『④』𝐅𝐀𝐈𝐘 ❚ Camilla ya no es la tonta que se enamora, es la diabla que seduce y toma. Y Carlos... oh pobre Carlos. En definitiva no está preparado para enfrentar su pasado.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
━━━━ CHAPTER FOURTEEN ━━━━ Fingimos ser... Solo amigos
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
CARLOS
Yo amaba a mi padre. Me gustaba que se involucrara en mi carrera, que hiciera esfuerzos por acompañame a los Grandes Premios y sobre todo amaba que quisiera celebrar mi primera victoria en Ferrari como si fuera suya, al final ese era un comportamiento propio de un padre orgulloso... pero para ser completamente honesto, esperaba tener mi propio festejo privado con Camilla.
Mientras cruzaba la línea de meta solo pensaba en ella, en cómo hoy terminaría esta larga contienda y los secretos que nunca debí ocultar. Pensaba en nosotros y lo ansioso que estaba por tener otro momento a solas, sin embargo, bien dicen por ahí que cuanto más planeas algo más se arruina.
—Cuéntame, Camilla ¿Cómo están tus padres? — mi padre se limpió las comisuras con la servilleta y acto seguido tomó la copa de vino para darle un buen sorbo, todo sin apartar sus ojos de la rubia sentada a mi derecha, en la mesa cuadrada.
La última media hora esa fue la dinámica. Ellos inmersos en una interminable conversación, mientras que Caco y yo nos dedicábamos a ser oyentes. Mi mal humor siendo otro participante de la amena velada.
Estaba molesto. No había dicho más que dos palabras cuando el mesero se acercó a tomar nuestra orden; era mi modo de hacerle saber a mi padre que me había fastidiado la noche. Pero con su pregunta, no voy a negar que mi curiosidad desplazó un poco el enfado en mi interior y terminé alzando la mirada.
Los hombros descubiertos de la rubia se tensaron, confirmándome una vez más lo que ya sospechaba, que la relación entre ella y sus progenitores no había mejorado en estos años.
—Yo... — se aclaró la garganta cuando su voz salió un susurro tembloroso y agudo — Bien. Ellos están bien.
—¿A qué se dedican tus padres? — Oñoro apoyó los codos en la mesa y él mentón en sus manos entrelazadas.
Agradecí que pareciera genuinamente curioso, interesado en conocerla por el simple hecho de que mi padre la haya invitado a cenar con nosotros y no por el pasado en común que dejamos inconcluso. Esto ya era lo suficientemente incómodo como para añadirle además un interrogatorio.