capítulo 14.- Ponlo en mi

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Expulso sangre en coágulos sobre mi nariz al lavabo, la sensación es un mareo y ganas de dormir. Después de dos días de no dormir, por fin puedo sentarme en la cama del motel y respirar.

Pero ahora estoy borracho, drogado y herido.

Me quedo en silencio viendo las salpicadera y el olor a sangre, escupo todavía aferrándome a los laterales del lavabo, hay más que miedo en mi, y ni siquiera tengo idea de cómo lidiar con el odio y el coraje.

Inquieto aprieto los ojos cerrandolos, perdiendome en la despedida, en mi cabeza imaginando a Ámbar.

Hace poco dos días creía que ella era una prisionera, una esclava de Sosa y que yo mismo lograría partirle el cuello en dos al maldito, pero justo hace dos días llegó Álvarez borracho cargando una maleta con más suministro de armas, dos bolsas de carne, una palanca, una botella de tequila,1kg de coca colombiana, y sal marina.

Primero estuve atento, curioso por el bastardo, después me di cuenta, o bien entendí.

Él primero le soltó un par de golpes de desquite a la hija de Sosa, la sal, sólo fue algo de sazonador. Él estaba que echaba humo y yo solo lo contemplé luego de tomar varios caballos del tequila, jamás creí que fuera tan sádico el maldito perro, pero lo era, aunque bueno, supongo que olvidaba que él mismo cuando en la selva colombiana uno de los militares que sobrevivieron de cuando Ámbar iba a escaparse y casi me la violan, Josué había destripado a uno y le dió de comer sus tripas a los cerdos. Supongo que tenía también una vena muy ancha de posesivo.

Supongo que por eso nos llevamos bien últimamente.

Josué casi dejaba ciega a la mujer de no ser porque le pedí explicaciones, sólo para entender si debía disfrutar o no el show que se estaba armando sólo con escupitajos, golpes, patadas, mentadas de madre y saliva.

Entonces cuando me lo dijo lo único que pude hacer era aspirar algo de coca.

Y permitir que ese polvo mágico me abrazara hasta los huesos y adormecer mi cólera.

Ni siquiera ahora digiriendo dos días podía pensar en eso.

No iba a pensar en eso.

No ahora de todos modos.

No cuando tenía miedo de lo que podía hacer o hacerme a mi mismo.

Jadeo al pensar en Ámbar, sus ojos curiosos con un brillo de ser alguien tan indefensa, pero también tan, poderosa.

Después veo su cabello, rizos, lacios, su salvajismo tan sensual, después su voz, un cariño tan intenso se apodera de mi pecho que siento que debo reprimirlo, tengo miedo de lo que pueda sucederme si no, también me siento indefenso.

Carajo, me siento un maldito maricon.

Rio por la ironía, yo que siempre pensé que quería algo más que ella. Que posiblemente Elvira era todo lo que me movía.

Me admito avergonzado que en realidad...

Suelto aire, esta sensación es, ni siquiera tengo idea si se deba a la cocaína a Ámbar, a su piel cuando yo la tocaba, cuando tantas veces quise besarla y me reprimi, cuando también me permiti solo tocarla sin llegar a más, no por Elvira, sino porque...

Tal vez.

Arrugo la frente al oler el aceite y la carne.

La grasa impregna con un olor a casa y calor.

Por primera vez huele hogareño este puto lugar lleno de cucarachas.

Suspiro y decido que no llegaré a nada si dejo que la droga, mi ansia por llegar a Ámbar, por recuperarla me deshaga, y encima las dos botellas de tequila que ya llevamos el día de hoy.

Lince (Tony Montana) scarfaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora