La pelirroja se levantó de golpe, preocupada por lo ocurrido. Sin embargo, no estaba en el monasterio, sino que se encontraba sentada en la cama de la habitación perteneciente al pequeño departamento que su padre había adquirido antes de fallecer.
La única diferencia era que no había ni una sola de sus pertenencias, todos los muebles estaban cubiertos con mantas blancas y el colchón de la cama cubierto por una sábana blanca; la repisa al costado de la puerta ya no estaba llena de sus juguetes favoritos; el suelo sin su alfombrado de color verde menta; las paredes pintadas de blanco, cubriendo el hermoso papel tapiz lila; ya no había un tocador con bombillas de luz así como los de los camerinos en las películas; y su cama no estaba repleta de mil peluches que ocupaban más espacio que ella.
Entonces, después de su tranquilidad y desconcierto por despertar ahí, comenzaron a escucharse pasos a lo lejos. Por alguna razón, Lia no se levantó de la cama ni se asustó, simplemente escuchó con atención y esperó.
Instantes después, los pasos se detuvieron al frente de la puerta de la habitación, seguida de su chirrido que ella recordaba con exactitud.
En el marco de la puerta, pudo ver la inconfundible silueta de su padre, por fin sacándola de su estado de cordura.El hombre se acercó a ella y la abrazó con sus cálidos brazos, siendo éste correspondido por las temblorosas manos de la joven.
—Papá... ¿qué haces aquí? —cuestionó en un hilo de voz al tiempo que sus ojos se cristalizaron —¿por qué me trajiste aquí?
Lo último sonó más a un reclamo, pues el departamento le causaba una sensación de rabia y tristeza, incapaz de verlo como un reconforte al haber vivido ahí y pasar bellos momentos con él.
—Yo no te traje aquí —negó el mayor, separándose del abrazo y mirándola con suspicacia —. Tu mente se ha quedado estancada aquí desde que me fui, hija. Mientras todo lo demás ha decidido soltarme, tú no has tenido el valor de hacerlo.
Ella no supo si tomarlo como un sermón, sonaba como uno.
—Es que no puedo dejarte ir —se excusó en un gemido —. No puedo empacar e irme sin más cuando fui la responsable de tu partida.
Se encogió de hombros, negando con la cabeza y dejando que las gruesas lágrimas saladas recorrieran sus sonrosadas mejillas.
—No fue tu culpa y tampoco te pido que me olvides, sino que empaques tus buenos recuerdos y dejes los malos en estar cuatro paredes para que nunca más vuelvan a ti —explicó con su voz suave y áspera, causando reconforte en su hija —. Deja de culparte y vive como te lo mereces.
Rutherford se puso de pie y camino hasta la salida —esta ya no solo parecía una salida normal, sino que ahora de ella emergía una luz blanca y cegadora—, indicando con la mirada a la pelirroja que saliera.
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𝙱𝙴𝚂𝙾𝚂 | Lloyd Garmadon [ ✓ ]
Fanfic𝙱𝙴𝚂𝙾𝚂 | ━ 𝚂𝚒 𝚖𝚎 𝚛𝚎𝚐𝚊𝚕𝚊𝚜 𝚎𝚜𝚝𝚎 𝚙𝚛𝚒𝚖𝚎𝚛 𝚋𝚎𝚜𝚘, 𝚍𝚎𝚜𝚙𝚞é𝚜 𝚚𝚞𝚎𝚛𝚛é 𝚝𝚘𝚍𝚘𝚜 𝚕𝚘𝚜 𝚍𝚎𝚖á𝚜... ╔════════════════════╗ ᴀ 𝐿𝑙𝑜𝑦𝑑 𝐺𝑎𝑟𝑚𝑎𝑑𝑜𝑛 ꜰᴀɴꜰɪᴄᴛɪᴏɴ ╚════════════════════╝ A Amelia le resulta demasiad...