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Tiago tuvo que salir de una clase ya que lo llamó nada más ni nadie menos que el director.

El más grande se sentó en su aposento, mientras que el morocho enfrente de él. Ese lugar donde ha estado más de cinco veces en los últimos meses.

Definitivamente estaba asustado de lo que podría pasar: según sus cálculos, no hizo nada indebido con Mauro como para que le vuelvan a llamar la atención.

Pero tenía tanto miedo de que lo hayan llamado para finalmente expulsarlo.

—Pacheco, ¿Por qué no vino Monzón?— Dijo con los codos sobre el escritorio y las manos entrelazadas.

El morocho permanecía asustado con la mirada baja.

—Está enfermo y necesitaba un día más para recuperarse.

—Uh, ¿Enfermo? ¿De qué?— Respondió. Al parecer ese hombre siente afecto por los demás, pensó Tiago.

—Le agarró mucha fiebre. Muy alta. Ni siquiera sabía que la fiebre podía ser tan alta. Me pegué el cagaso de mi vida al verlo así…

—¿Así cómo?

—Ni se imagina.— Levantó la mirada. —Parecía… drogado… pero mil veces peor. Decía cualquier cosa, a veces no podía abrir los ojos… se dormía de la nada… no sé, fue feo, pero por suerte ya está mejor.— Suspiró.

El mayor asintió.

—Me alegro. Bueno, que lástima que no esté hoy aquí, porque tenía que hablar con ambos, pero supongo que puedo hacerlo igual.

—Sí, ¿Qué es?— Rascó su nuca. Nervioso.

—Es sobre Giménez.

Tiago levantó una ceja.

—¿Sobre Soledad? —Preguntó solo para confirmar que ése sea el apellido correcto.

—Sí, sobre ella. Yo… bueno… la expulsamos.

El morocho abrió los ojos como platos.

No se había dado cuenta que hacía unos largos días que no la veía. Sólo podía estar agradecido por no cruzarla, pero definitivamente no se habría imaginado que la habían expulsado.

—Necesito que me diga si a usted o a Mauro le hizo algo. Es necesario.

Tiago suspiró y se enderezó.

—Nos acosó durante un tiempo. Ella… fingió ser amiga de Mau pero resultó que quería otra cosa. Ella quería estar conmigo y con él.

—¿Con Mauro y usted?

—Sí.— Asintió. —Nosotros nos negamos pero ella Insistió muchísimo. Por eso pedimos que lo cambien a Mau a mis clases, porque no podía seguir más junto a esa loca. Era insoportable. Llegó hasta meterse en mi casa, intentó obligarme a… a ya sabe y… por suerte no llegó a nada porque la sacamos a la fuerza. Pero nos tenía totalmente cansados.

El director apoyó sus manos entrelazadas en el escritorio y suspiró viendo éste mismo.

—Lo lamento tanto… tendrían que habernoslo dicho desde el principio.

—Perdón, pero con Mau pensamos que ustedes no iban a hacer nada. Por eso estoy tan sorprendido de que la hayan expulsado.

El hombre mayor asintió.

—Entiendo. Ahora todo esto que me contó va a ser parte del cargo de Giménez.

—¿Cargo?— Frunció el ceño.

—Recibió una denuncia por maltrato infantil e intrafamiliar.

Tiago levantó las cejas.

—¿¡Qué!?

—Sí, irá a la cárcel. Es mayor de edad. Y gracias a lo que me acaba de contar, se le sumarán más años.

Tiago ni siquiera lo podía creer.

¿A la cárcel? ¿De verdad? ¿Tan lejos había llegado?

—Eem… okay… entonces…¿Ya está? ¿Me puedo ir?

El director asintió.

—Sí, puede. Que Mauro se mejore pronto, Pacheco.

—Gracias.

—No sabés lo que pasó amor.— Dijo apenas abrió la puerta de la habitación de su novio.

Mauro sonrió y rió desde la cama al ver a Tiago tan sorprendido y un poco desesperado.

—Hoola mi amor, ¿Cómo estás? ¿Cómo te fue? Yo todo bien acá…— Dijo el rubio irónico.

Tiago soltó una risita acercándose.

—Perdón, pero te juro que se te va a caer el culo cuando te cuente.— Se sentó en el borde de la cama.

—Bueno, dale conta puto.

—Soledad está presa.

Okay, muy de golpe.

—¿¡QUÉ!?— Dijo con los ojos tan abiertos que podrían salirse.

Luego de que Tiago le cuente todo, se recostó junto a Mauro abrazándolo.

—No puedo creer que esté presa.— Dijo el rubio.

—Yo tampoco, pero es bueno.

—Sí.— Sonrió.

—¿Vos cómo estás, bebé?— Preguntó el morocho mirándolo a los ojos. —¡Guau! Ya no decís incoherencias. Me gustas más así que todo falopeado.— Rió.

—Hijo de puta.— Rió.— Estoy mucho mejor. Estoy harto de estar acostado, quiero salir… ir a otro lado, no sé. Algo.

Tiago pensó.

—¿Querés que te saque a comer? Corte cena romántica.

Mauro frunció los ojos.

—Odio lo cursi.

Tiago soltó una carcajada.

—Ya sé, bebé.— Lo besó. —Vamos a comer, ¿Querés?

Asintió.

—¿Pagas vos? Dea.

Tiago puso los ojos en blanco y rió.

—Que interesado.

—¿Va a haber postre?— Sonrió pícaramente.

—No sé.— Se encogió de hombros. —En el menú dirá que hay.— Recostó su cabeza en al almohada.

Mauro comenzó a reír y Tiago no entendía.

—¿Qué?

—¡No hablo del postre del restaurante! Pelotudo.— Dijo entre risas.

—¿Eh?

—No te hagas el inocente. Los dos sabemos que querés terminar la noche tomando la mamadera.

Tiago levantó las cejas y comenzó a reír, lo que causó que el rubio también siga riendo.

—¡Qué trolo me hiciste sentir!— Exclamó el morocho.

—Es lo que sos, mi amor.— Rió. Lo agarró de la nuca y lo atrajo para besarlo en la boca.














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Qué onda loros

"Como de telenovela" | «Litiago»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora