez entendería y lo regañaría por pasar de un autor pesimista a otro aún mayor, pero con mejor sentido del humor.

Tenía sus gafas redondas de lectura puestas, muy bajas en el puente de su nariz. Por la tranquilidad de la mañana de ese sábado podía darse el lujo de leer varias páginas sin ser interrumpido. Pero los clientes llegaban a pesar de todo, cómo era natural, y la puerta se abrió con el sonido de la campana.

—Bienvenido —dijo Minghao, sin mirar hacia arriba, cerrando el libro no sin antes poner el separador que era de imán de la cara sonriente de Kermit.

Dejó el libro en el espacio debajo del mostrador que por dentro funcionaba como una especie de gabinete donde poner las cosas. Después levantó la vista cuando percibió que el cliente se detuvo enfrente del mostrador para pedir su orden, pero antes de la vista, el aroma fue lo que lo delató. El chocolate oscuro y cálido llegó a Minghao que tomó aire antes de mirar directamente a la persona frente a él.

Mingyu. El alfa que no se había pasado por ahí en toda la semana pero había hecho su regreso triunfal.

El omega hizo su mayor esfuerzo de mantener una postura y gesto neutral. Mingyu lo miró fijamente y parecía menos animado que la primera vez que lo conoció.

—Hey —saludó, con su sonrisa encantadora, pero no tan animosa. Minghao lo fulminaba con una mirada afilada encima de las gafas que olvidó quitarse.

—¿Qué vas a ordenar? —preguntó con voz plana. No cordial, no cálida, no alegre, no enojada. No tenía expresión alguna.

Mingyu bajó las cejas y su sonrisa vaciló un poco. El primer omega en qué se interesaba y definitivamente era una rosa cubierta de espinas.

—Lo mismo que la vez pasada.

Y en lugar de recriminarle por ser tan vago, Minghao confirmó su orden.

—¿Un capuchino moca con leche deslactosada?

El alfa pareció sorprenderse y asintió, sonriendo con más ánimo ahora. Minghao quería apuñarlo y luego apuñalarse a sí mismo.

—Tienes muy buena memoria, sí —dijo, mirando al omega que no replicó nada y se limitó a girarse y preparar la orden.

Mingyu no esperaba que su reencuentro fuera así. Había visto sólo una vez a Minghao y con eso tuvo suficiente para quedar imprimado de él, aunque ese término no aplicara en humanos. Pero el alfa había despertado algo en él que jamás experimentó con nadie más. Ningún omega lo hacía sentir tan sediento y necesitado.

Le quemaban las manos y se sentía como un depredador. Viendo a Minghao de espaldas, ignorante de lo que había provocado en el pobre Mingyu, el cual a su vez era ignorante de lo que le ocasionaba al pobre omega.

Pobres de ellos que estaban pasando por un proceso de reconocimiento que era casi un vestigio de evolución que muy pocos humanos experimentaban ya, y ni siquiera eran conscientes de ello.

—Tuve muchos proyectos que atender en la semana. Tuve examen ayer de hecho. Estudio arquitectura, tiene sus retos.

Mingyu explicó, rascándose la nuca y Minghao detuvo sus movimientos. Le estaba dando razones, estaba haciendo justamente eso.

Big Boy (GyuHao)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora