II

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A la mañana siguiente, al salir de su habitación, Amelia se encontró con todos los demás, excepto Lloyd, literalmente esperando a que saliera. Su mirada reflejó preocupación, suponiendo que había olvidado algo.

—¿A qué se debe su visita tan temprana? —preguntó confundida y con prisa —Déjenme repasar. No es mi cumpleaños, tampoco día de la naturaleza, mucho menos el cumpleaños de uno de ustedes. ¿Entonces?

Enumeró con los dedos, pensativa.

Nya estaba por delante de todos, cabizbaja, con los ojos un poco hinchados y encorvada.

—Venimos a disculparnos por lo de anoche —dijo finalmente la pelinegra, jugando con sus manos, apenada, y tornándose roja de la vergüenza —. No era nuestra intención que te ofendieras, no lo sabíamos. Fue imprudente, lo sé, y nos comportamos como idiotas al hacer esos ridículos comentarios, sin embargo, esperamos que puedas disculparnos.

La mirada de Lia pasó a ser una relajada.

—Sí, sus comentarios fueron ridículos y se comportaron como unos completos idiotas, he de admitirlo —afirmó la de tez morena, cruzándose de brazos y apoyándose contra el marco de la puerta —. Pero los perdono, estábamos jugando y no estaba de aguantar. Y yo también les pido disculpas por las espinas.

Les dirigió a los seis mayores una sincera sonrisa.

—Ah, y, respondiendo a lo de ayer: no, no he dado mi primer beso —confesó, aún sonriéndoles —. Vamos, tener una vida llena de aventuras e ir de un lado a otro no deja lugar para el amor, a menos que tu media naranja sea parte del equipo.

Nya, Jay, Zane y Pixal entendieron la indirecta al instante, devolviéndole la sonrisa a Lia.
Desde el pasillo, Lloyd contemplaba la escena, sonriente de lo que había logrado.

—Ahora, tenemos que limpiar todo el desastre que hicimos anoche —finalizó, dando un aplauso. Los jóvenes se irguieron, le dieron la espalda y se dirigieron a la sala de estar para comenzar con los deberes.

El rubio se acercó a Lia con una sonrisa de oreja a oreja, ella a se percató de ello y se la devolvió dulcemente.

—Buenos días, Lloyd —lo saludó mientras comenzaba a atarse el cabello en una coleta improvisada.

—Veo que solucionaste el problema y terminaste con el malentendido —dijo alegremente, apuntando con la mirada a la sala, la cual estaba siendo ordenada por los ninjas.

—Aunque no quita que sea vergonzoso ser virgen de los labios a tus diecinueve años. Y no me imagino dándolo con alguien de los que se aloja en este templo —refutó, comenzando a caminar de espaldas para continuar mirándolo de frente. Elevó ambos brazos a sus costados y los dejó caer, los cuales provocaron un leve chasquido al chocar con sus muslos.

Lloyd negó con la cabeza, sabiendo que nunca la haría cambiar de opinión acerca de la virginidad de sus labios.

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𝙱𝙴𝚂𝙾𝚂 | Lloyd Garmadon [ ✓ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora