Durante días la engañosa y traicionera memoria de Beth la arrastró una y otra vez hacia el mismo recuerdo. Uno en el que la joven de cabello rubio y ojos verdes era la protagonista.
Luchó con todas sus fuerzas contra ella, de verdad que lo hizo, pero era agotador. Muy agotador.
Y, como efecto colateral de todo ese esfuerzo, además del cansancio emocional y físico (porque había noches en las que le costaba conciliar el sueño), padecía cefaleas que la abordaban cuando se les antojaba.Desgraciadamente para ella, todo empeoró la misma tarde en la que se cumplían veintitrés días desde su llegada a la ciudad.
Se encontraba paseando tranquilamente junto a Sally por High Street. Su amiga no dejaba de parlotear sobre el nuevo bebé de sus vecinos y ella hacía todo cuanto podía por seguir la charla. Algo que cada vez le costaba más debido a que el aburrimiento empezaba a hacer mella en su cuerpo.
—Es el bebé más precioso que he visto en mi vida —volvió a decir Sally.
—Ya...
—Es tan pequeñito, tan gordito... Y tiene unas mejillas, y unas manitas, y una naricita...
—Que sí, Sally. Que sí.
Ante su tono de hastío, Sally se cruzó de brazos y se detuvo.
—Vaya, siento que mis palabras te causen aburrimiento —le dijo con molestia.
—Aburrimiento, no. Hartazgo —matizó Beth.
—Como si eso lo arreglara... —resopló la otra.
Beth negó con la cabeza.
—¡Es que tendrías que escucharte! ¡Has dicho lo mismo veinte veces!
Sally la miró en silencio unos instantes antes de asentir levemente.
—Tienes razón, Beth. Pero... sabes cómo me pongo con los bebés, y con los niños pequeños... —después añadió—: bueno, con la población infantil en general.
—Y porque te conozco es por lo que no te he dicho nada, Sally —rio Beth mientras se sentaba a los pies de la City Cross—. Si con los hijos de otros te pones así no quiero ni imaginar cuando tengas los tuyos propios.
Sally sonrió.
—Seguro que sería el doble de pesada. Mis hijos se cansarían de mí y huirían.
—Serías una madre estupenda.
Sally giro el rostro hacia ella.
—¿Tú crees?
—Sí.
—¿De verdad?
—De verdad.
—¿De verdad, de verdad?
—¡¿No te he dicho ya que sí, pesada?! —exclamó Beth irritada.
—Vale, vale... —Sally la miró mal antes de centrarse en sus zapatos—. Tú también serías una buena madre.
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DONDE CRECEN LAS FLORES
General FictionDesde que Beth tiene memoria Renée Dubois, una niña de ojos verdes y sonrisa angélica, se ha dedicado a saltar sobre ella a cada oportunidad que tiene para complicarle la vida sin motivos siempre que visitaba Winchester con su familia. Sin embargo...