Cap. 2: Lince

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Scarlet

-Mi bolso, ese el de Ralph Loren -mis dedos se quedan dentro de mi cabello tratando de sentir el sedoso tratamiento que me han puesto. Hace mucho frío afuera por lo que elijo una gabardina de pelos suaves y cafés. Sonrío natural y agraciada ante mi espejo. Hoy está noche siento mi pecho doler, como si me fuese a encontrar algo, que me hará temblar en las rodillas.

Me llevo algunos Lucky strike con aroma pomposo, estoy emocionada y no puedo explicarlo, llevo tanto tiempo saliendo cada noche que es como una forma de vida: mañanas en la residencia Montini, aburridas y sin nada espectacular, las criadas con esos uniformes costosos y coloridos, en las noches es cuando la verdadera emoción empieza, noches en clubes, fiestas, conocer a las familias con más dinero de la ciudad de la Florida, entre espejos que cubren todas las paredes, radiantes como lagrimales de diamantes, copas dónde se llenan circulos, rombos y figuras de bebidas caras, esa si es la vida que merezco, existen varias partes más importantes de Miami que siempre me ha gustado, viajar es entre otras cosas la más placentera, pero de cualquier cuenta Gabriella ha estado pensando en mudarse a un nuevo país y eso puede ser lo que me tiene brillante y fresca mirando mi reflejo mientras ajusto mi vestido de sirena negro, hoy es la noche, mi despedida de Miami.

Al bajar los largos escalones blanco perla veo a Gabriella hablar por teléfono, distraída no nota que estoy caminando a ella con mis tacones de punta fina hasta que le paso por un lado ella deja la llamada un instante y habla fuerte a mis espaldas.

-Cariño, ¿Piensas cenar fuera?

-Claro -giro los ojos, aburrida de su actitud distante, -como siempre.

-Bien, no sobre explotes la tarjeta -ya sabía yo que iba a algún lado la plática, sonrío antes de oírla volver al teléfono, de nuevo, hablando con su indígena enamorado, ese mono inculto.

Fuera de la residencia veo la gran placa dorada de Montini, puesto como le gustaría a mis abuelos, enorgulleciendo que hace muchos años migraran y se establecieran con Éxito en Europa hasta extender sus bienes, y de nuevo, no quedarse en ese país degradante. Asqueo mis orígenes sin duda.

Avanzamos hasta el Palace Royale, un bonito club en la central de Miami, un gran edificio, pilas de cristal macizo, terrazas extensas, estoy suspirando ante la vista, esperaba ver a algunos amigos que hice aquí antes de irnos del País, por lo que, para presumir mi dinero, he hecho una reservación en el mejor lugar, pues no hace poco el Babilonia era el preferencial de todos los servicios especiales para pasarla en grande en esta ciudad aburrida, necesitamos algún incentivo para celebrar y espero que los rumores que he oído de la distribución de estimulantes se pueda conseguir aquí, caro, difícil por ser un club más exclusivo pero a fin de cuentas, el mejor.

Antes de bajar del gran limusina dejo abrir mi ventana y sacar una bocanada de humo de mi Lucky de fresa, suspiro y dejo que abran mi puerta, salgo despampanante ante mi vestido, me siento verdaderamente de maravilla, como si me renovara la noche de gala, luces estroboscópicas música disco a todo volumen, me siento madura, grande, rebelde, poderosa. Esto es lo que ofrece el dinero, y me encanta.

Camino sonriendo elegante a mis amigos que me esperan y ven impresionados mi galantería, con este vestido estoy casi desnuda pero no me importa las miradas indiscretas el instinto animal me pide que muestre, que consiga también a mi único amor romántico, algo para empolvarse.

Reímos cuando al llegar el hostess pide una mesa lista y ver tanto lujo desparramado, me hace pensar en caleidoscopios, incluso en la cúpula grande con fragmentaciones y relieves de tipo oro chispean nuestras imágenes distorsionadas, veo y recuerdo un tanto a las familias postradas a lo alto, Gaspar Gómez, Los Hermanos Díaz, todos conocidos de Gabriella, chicas en vestidos traslúcidos y flameantes, el cielo puede esperar, este es un paraíso.

Ahí en un sillón de cuero y pieles exóticas hay un hombre, robusto, feo, pero con muchos dólares, ese es Nacho Contreras, desparrama actitud y ese es mi objetivo de esta noche, sonrío coqueta cuando nuestras miradas cruzan, ya casi lo tengo, doy vueltas tan fémina como puedo y nos sentamos en un centro en forma circular con copas de vidrio, cruzo las piernas dejando ver mi muslo abrillantado, pedimos una cena para despedirnos, después de todo pienso explotar la tarjeta. Cómo estoy acostumbrada a obtener lo que quiero pido algo que tenga flash, para cuando uno de los sirvientes el que le hace de camarero de Nacho Contreras se acerca con una bandeja chica y dorada suspiro.

-El Señor Ignacio Contreras les envía de cortesía algo para acompañar sus bebidas.

Reímos al ver unos tubos estrechos y perlados apilados como si se tratara de bocadillos, levanto la mirada hacia Contreras y le sonrió con toda las ganas, no pensé que fuese así de directo. Pero cuando quiero tomar entre mis dedos un tubito como mis amigos hijos por supuesto de la familia Gómez y Díaz, me detengo al ver un gran tipo de traje saludar a mi mesa.

-Deliciosa noche, señorita Montini, -tuerzo la boca pero disimulo. -buenas noches jóvenes, espero pasen una agradable estancia esta noche.

Por cortesía saluda a los demás pero sus ojos están puestos en mí.

-Gracias señor Sheffield.

-Oh, sólo dime George, señorita.

Pasa de mi mesa y se corre a la de enfrente, casi igual a la mía, como ya es tarde algunos de los familiares de mis amigos empiezan a dispersarse y dejar el club, excelente para mí.

Fernando es uno de los conectes de grandes peces del arrabal de los tubos dorados, es un muchacho agradable y es quien generalmente me sigue a todas partes, Luco, un traficante menor, por supuesto. Fernando se mueve con parsimonia, carismático e incandescente hasta mi mesa y después de saludarnos y elegir copas despampanantes es que nos habla de un buen lugar para seguir con los tubos, "real nice caught in that toilet" dice y ríe, su cabello aplastado hacia atrás, un traje barato, pero al fin y al cabo llama la atención que sea un mujeriego que está dentro del juego siendo que está casado, lo veo por el anillo en su anular izquierdo.

Pero cuando en su rostro se le descompone la expresión es que me desconcierta un algo, levanto mi vista y Fernando parece incómodo y su mano parece moverse dentro de su chaleco, ninguno de mis amigos nota lo que sucede porque están picando los tubo metiéndolo en sus narices y riendo, pero yo me he detenido porque Fernando está más cerca de mí y su pierna derecha se mueve de lo nervioso que se trae, le sigo la mirada que tiene hacia un lugar, pero solo veo gente, no hay nadie en especial. Ignacio Contreras habla con un tipo delgaducho, pequeño y sin chiste, es normal que gente se le arremoline, pero lo que me molesta es que ya no soy parte de su atención.

"Luco mi jefe anda en el club, tenemos negocios pendientes, si quieren más tubos me encuentras en el bar".

Se va y le sonrío, no es suficiente, necesito más y sin Contreras y Luco, supongo que esta noche no tiene nada de especial.


Lince (Tony Montana) scarfaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora