III

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Ya en la noche y después del día laboral en el monasterio, Lloyd se adentró a la cocina al percibir un aroma bastante peculiar que nunca había olido

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Ya en la noche y después del día laboral en el monasterio, Lloyd se adentró a la cocina al percibir un aroma bastante peculiar que nunca había olido. Al entrar, notó que era Lia quien estaba preparando la cena. Se acercó a ella con una sonrisa, le parecía bastante lindo el delantal con encaje que llevaba puesto.


—Veo que te tocó cocinar la cena —apuntó el oji-verde, echándole un vistazo a la olla en la cual había una clase de sopa blanca y cremosa.

—Desgraciadamente —comentó la femenina sin dejar de tener la vista clavada en la comida y mezclando con el cucharón, cuidando que no se quemara.

—¿Y qué es? —cuestionó el chico, elevando una ceja.

—Crema de brócoli —contestó ella. Un segundo después de silencio, volvió a hablar —. No debería hacer esto, pero, ¿quisieras hacer los honores?

Llenó el cucharón de la crema, sopló para enfriarla y se lo acercó a la boca del contrario, quien la abrió y dejó que ella lo alimentara como si fuese un bebé. Sus ojos se abrieron como platos cuando sintió el delicioso sabor de la sopa.

—Wow, Lia, está deliciosa —la halagó después de tragar —, ¿dónde aprendiste a hacerla?

—Tuve que aprender por mi cuenta viendo videos en redes —confesó con una leve risita —, pero me alegro de que te haya gustado, espero que a los demás les guste tanto como a  ti.

—De seguro que sí —afirmó.

Tras un rato de silencio, incómodo, muy incómodo, Lloyd metió sus manos dentro de los bolsillos de sus pantalones, en cuanto lo hizo, se percató de que aún llevaba el diario de Amelia, así que volvió a hablar.

—Por cierto, quería saber si esto es tuyo —dijo mientras sacaba el cuaderno de su bolsillo, mostrándoselo a la menor, quien se lo arrebató de la mano al instante. Lo apretó contra su pecho mientras internamente deseaba que la tierra se la tragara, de seguro había leído algo de ese cuaderno, tal vez el último escrito.

—¿Leíste algo de él? —preguntó llena de pánico, mirándolo con nerviosismo.

—Algunas cosas —reconoció, llevándose la mano izquierda a la nuca, mientras que con la derecha se apoyó de la estufa.

—¿Qué cosas, exactamente? —demandó, ahora sintiéndose traicionada por su amigo.

—Las primeras, que eran cartas a tu madre llenas de odio y rencor, me sorprende lo mucho que la aborreces—balbuceó Lloyd en una vil mentira, en la cual Amelia cayó redondita —. ¿Por qué?

La oji-marrón se sintió bastante estúpida al haber pensado eso de Lloyd, por supuesto que iba a leerlo, no tenía ni idea de quién era y ella, de encontrar un cuaderno abandonado, habría hecho lo mismo por mera curiosidad.

—Por... nada —tartamudeó, negando con la cabeza y desplegando una sonrisa nerviosa acompañada de una risita, misma que sonó a un intento por regular su respiración.

𝙱𝙴𝚂𝙾𝚂 | Lloyd Garmadon [ ✓ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora